Análisis

El PP de Casado resucita todos sus fantasmas

El líder popular clausura su convención reivindicando en Valencia hasta el legado de Rita Barberá

Pablo Casado, sobre el escenario y en el centro de la Plaza de Toros de Valencia donde el PP cierra su convención.Foto: MÒNICA TORRES | EP

“Estamos todos, solo falta la güija”. Un relevante dirigente del PP clavaba así este domingo, desde el epicentro de la plaza de toros de Valencia, el paisaje que atisbaba a su alrededor. El físico y el espiritual. Retrataba así el estado de ánimo actual del PP de Casado, en la apoteósica clausura de la convención para su relanzamiento hacia La Moncloa, con uno de los ...

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“Estamos todos, solo falta la güija”. Un relevante dirigente del PP clavaba así este domingo, desde el epicentro de la plaza de toros de Valencia, el paisaje que atisbaba a su alrededor. El físico y el espiritual. Retrataba así el estado de ánimo actual del PP de Casado, en la apoteósica clausura de la convención para su relanzamiento hacia La Moncloa, con uno de los discursos más duros e intransigentes contra Pedro Sánchez que ha pronunciado en estos 38 meses que lleva ya liderando su zigzagueante proyecto, pero también el coso y los tendidos reventados de militantes de base: unos 12.000 entre el interior y los que se quedaron fuera.

En el albero valenciano, Casado intentó convocar este caluroso domingo de otoño con el tablero de su güija a todos los PP del pasado que en teoría ya no pertenecen a este mundo: reivindicó el legado de Aznar y de Rajoy, pero también el de la exalcaldesa Rita Barberá. Estaba hasta Francisco Camps, recuperado para la causa y encausado por montar en esa misma plaza, en las elecciones perdidas de 2008, otro megamitin con 80.000 euros irregulares dados a la Orange Market de Álvaro Pérez, El Bigotes, que aquel día sostenía hasta el atril. Camps se permitió este domingo hacer declaraciones a su entrada, el PP de Casado no fue capaz de impedírselo y el expresidente valenciano se jactó de que su partido “de toda la vida vuelve a casa”.

Ninguno de los muchos oradores locales, regionales, nacionales o de los pocos internacionales que hablaron en Valencia mencionó ni por asomo la palabra corrupción, escándalo, imputado o condenado. La visión de la plaza desbordada de gente favorecía otro signo de catársis: la del reencuentro y resurgimiento. La aspirante a la alcaldía de la capital, María José Catalá, solo aludió a que la plaza le había “dado muchas alegrías” al PP y que ahora no convenía mirar atrás, sino al futuro para echar a la izquierda de todas las instituciones. Fue la primera que intentó redimir los logros de Barberá.

Casado, que en ningún momento se liberó del traje y corbata de presidenciable, sudó una de sus alocuciones más intolerantes contra Sánchez y su gobernanza. No le concedió nada. Su enumeración de desastres lo abarcó todo. Vindicó “el gran legado de la gran Rita”, habló en varios idiomas y combinó sus diatribas catastrofistas y ultrapesimistas sobre todo lo gestionado por el presidente con llamadas a la esperanza si él accede algún día al poder. Sobre el patrimonio más oscuro de otros PP, Casado simplemente alertó de que la honestidad con él no se negociará: “El que haga algo mal lo pagará muy caro”.

En primera fila, sobre la arena, escucharon su concatenación de críticas y desastres sobre “el despótico Sánchez” los mandatarios autonómicos que gobiernan, los moderados más callados y los más combativos, y la orgullosa plana mayor de su partido, el que cree haber “reconstruido” ya en esta etapa tras dar por sobreentendido que Rajoy se lo dejó desastrado. Todos vaticinan en público que la trashumante convención de Casado “ha salido muy bien, ha sido un éxito porque se ha hablado del partido, aunque sea para mal, mucho tiempo y se ha copado la agenda”, y se han conjurado para manifestar que el líder llega a esta fase de la legislatura reforzada. Eso ante los micrófonos y las cámaras. En privado expresan muchas más dudas. Les gustaría que se asentase más, se rodease mejor, mantuviese un mismo discurso algo más de tiempo y no fuese siempre tan negativo. Que se creyese su perfil presidenciable.

Este tipo de clausuras del PP valenciano son una paella con ingredientes a veces muy heterogéneos, que podrían parecer de difícil digestión. Los tendidos son entusiastas y bailones, el DJ mezcla We are the people de Martin Garrix, Bono & The Edge con el himno europeo de la alegría y el valenciano en versión de Francisco, y los militantes lo agradecen todo porque están muy necesitados de recuperar el poder en las instituciones, que antes copaban y ahora les son bastante ajenas.

Como traca final, Casado ofreció muchas leyes y reformas “institucionales, sobre empleo y sobre las familias” en cuanto gobierne, llevando la contraria a lo que los expresidentes Mariano Rajoy y Felipe González le recetaron esta semana desde el Foro de A Toxa: “No hagas por hacer y lo que funciona no lo cambies”. El líder popular afirmó que no persigue un Ejecutivo popular intervencionista, pero luego avanzó que retocará prácticamente todo lo que ha hecho Sánchez y se atribuyó para su partido desde la Transición, la Constitución, la fundación de la Unión Europea, el euro, la caída del muro de Berlín, la derrota de ETA, el feminismo y la ruptura del techo de cristal para las mujeres y “la lealtad y adhesión a su majestad el rey Felipe VI”. Prometió volver a intervenir Cataluña “con firmeza, determinación y sin concesiones” como el 1-O, traer al expresident Carles Puigdemont para que sea juzgado por el Tribunal Supremo y “perseguirle por el último rincón de Europa”. Y concluyó: “El mundo es mucho mejor con nuestras ideas”.

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