El dinero europeo rebaja la tensión política en España
El Gobierno confía en que cambie el ciclo y ahora el debate se centre en las ayudas públicas, mientras los empresarios piden unidad. El PP se replantea su estrategia de acoso y derribo
Con el final del estado de alarma llega un nuevo ciclo de la política española. Hasta ahora, todo giraba en torno a la gestión sanitaria de la pandemia. España ha sido uno de los países más afectados del mundo y también uno de los que ha vivido un enfrentamiento político más fuerte. Nada indica que esa crispación, que viene de lejos, vaya a desaparecer por completo, pero varios ministros y dirigentes de diferentes partidos consultados coinciden...
Con el final del estado de alarma llega un nuevo ciclo de la política española. Hasta ahora, todo giraba en torno a la gestión sanitaria de la pandemia. España ha sido uno de los países más afectados del mundo y también uno de los que ha vivido un enfrentamiento político más fuerte. Nada indica que esa crispación, que viene de lejos, vaya a desaparecer por completo, pero varios ministros y dirigentes de diferentes partidos consultados coinciden en que el eje va a cambiar de forma radical: ahora solo se hablará de economía, de reconstrucción del tejido productivo, de inversiones y ayudas públicas en sectores clave. Y ahí juega un papel decisivo el fondo europeo de 750.000 millones de euros que están negociando estos días los jefes de Estado y de Gobierno y que puede salvar las economías más afectadas, en especial la italiana y la española.
El Ejecutivo confía en que esa nueva realidad, que gira alrededor de una descomunal inyección de dinero público en las economías europeas, rebaje la tensión política. De hecho ya hay algunos síntomas de que ese fenómeno está empezando, aunque aún de forma discreta: el PP ha apoyado el ingreso mínimo vital, ha apuntado su respaldo, con críticas, a los planes del automóvil y del turismo, y está casi decidido a votar esta semana a favor del llamado decreto de la nueva normalidad.
Los ministros viven este final del estado de alarma con una sensación de cambio de ciclo. Están agotados, algunos incluso han caído enfermos ahora después de semanas en las que la tensión de la crisis no les permitía parar. Varios de ellos han visitado a sus familias por primera vez este fin de semana después de meses de ausencia. Pero todos los consultados son conscientes de que ahora viene una etapa durísima porque al bajar la marea quedarán en evidencia las terribles consecuencias económicas del confinamiento y del cambio radical de costumbres en un país que tiene un 12% del PIB y un 13% del empleo dependiente del turismo, el sector más afectado por una pandemia que altera los desplazamientos y aún mantendrá durante un tiempo cerradas las fronteras de España con buena parte del planeta.
Esta crisis no se resolverá como la de 2008, con ajustes fuertes. El Gobierno lo repite como un mantra y este sábado insistió el presidente en la idea. La salida llegará con la ayuda europea y con un fuerte endeudamiento de España y de otros países para proteger a los sectores más perjudicados. Las cifras abruman. El Ejecutivo está gastando más de 5.000 millones de euros al mes en ERTE, 3.000 en bonificaciones de la Seguridad Social. Acaba de aprobar un fondo de 16.000 millones para las comunidades autónomas. Otros 3.000 para el sector del automóvil. 4.200 para el turismo. Y queda la traca final con los 140.000 millones, 74.000 de ellos en modo de transferencias, que le tocarían a España del fondo europeo.
Todo ese dinero público hace que empresarios, sindicatos y todos los agentes económicos estén muy pendientes de la negociación con el Gobierno. Varios ministros hablan casi a diario con patronales y sindicatos para organizar este reparto, para negociar la ampliación de los ERTE. Ese contexto hace mucho más extemporánea la guerra en el Congreso. Las peticiones de unidad no llegan solo del Gobierno. Este sábado mismo se hizo público un manifiesto “por un Acuerdo de Convivencia y de Relanzamiento Económico y Social que refuerce nuestro sistema democrático y posibilite la recuperación económica” que firman 66 grupos, entre ellos el Círculo de Empresarios. Mientras los empresarios, muchos de ellos cercanos al PP, están pidiendo ayudas y unidad política en sus foros, cada vez es más difícil para Casado mantener su batalla.
Por eso, y pese a que nadie en el Gobierno niega el desgaste que han tenido hasta ahora y el que pueden tener a partir de ahora con las consecuencias sociales de la crisis económica, los ministros consultados insisten en confiar en un ligero cambio de clima.
La coalición aguanta. Algunos incluso creen que el ataque de la oposición la ha reforzado.
Iglesias ha optado por el pragmatismo ante la nueva relación del PSOE con Ciudadanos. No es que les guste, pero el líder ha pedido a los suyos esta semana que no entren públicamente a esta batalla porque la prioridad ahora es blindar la coalición. El PSOE también tiene muy claro que la coalición es la clave de todo. No hay alternativa.
Mientras, en la dirección del PP se había instalado la idea de que la crisis del coronavirus haría caer al Gobierno, porque implicaría recortes que harían que Podemos se apease de la coalición. En esa convicción, Pablo Casado se había autoimpuesto un tono de campaña permanente y crítica implacable al Ejecutivo. Pero la presión de barones del partido que, como Alfonso Fernández Mañueco, capitalizan la firma de un acuerdo con la oposición, o que como Alberto Núñez Feijóo, acarician la posibilidad de una cuarta mayoría absoluta con un discurso mucho más moderado que el de la dirección nacional, unido a los llamamientos de los empresarios para buscar pactos, ha obligado a Génova a repensar su estrategia.
Si el escenario es el b, el de una legislatura larga, es necesario, a juicio de dirigentes populares consultados por este diario, buscar un equilibrio, una fórmula que permita desgastar al Ejecutivo sin perder la imagen de alternativa de Gobierno, algo que, como señalan las mismas fuentes, se esfuma cada vez que el PP se arrima al discurso de Vox.
Con ese propósito de compatibilizar la crítica con la imagen de partido de Estado, Casado ofrece pactos al Gobierno —ha colocado a dos perfiles más identificados con la gestión que con la ideología, Ana Pastor y Elvira Rodríguez, para tratar de llegar a acuerdos en Sanidad y Economía— mientras mantiene su compromiso de reclamar una comisión de investigación en el Congreso para exponer los errores de La Moncloa durante la gestión del coronavirus —después de haber mantenido estas semanas que el Gobierno tomó “decisiones letales” para los españoles—.
En ese doble discurso de palo y zanahoria, que ejemplifica también las dos almas del partido, se moverán los populares en las próximas semanas. La portavoz en el Congreso, Cayetana Álvarez de Toledo, saludó la alocución del jefe del Ejecutivo de este sábado con estas palabras: “Por fin comparece el campeón del consenso, adalid de la Transición, supremo sacerdote del talante y antídoto de la crispación”. Desde la cuenta oficial del PP se burlaron de la intervención de Sánchez —“Aló presidente”— y de que el Gobierno sostenga que “han salvado 450.000 vidas según estudios independientes”. “Si no saben las personas que han fallecido, ¿cómo van a saber los que han salvado?”. Este sábado tocaba palo. Pero quedan muchas zanahorias por delante.
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