Sánchez y Costa consolidan la alianza ibérica para reforzarse en Europa

Los dos líderes se reúnen este viernes en una cumbre en Viana do Castelo volcada en la cooperación energética entre España y Portugal y sin planes para mejorar a corto plazo las conexiones ferroviarias

El presidente español, Pedro Sánchez, y el primer ministro portugués, António Costa, durante un encuentro en el Palacio de São Bento, en Lisboa, en 2020.Armando Franca (AP)

Entre la cumbre ibérica celebrada en Trujillo hace un año y la que se desarrollará este viernes en Viana do Castelo, una guerra con la que nadie contaba en suelo europeo ha trastocado la política internacional, la economía y la vida de las personas. Si hace un año se miraban con cierto optimismo los indicadores económicos para calibrar cuándo regresaría la normalidad anterior a la pandemia, ahora la preocupación se centra en re...

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Entre la cumbre ibérica celebrada en Trujillo hace un año y la que se desarrollará este viernes en Viana do Castelo, una guerra con la que nadie contaba en suelo europeo ha trastocado la política internacional, la economía y la vida de las personas. Si hace un año se miraban con cierto optimismo los indicadores económicos para calibrar cuándo regresaría la normalidad anterior a la pandemia, ahora la preocupación se centra en rebajar la escalada de precios provocada por la invasión de Ucrania que han traído inflaciones a España (7,3%) y Portugal (10,6%) que no se veían desde hace tres décadas, por más que ambos países estén por debajo de la media de la zona euro (10,7%).

En este tiempo, el presidente español, Pedro Sánchez, y el primer ministro portugués, António Costa, han reforzado una sociedad política estratégica para defender intereses comunes en Bruselas en una suerte de alianza ibérica que les ha dado dos triunfos: la autorización para limitar el precio del gas para generar electricidad —la llamada excepción ibérica, aprobada el pasado junio— y el acuerdo con Francia para aumentar las infraestructuras energéticas con Portugal y España. Las expectativas del Gobierno español son muy positivas y confían en profundizar en los detalles técnicos del futuro tubo de hidrógeno verde entre Barcelona y Marsella en la cumbre euromediterránea prevista para el 9 de diciembre en Alicante.

La guerra demostró con crudeza que la península Ibérica es una isla apenas conectada con Europa. Y esto dejó de ser solo un problema de España y Portugal para tornarse un fallo capital de la Comisión Europea, volcada en el pasado en el gas que venía de Rusia.

Lo que Sánchez y Costa celebraron como conquistas ha sido censurado por la oposición a su derecha. El líder del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo, criticó la excepción ibérica en Bruselas poco antes de que la presidenta de la Comisión Europea, la también conservadora Ursula von der Leyen, reflexionase sobre la oportunidad de ampliarla a otros países. Varios responsables del Partido Social Demócrata (PSD, centroderecha), incluido su presidente, Luís Montenegro, arremetieron contra el acuerdo con Emmanuel Macron, favorable a un corredor de energía verde entre Barcelona y Marsella en vez del MidCat por los Pirineos, al considerar que Portugal sale perdiendo.

El nuevo liderazgo en el PSD, tras su derrota en las elecciones de enero que le dieron una imprevista mayoría absoluta a António Costa, se aleja de la colaboración del antiguo presidente, Rui Rio, y se acerca más al estilo combativo de los populares españoles. Aun así, Portugal está bien lejos de la tensión política de España. La prueba es que Costa y Montenegro se han reunido para desbloquear la construcción del nuevo aeropuerto de Lisboa, que lleva atascado medio siglo.

Si la energía será un asunto central de esta cumbre a la que acuden 18 ministros —se pretende avanzar hacia el almacenamiento conjunto de energía eléctrica—, las infraestructuras ferroviarias no parece que vayan a recibir un gran impulso a pesar de que la comunicación entre ambos países atraviesa uno de los peores momentos de la historia. No está previsto que los ministros de Transportes anuncien mejoras a corto plazo en las conexiones de Portugal con Galicia (Oporto-Vigo) ni entre Lisboa y Madrid, que por vez primera en más de un siglo no tienen un tren directo que las una.

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El aspecto más espinoso para las relaciones bilaterales es la gestión del agua en los ríos compartidos en pleno ciclo de sequía, aunque no se prevé que se plantee una reforma del convenio de Albufeira, el tratado internacional que regula desde 1998 los flujos del caudal de agua en las cinco cuencas comunes. La reserva hídrica española se encuentra al 32,2% de su capacidad, con la cuenca del Miño-Sil (43,1%) y la del Tajo (36,9%) por encima de la media y la del Duero ligeramente inferior (31,9%). La situación más grave es la de la cuenca del Guadiana (23,1%).

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