El peor precedente para la batalla nacional

La enorme pérdida de poder autonómico y municipal aleja la esperanza socialista de revalidar en diciembre el Gobierno de la nación

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, vota en el colegio Nuestra Señora del Buen Consejo, este domingo.Samuel Sánchez

El PSOE se desangró este domingo con una colosal pérdida de gobiernos municipales y autonómicos tras una campaña dominada por el ruido y la confusión. Sus posibilidades de repetir el éxito de 2019 eran remotas: sacó 1,6 millones de votos al peor PP de los últimos 20 años. La desaparición de Ciudadanos —consumada en estas elecciones— dejaba ese capital electoral —1,9 millones de votos— en manos del PP. Sumar ese botín permite ahora al partido conser...

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El PSOE se desangró este domingo con una colosal pérdida de gobiernos municipales y autonómicos tras una campaña dominada por el ruido y la confusión. Sus posibilidades de repetir el éxito de 2019 eran remotas: sacó 1,6 millones de votos al peor PP de los últimos 20 años. La desaparición de Ciudadanos —consumada en estas elecciones— dejaba ese capital electoral —1,9 millones de votos— en manos del PP. Sumar ese botín permite ahora al partido conservador derrotar al PSOE. Si se analiza el resultado global del 28-M como una primera vuelta de la partida nacional, los socialistas parten con una desventaja evidente (760.000 votos menos que el PP), aunque mantienen un porcentaje de voto (28%) levemente inferior al de cuatro años antes en los comicios municipales (29%) pero similar al de las últimas elecciones generales. Si se atiende a los efectos prácticos de esos resultados, la depresión socialista es mayor: han perdido las alcaldías de grandes ciudades (Sevilla, Valencia, Zaragoza o Valladolid) y, sobre todo, dejarán de gobernar en al menos seis autonomías (Comunidad Valenciana, Extremadura, Aragón, La Rioja, Cantabria y Baleares).

El resultado de las elecciones municipales celebradas en España durante los últimos 40 años de democracia ha anticipado los cambios en el Gobierno de la nación. José María Aznar llegó al poder en 1996. Solo un año antes, el PP fue el partido más votado en los comicios locales. El socialista José Luis Rodríguez Zapatero alcanzó el Gobierno en su primer intento de 2004; el PSOE recuperó un año antes la hegemonía municipal. Mariano Rajoy fue presidente al tercer intento (2011), solo unos meses antes su partido logró sacar 2,2 millones de votos al PSOE en las elecciones municipales.

Un ministro miraba hace varios meses estos precedentes electorales con una cierta esperanza ante la convocatoria del 28-M: “Nuestros datos nos dicen que estamos en condiciones de ganar o empatar con el PP en el resultado global de las elecciones municipales, donde la gestión es lo principal y nuestros alcaldes lo han hecho bien. Si eso es así, significa que hay partido y podemos conservar el Gobierno de la nación”. Esa teoría, aplicada a los resultados registrados ayer, deja al PSOE con escasas posibilidades de revalidar el Ejecutivo central solo cinco años después de recuperarlo. Aunque la distancia en número de votos es inferior a la que el PSOE obtuvo hace solo cuatro años respecto al PP, la desventaja en poder institucional es colosal. La dispersión del voto en varias candidaturas a la izquierda del PSOE ha terminado por apuntalar la derrota más dolorosa para la formación de Pedro Sánchez, cuya especial implicación en esta campaña le convierte en uno de los principales perdedores del 28-M.

Una campaña electoral donde el ruido nacional ocultó los debates y las promesas de los candidatos ha dejado al PSOE en una situación desesperada. Los anuncios de inversiones sociales milmillonarias que hizo el presidente del Gobierno durante la precampaña y la campaña se difuminaron como humo en el aire frente al estruendo provocado por el escándalo de la inclusión en las listas de Bildu de condenados por terrorismo o de las tres operaciones policiales contra el fraude del voto por correo que salpicaban al PSOE de mitin a mitin. Un dirigente socialista se lamentaba así el último día de campaña: “Hemos demostrado que sabemos ganar elecciones, que sabemos gobernar porque España ha salido de las peores adversidades de estos cuatro años con un potente escudo social y más empleo que nunca... pero no sabemos mandar”.

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