Sánchez asume la ruptura con el PP, sin complejos

No hay bases para pactos, ni para el diálogo, salvo acontecimientos imprevisibles, entre el Gobierno y el principal partido de la oposición

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, momentos antes de su intervención este martes en el Senado.Claudio Alvarez

Ruptura consumada. Habrá otras ocasiones de cara a cara, una vez al mes, en el Senado, pero este 6 de septiembre en la Cámara alta, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha lacrado el sobre figurado en el que se declara la imposibilidad de llegar a acuerdos de calado con el presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo. No hay bases para pactos, ni para el diálogo, salvo acontecimientos imprevisibles. Si no los hubo en plena pandemia, con la paralización del país y jorna...

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Ruptura consumada. Habrá otras ocasiones de cara a cara, una vez al mes, en el Senado, pero este 6 de septiembre en la Cámara alta, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha lacrado el sobre figurado en el que se declara la imposibilidad de llegar a acuerdos de calado con el presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo. No hay bases para pactos, ni para el diálogo, salvo acontecimientos imprevisibles. Si no los hubo en plena pandemia, con la paralización del país y jornadas con un millar de muertos, tampoco los hay ahora por mucho que la incertidumbre presida el presente y el devenir de España y de toda la Unión Europea. Todo es incierto, salvo que hay elecciones municipales, autonómicas y generales en 2023, y esas citas alejan aún más cualquier atisbo de cercanía entre las dos fuerzas que pueden ganar las elecciones. Las tragedias no han cambiado la implacable oposición del PP; Tampoco el presidente del Gobierno ha explorado técnicas de atracción de los sucesivos líderes populares. Lo considera inútil, dicen en su entorno.

El libreto del presidente se compuso de dos actos claramente diferenciados. Uno, para la sociedad; otro, paraAlberto Núñez Feijóo. Una vez que el líder del PP desgranó su discurso, no encontró el presidente la necesidad de cambiar su texto de réplica. Si el discurso inicial estuvo plagado de declaraciones de intenciones, de reconocimiento palmario de incertidumbres y de temores, así como de medidas aprobadas, anunciadas y otras de futuro inmediato, la réplica fue para el desahogo y desclavar espinas.

Desde la llegada de Feijóo y tras su primera y única reunión del mes de abril, todo han sido encontronazos. Sánchez ha entrado al cuerpo a cuerpo con la mochila cargada de reproches por las palabras y las obras —las votaciones en el Congreso de los asuntos relacionados con la crisis tras la guerra de Ucrania— del PP y su nuevo líder. Algunos errores formales y otros de concepto del presidente del PP han sido utilizados por Sánchez hasta el límite. El presidente quiere sepultar la divisa del PP respecto a su buena mano para la gestión en general y de Feijóo en particular. No hay duda del aprecio de los gallegos a su presidente durante 15 años, sostenido por cuatro mayorías absolutas, pero hacer frente a una crisis que está en trance de cambiar el mundo, es otra dimensión y para esta empresa no está a la altura. Esta es la tesis de Sánchez y de su Gobierno.

La brecha separadora se ha afianzado, tanto como la decisión del presidente del Gobierno de colocarle como representante del mundo financiero y empresarial y atribuir a esos sectores, junto a medios de comunicación, la decisión de contribuir a que el PP pueda ganar las elecciones.

No hay marcha atrás en la estrategia del presidente de criticar al gran mundo económico. No parece que haya sido un desliz. A la inmensa mayoría les dice que los temores por lo que pueda pasar —recortes energéticos, recesión económica— están justificados, pero promete —lo repitió tres veces— que hará lo indecible para que el manto social proteja lo máximo posible. Este es el mensaje que Sánchez quiso dejar en el Senado, junto al de la supuesta insolvencia de Feijóo para presidir España. Aparentemente, Sánchez solo exhibió contrariedad cuando el líder del PP le negó su condición socialdemócrata. También, y dentro del rango ideológico, cuando Feijóo no se retractó por haberle comparado con el sanguinario viejo dictador de García Márquez, protagonista de El otoño del patriarca.

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