Se vota en Cataluña, se la juegan en Madrid

El resultado de los comicios del 14 de febrero abrirá un tiempo nuevo en la política catalana, pero también en la nacional

Una pantalla de televisión en la sede del PSC en Barcelona emite la intervención del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, este jueves durante el evento inicial de la campaña de las elecciones catalanas del 14 de febrero.Quique García (EFE)

Las elecciones catalanas nunca han sido unos comicios más dentro del complejo Estado autonómico español. Desde hace un decenio no solo conservan su singularidad, sino que determinan el sosiego o la zozobra política de toda España. El proceso independentista sostenido por los partidos soberanistas, provocó la crisis institucional más grave en cuarenta años de democracia.

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Las elecciones catalanas nunca han sido unos comicios más dentro del complejo Estado autonómico español. Desde hace un decenio no solo conservan su singularidad, sino que determinan el sosiego o la zozobra política de toda España. El proceso independentista sostenido por los partidos soberanistas, provocó la crisis institucional más grave en cuarenta años de democracia.

El resultado de los comicios del próximo 14 de febrero abrirá paso a un tiempo nuevo en la política catalana, pero también en la nacional. Las bases del cambio se escribirán con el nombre del partido saque más votos o con el resultado del bloque de los segundos. Entre los tres partidos que se disputarán la victoria, el número ordinal en el que queden determinará su presente y su futuro en la política nacional.

El juego en la primera liga se producirá entre ERC, PSC y Junts per Catalunya. Tras ellos, En Comú Podem, Ciudadanos, PP y Vox afrontan estas elecciones con dramatismo en el caso de los tres primeros, y con alegría desbordarte los de Santiago Abascal.

Las expectativas de victoria del PSC, con Salvador Illa a la cabeza, van por debajo de las que tiene ERC, pero su afán de triunfo no es tan agónico como el que mueve a los republicanos y a los seguidores de Laura Borràs, también avalada desde Waterloo por Carles Puigdemont, aunque no fuera su candidata. El PSC solo se vería derrotado si se quedara en una subida de cuatro, cinco o seis diputados. A partir de ahí, Illa se convertiría en el jefe de la oposición con un proyecto constitucionalista para Cataluña con hilo conductor hasta la Moncloa, según el punto dos del esquema socialista. El uno sería gobernar.

El énfasis se pone en que si Illa no llega al Palau de la Generalitat, será el cabeza de un nuevo proyecto con un apoyo interno absoluto, que incluye el imprescindible y potente poder municipal de los socialistas.

Las luces de las sedes de Ciudadanos, PP, Vox y En Comú Podem-Unidas Podemos estarán tan encendidas en Barcelona como en Madrid durante la noche electoral. El partido de Inés Arrimadas, ganador en los comicios de 2017, asiste con pavor el reparto que sus adversarios hacen de su caladero de votos. En el PP valoran extraordinariamente a su candidato Alejandro Fernández pero la posible entrada de Vox con igual o superior fuerza que los populares golpea de lleno al líder del PP, Pablo Casado. Santiago Abascal no se le despega. Un mal resultado de los comunes viene mal a Unidas Podemos, cuya capacidad de presión a sus socios del PSOE decrecería un poco más. Estas elecciones son mucho más que elegir a los parlamentarios de Cataluña.

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