La investidura de Feijóo: 14 horas de debate, zascas y chascarrillos enlatados para dar minutos de juego al líder popular

El PP traslada la campaña electoral al hemiciclo con una investidura fallida. El partido, resuelto antes de empezar, fue un largo mitin con réplicas

La bancada popular aplaudía a su líder, Alberto Núñez Feijóo, tras su intervención en la segunda sesión del debate de investidura, este miércoles en el Congreso.Claudio Alvarez

Alberto Núñez Feijóo dudaba entre Filosofía y Derecho. Con un amigo, tras terminar COU (el actual segundo de Bachillerato), se retiró unos días en un monasterio en Samos (Lugo) para pensar y terminar de decidirse. Allí, según relató a un grupo de estudiantes en 2016, un cura lo convenció: “El Derecho abre muchas puertas”, le dijo. Cuarenta y cuatro años después, convertido en líder del PP, cruzó las del Congreso de los Diputados para exhibir en el hemiciclo —ante muchos colegas de formación, también abogados— su habilidad para...

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Alberto Núñez Feijóo dudaba entre Filosofía y Derecho. Con un amigo, tras terminar COU (el actual segundo de Bachillerato), se retiró unos días en un monasterio en Samos (Lugo) para pensar y terminar de decidirse. Allí, según relató a un grupo de estudiantes en 2016, un cura lo convenció: “El Derecho abre muchas puertas”, le dijo. Cuarenta y cuatro años después, convertido en líder del PP, cruzó las del Congreso de los Diputados para exhibir en el hemiciclo —ante muchos colegas de formación, también abogados— su habilidad para defender una cosa y la contraria. Allí, en Galicia, Vox era un partido de “extrema derecha” y la idea de gobernar con ellos asustaba a la gente. En Madrid, tras bendecir la firma de cinco gobiernos autonómicos con una fuerza que no cree en el Estado de las autonomías, la formación de Santiago Abascal pasó a ser un partido “unitario” que puede presumir de “patriotismo”.

Dos meses después de las elecciones generales y durante 14 horas, representantes de 23,6 millones de votantes han participado esta semana en una actividad poco productiva: el zasca. El debate de investidura fue una moción de censura y la moción de censura una suerte de mitin con réplicas, anticipo, por lo que pueda pasar, de una eventual campaña electoral si el hemiciclo no logra investir a nadie presidente antes de dos meses. Buena parte de la sesión plenaria, especialmente en la primera jornada, fue una sucesión de chascarrillos enlatados, leídos por sus señorías, que se rieron mucho desde sus respectivas bancadas, como ese público que se lleva a los platós de televisión para dar ambiente. Feijóo insistió en referirse a las pantallas donde se muestra el trabajo de los traductores como “karaoke”; Óscar Puente, que intervino en lugar de Pedro Sánchez, comparó al candidato con un dibujo animado — “tiene usted la misma memoria que Dori, la pez cirujano de Buscando a Nemo”—; Gabriel Rufián, portavoz de ERC, le dijo que solo le faltaba “hacer una canción con Bizarrap”. Aitor Esteban, del PNV, incluso recitó un “chiste-anécdota” entero: ”Aquel del pueblo al que va una compañía de teatro y un paisano está empeñado en formar parte de la función. Al final, para librarse de él, el director le dice: ‘Vale, una cosa fácil. Cuando te llamemos al estrado lo único que tienes que decir es Viva Carlos V’. El hombre repite machaconamente la frase y en el momento en el que le toca salir dice: ‘Viva Quirlos Canto”.

La presidenta del Congreso, Francina Armengol, interrumpió el debate cuando la bancada popular gritó “¡cobarde!” a Sánchez por no responder al líder del PP y no dar cuentas de la negociación con Junts: “Esto no es un patio de colegio”, recordó.

La segunda jornada, este miércoles, fue más amarga, por las alusiones constantes al terrorismo. Pero se habían acostumbrado tanto al tono socarrón del día anterior que Feijóo no abandonó la ironía —o “sorna gallega”, como la definió en algún momento de su intervención— ni cuando se refirió a las víctimas de ETA: “Los españoles tenemos que estar agradecidos a Bildu. Sobre todo, los huérfanos, las viudas, los viudos, los hermanos que se quedaron sin hermanos… tenemos que estar agradecidísimos”.

Más allá de averiguar que Abascal habla gallego en la intimidad —“mi abuela me habla y me canta en gallego”, dijo—; de ver a Feijóo defendiendo a Podemos por aquello de que los enemigos de mis enemigos son mis amigos, y a Sánchez ceder a Óscar Puente su turno de réplica —algo que no hizo en la moción de censura, también condenada al fracaso, de Ramón Tamames—, el debate fue una exhibición de las incompatibilidades ya conocidas, otro día más en la oficina.

Los populares abandonaron el hemiciclo muy satisfechos pese a perder, como estaba previsto, la votación. “Hemos demostrado”, celebraba Borja Sémper, portavoz del partido, “que hay un proyecto alternativo”. Era el mismo proyecto con el que Feijóo se presentó a las elecciones —un alegato contra el sanchismo y sus socios—; con los mismos aliados con los que el PP ha pactado cinco gobiernos autonómicos y solo dos votos más, insuficientes frente a la mayoría en contra del Parlamento. Es decir, sus señorías fueron convocadas a un partido del que ya se sabía el resultado antes de que empezara a rodar la palabra, por lo que daba la impresión de que el objetivo real era conceder unas horas de rodaje al míster, quien se estrenaba en la tribuna del Congreso tras haber pasado la legislatura anterior en el Senado. Y en esa misión, tanto el doble mitin de esta semana como el del domingo en la concentración de protesta preventiva contra la amnistía, han funcionado para reforzar el delicado liderazgo de Feijóo con un chute de autoestima y aplausos de los suyos. Al menos, de momento.

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