Una semana, dos leyes y una crisis

Sánchez e Iglesias pactan blindar la coalición tras sus peores siete días

En foto, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y el vicepresidente segundo, Pablo Iglesias, en el Senado. En vídeo, la semana de crisis del Gobierno.Vídeo: KIKO HUESCA (EFE) / ATLAS 

Había una docena de ministros mirando, y a todos les llamó la atención la imagen. El miércoles, al día siguiente de que Pablo Iglesias llamara “machista reprimido” a Juan Carlos Campo, el ministro de Justicia, ambos se encontraron en el Palacio de La Zarzuela, en la reunión del Consejo de Seguridad Nacional presidido por el Rey. Al verse, para sorpresa de sus compañeros, se dieron un largo abrazo. No era casualidad. Habían hablado la noche ante...

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Había una docena de ministros mirando, y a todos les llamó la atención la imagen. El miércoles, al día siguiente de que Pablo Iglesias llamara “machista reprimido” a Juan Carlos Campo, el ministro de Justicia, ambos se encontraron en el Palacio de La Zarzuela, en la reunión del Consejo de Seguridad Nacional presidido por el Rey. Al verse, para sorpresa de sus compañeros, se dieron un largo abrazo. No era casualidad. Habían hablado la noche anterior, después de que Iglesias lanzara su andanada en los pasillos del Senado. El líder de Unidas Podemos le pidió disculpas y todo quedó resuelto entre ellos. Desde ese momento, Unidas Podemos ya no carga contra Campo. El centro de todas sus críticas es Carmen Calvo, la vicepresidenta.

Fuentes de los dos sectores coinciden en que la negociación de la ley de violencia sexual ha roto los puentes políticos entre los de Iglesias y Calvo, que ya venían agrietados de lejos, desde la fallida negociación de julio, que ella protagonizó con Pablo Echenique. No es casualidad que la ronda final, la exitosa, la llevaran dos personas diferentes: Adriana Lastra por el PSOE e Irene Montero por Unidas Podemos.

En el entorno de Calvo insisten en que no hay ningún conflicto con Iglesias ni con Unidas Podemos. Señalan que la interlocución con el vicepresidente segundo es normal, que han seguido hablando después del Consejo de Ministros del martes. Creen que toda la polémica se ha exagerado porque la discusión entre ministerios es habitual. Calvo está convencida de que todo seguirá como hasta ahora, sin cambios. Las tensiones entre la vicepresidencia primera, que tiene mucho poder, y el resto del Ejecutivo han sido una constante de todos los gobiernos, también los monocolores del PSOE o del PP.

Pero Iglesias y los suyos parecen mucho más cómodos hablando con el presidente y su equipo que con la vicepresidenta. Y quieren intentar que sean los líderes quienes resuelvan los conflictos sin contar con ella. Iván Redondo y Juanma del Olmo, gurús de comunicación de ambos lados, hablan sin parar y dirigen la estrategia para marcar la agenda política. No han tenido hasta ahora discusiones importantes. Félix Bolaños e Ione Belarra, que cerraron los detalles de la composición del Gobierno, hablan con cada fricción de competencias o cuestiones logísticas del día a día. Y tampoco han estallado conflictos relevantes. Pero con Calvo la tensión no ha bajado nunca, y estalló esta semana, aunque en su entorno insisten en que no ha habido nada fuera de lo común. Dicen que será ella la que siga coordinando el remate fino de las leyes, porque Sánchez e Iglesias nunca podrán cerrar esos detalles. Solo para este año hay previstas 92 normas.

Iglesias, según fuentes del Ejecutivo, no se ha animado a pedirle a Sánchez la cabeza de su vicepresidenta. No puede hacerlo. Sería un pulso que el presidente no podría aceptar. De hecho ella mantiene todas sus atribuciones de coordinación y dirección de los trabajos previos al Consejo de Ministros intactas. Pero políticamente, para Unidas Podemos el problema es ella. Ni Sánchez ni los otros ministros.

En el Gobierno se pensaba que la primera gran tensión llegaría con Nadia Calviño, la vicepresidenta económica, muy alejada ideológicamente de las posiciones de Unidas Podemos. Pero no ha sido así. Ha habido algunos cruces menores, pero nada comparable a lo de Calvo con Irene Montero, la ministra de Igualdad.

Después de una semana muy complicada, ambos grupos han decidido que no pueden seguir así. Sánchez e Iglesias han hablado varias veces para amarrar la coalición. La paz se terminó de cerrar en la reunión por sorpresa que se convocó el viernes. Allí los dos grupos se conjuraron: “Esto no puede volver a pasar”. Ambos prometieron al otro que cumplirán el acuerdo de Gobierno, que incluye un elemento importante: no habrá filtraciones agresivas a la prensa de documentos internos en discusión ni cruces de acusaciones. Ese ha sido uno de los asuntos que más ha calentado los ánimos estos días.

El PSOE promete más coordinación y respeto para los ministros de Unidas Podemos. Y exige lo mismo. La idea que se trasladó esta semana desde el lado socialista de que el equipo de Montero había hecho una ley desastrosa por falta de experiencia indignó a este grupo. Mientras, la frase de Iglesias que llamaba machista a un ministro socialista molestó mucho al otro.

Habrá cambios, y seguramente Unidas Podemos buscará más a otros interlocutores para resolver los problemas, pero Calvo sigue. Quedó claro en la reunión de coordinación. De forma muy simbólica, fue el propio Iván Redondo, el gran rival interno de Calvo en La Moncloa, el que lo expresó con claridad, según fuentes presentes en el encuentro. Redondo dijo que hay que fortalecer la comisión de coordinación, con Lastra y Echenique a la cabeza, pero a la vez aseguró que “quien coordina el Gobierno es la vicepresidenta”. Nadie de Unidas Podemos lo puso en cuestión ahí.

Sánchez ha transmitido estos días su preocupación a sus interlocutores. Una semana que tenía que ser muy buena, con dos leyes simbólicas para la izquierda como la de educación y la de violencia sexual, ha sido de crisis interna. Las leyes han quedado opacadas. Unidas Podemos asegura que ellos han sido flexibles también en la de educación, que finalmente no prohíbe las subvenciones a colegios que segregan a niños, a pesar de que el acuerdo de Gobierno dice lo contrario. Ese roce, que ha quedado en segundo plano, también es importante y fue objeto de discusión en el último Consejo de Ministros, según fuentes del Ejecutivo.

Iglesias y Sánchez han blindado su relación y la coalición, según aseguran fuentes de los dos sectores, y es esa confianza que han trazado, después de meses de batalla, la que resuelve al final todos los problemas. Nadie en la docena de ministros y altos cargos consultados duda de que la coalición, pese a sufrir la peor semana de sus dos meses de vida, resistirá el embate. Sánchez e Iglesias se han conjurado para lograrlo.

Como siempre, es cuestión de interés político, no de buenas o malas relaciones personales. Ambos están condenados a entenderse porque cualquier otra opción sería muy perjudicial, según coinciden personas cercanas a los dos líderes. Los resultados de las elecciones de noviembre, en los que entre los dos perdieron 10 escaños y 1,3 millones de votos, están ahí para recordarles por qué les conviene un Ejecutivo estable que sea capaz de sacar adelante leyes progresistas y reanimar a la izquierda, dar ejemplo en Europa —España es un caso único de coalición con un grupo a la izquierda de la socialdemocracia— y evitar así que la ola conservadora que invade casi todo el continente se haga con el poder en la única de las grandes economías europeas que dirigen los progresistas. Ambos necesitan un ambiente de entusiasmo en la izquierda para evitar que la ola conservadora que recorre toda Europa domine también España, un caso único entre las grandes economías del euro. De hecho, esta misma semana el Gobierno ya prepara un paquete de medidas de calado para cambiar el debate y revitalizar la imagen de la coalición.

Algunos ministros están preocupados porque haya estallado tan pronto el conflicto y con tanta agresividad. Otros dicen lo contrario: están bien que haya sido ya, porque sirve de aprendizaje. Ahora todos estarán pendientes para ver qué consecuencias tiene esta crisis, sobre todo en el reparto de poder en La Moncloa, con Calvo y Redondo en eterna guerra fría. La coalición sigue en periodo de ajuste, pero por el momento todos parecen interesados en salvarla cueste lo que cueste.

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