Efectismo y volatilidad

El “momento Yolanda” parece haberse desvanecido, pero no será el último antes de las elecciones

La vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo y Economía Social, Yolanda Díaz, en la presentación de un acto, este lunes, en Madrid.Alejandro Martínez Vélez (Europa Press)

El barómetro del CIS publicado este jueves apunta a un claro final del “momento Yolanda”, del que hablamos en estas mismas páginas en noviembre. Los datos no permiten afirmar que la vicepresidenta segunda no consiga un buen resultado en las elecciones generales previstas para dentro de dos años, pero sí muestran claramente que el “efecto Yolanda” se ha...

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El barómetro del CIS publicado este jueves apunta a un claro final del “momento Yolanda”, del que hablamos en estas mismas páginas en noviembre. Los datos no permiten afirmar que la vicepresidenta segunda no consiga un buen resultado en las elecciones generales previstas para dentro de dos años, pero sí muestran claramente que el “efecto Yolanda” se ha desvanecido, por ahora.

Si se comparan los datos con los del barómetro de diciembre, UP pierde cerca de 365.000 fieles, que marchan a los cuarteles de invierno de la indecisión, la abstención y el voto en blanco, precisamente de donde habían salido en tropel en noviembre. También se observa una evidente contracción de los trasvases hacia UP, cerca de 400.000, provenientes de todo el arco de la izquierda, principalmente del PSOE y Más País, también de ERC.

Es interesante la trayectoria de los votantes del PSOE. Entre octubre y noviembre se observa una fuga de casi 300.000 hacia UP, la mayoría directamente del voto fiel y una parte importante desde la indecisión. Todos ellos vuelven al PSOE en dos fases entre diciembre y enero. La mitad dicen ahora que votarán a Sánchez, la otra mitad ha recalado en la indecisión. Un movimiento de ida y vuelta en un lapso de tres meses.

Entre mayo y diciembre vimos cómo se producía el “efecto Ayuso” en el espacio del PP. La victoria en Madrid catapultó el voto de los populares, que entre abril y mayo mejoraron en más de medio millón su voto fiel, además de atraer unos 400.000 votos desde Cs, Vox y el PSOE. En diciembre el voto fiel había quedado en la mitad y los trasvases de PSOE y Cs habían prácticamente desaparecido, mientras que con Vox había hecho el camino inverso: eran más los votos trasvasados de PP al partido de Abascal que a la inversa. El “efecto Ayuso” se había esfumado en siete meses.

Este tipo de episodios no son nuevos. Siempre ha existido cierto movimiento de simpatías entre partidos durante la legislatura, que algunas veces no se acaban concretando, y que responden a cambios en algún elemento del escenario (nuevos liderazgos, polémicas, contagio de otras elecciones). La novedad ahora es que se trata de episodios de corta duración y que involucran a un gran número de electores, con capacidad de modificar a fondo las expectativas generales y, con ello, las estrategias de los partidos. El ejemplo quizás más paradigmático fue el ascenso de Cs a lo largo de 2018, empujado por su resultado en las elecciones catalanas de diciembre de 2017, y que llevó al partido a su actual situación.

Lo que hay detrás de estos movimientos es un electorado más propenso al cambio, más volátil, sometido a un bombardeo constante de información que busca modificar la imagen que tienen de los actores políticos, lo que implica una permanente oscilación de simpatías entre ellos. El “efecto Ayuso” y el “efecto Yolanda” lo que muestran es la existencia de segmentos de voto susceptibles de moverse y variar su elección en un lapso de tiempo significativamente breve y al calor del constante electroshock al que les someten las informaciones que van apareciendo de forma secuencial, solapándose.

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No den nada por seguro. El “efecto Yolanda” parece haberse desvanecido, pero no será el último antes de las elecciones. Habrá más y serán rápidos y potentes. Porque cada vez hay menos voto que puede darse por seguro y la volatilidad, para muchos electores, es la nueva normalidad.

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