Un paseo entre trincheras y una antigua fábrica de explosivos a las afueras de Oviedo
A Santa María del Naranco y San Miguel de Lillo, las dos visitas clásicas en los alrededores de la ciudad asturiana, se le unen dos nuevas propuestas históricas acondicionadas recientemente por el Ayuntamiento: la ruta de la Guerra Civil y la arqueología industrial del bosque de La Zoreda
Lo normal cuando alguien me pregunta por excursiones en los alrededores de Oviedo es que le responda Santa María del Naranco y San Miguel de Lillo. Los dos grandes referentes del prerrománico asturiano. Y es cierto, estas joyas del arte asturiano altomedieval son dos lugares a visitar, sí o sí, cuando se viaja a la capital de Asturias. Pero ya no son las únicas. Una de las propuestas más recientes está en el mismo ...
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Lo normal cuando alguien me pregunta por excursiones en los alrededores de Oviedo es que le responda Santa María del Naranco y San Miguel de Lillo. Los dos grandes referentes del prerrománico asturiano. Y es cierto, estas joyas del arte asturiano altomedieval son dos lugares a visitar, sí o sí, cuando se viaja a la capital de Asturias. Pero ya no son las únicas. Una de las propuestas más recientes está en el mismo monte Naranco, la cima mítica para los aficionados al ciclismo y pulmón verde ovetense lleno de multitud de posibilidades para recorrer a pie o en bicicleta.
Esta montaña de seis kilómetros de largo y poco más de 600 metros de elevación ―coronada desde los años ochenta por una gigantesca estatua del Sagrado Corazón― fue durante la Guerra Civil el frente en el que se estancó durante más de un año, desde el verano de 1936 hasta el otoño de 1937, la contienda entre los sublevados franquistas y las tropas republicanas que trataban de tomar la ciudad. Oviedo fue, gracias a una estratagema del coronel que dirigía la plaza en aquel verano del 36, la única ciudad asturiana que no quedó en el bando del gobierno legítimo. Una situación desesperante para los republicanos, que trataron a toda costa de recuperarla. A punto estuvieron de hacerlo de no haber sido porque Franco mandó una columna desde A Coruña, formada, sobre todo, por marroquíes de los tabores de Regulares y por legionarios. Los refuerzos pudieron entrar en Oviedo abriendo un corredor que la unía con el bando nacional, reforzando sus defensas y manteniéndolas hasta que cayó el Frente del Norte.
El monte Naranco, por su posición estratégica sobre Oviedo, se convirtió en un infierno para ambos bandos, con una lucha encarnizada que produjo en un año miles de muertos. En la cima estaban los marroquíes, que cavaron trincheras, levantaron casamatas y nidos de ametralladoras. En la colina de enfrente, un poquito más baja, estaban los republicanos, que igualmente cavaron trincheras y levantaron casamatas, búnkeres y posiciones para las ametralladoras. La lucha fue cruel y sin cuartel, no se hacían prisioneros. Miles de obuses y proyectiles de todo tipo estallaron en las laderas dominadas por uno y otro bando, sin que las posiciones avanzaran ni un metro.
Muchos de los restos de aquella batalla de trincheras se han puesto ahora en valor y forman la ruta de la Guerra Civil en Oviedo, una nueva oferta con la que el Ayuntamiento quiere diversificar las visitas turísticas de la ciudad y que está teniendo mucho éxito. Como todo lo relacionado con el turismo bélico o de guerra, un tipo de actividades que ya funciona desde hace mucho tiempo en lugares emblemáticos de la II Guerra Mundial, como los memoriales y cementerios de Normandía, la playa de Omaha o el Muro Atlántico de Audinghen, todos en Francia.
“Tenemos censados más de un centenar de vestigios de fortificaciones en el entorno inmediato de la ciudad”, me comenta Alfonso Fanjul, arqueólogo especialista en este trágico periodo de la historia reciente de España y asesor del Consistorio de Oviedo, mientras recorremos un tramo de trinchera en zigzag que apareció en muy buen estado de conservación a apenas unos metros del Sagrado Corazón que domina el Naranco. “Pero la mayor parte de ellos están en malas condiciones de acceso o han llegado semidestruidos, ya que mucha gente aprovechó para sacar los hierros de las estructuras de hormigón para venderlos como chatarra durante la posguerra. Se hizo una selección de cuatro fortificaciones en muy buen estado y un par de trincheras para ofrecer ahora una ruta guiada de entre una hora y media y dos horas de duración relativas a Guerra Civil en el monte Naranco”.
Fanjul dirigió en 2012 las primeras excavaciones arqueológicas que se hicieron en Asturias sobre la Guerra Civil y está entusiasmado con la cantidad de material que está apareciendo en las excavaciones, pese a que estas apenas han avanzado unos metros. “No solo ha aparecido material bélico, también objetos personales de los soldados que lucharon en los dos bandos y que nos dan una información fabulosa para reconstruir aquel periodo”, detalla. Entre los hallazgos más singulares, una botellita de cristal tallado de perfume de mujer, fabricado en Valencia en 1930. Cuando le pregunto qué hacía un objeto como ese en un entorno como la guerra de trincheras, se encoje de hombros y sonríe. ¿Lo llevaría encima un soldado para recordar a su amada mientras caían bombas y las ráfagas de ametralladora barrían las trincheras? Nunca lo sabremos.
Todos esos objetos serán puestos en valor y algún día ocuparán vitrinas de un museo. De momento, los visitantes pueden hacer un descenso a una de las páginas más negras de la historia reciente de España con las visitas guiadas por Alfonso Fanjul que ofrece el Ayuntamiento los domingos de primavera y verano a esas dos trincheras y las cuatro casamatas del monte Naranco.
La fábrica de explosivos que plantaba árboles
En el otro extremo del valle, al sur de la ciudad, los ovetenses se han encontrado con otro regalo de la naturaleza. O, en este caso, de la industria de la pólvora y la dinamita. En 1865, el ingeniero belga Dionisio Thiry fundó en unos terrenos a las afueras de Oviedo una fábrica de explosivos para dar servicio a la creciente industria minera asturiana. La Sociedad de Explosivos La Manjoya llegó a ser un emporio industrial en el que trabajaron unas 1.200 personas.
Para evitar que deflagraciones incontroladas (algo que, al parecer, fue más habitual de la cuenta: se calcula que unos 140 trabajadores murieron a lo largo de su historia por explosiones fortuitas) se llevaron a cabo varias actuaciones, desde gruesos muros de hormigón a la puerta de cada almacén hasta la plantación de un bosque de especies autóctonas y forasteras de 30 hectáreas que rodeaba las instalaciones para que en caso de un accidente los árboles amortiguaran la onda expansiva. En un principio se plantaron especies exóticas como secuoyas, pero al final se vio que las únicas que arraigaban bien eran las autóctonas, el bosque atlántico.
La Manjoya cerró en los años noventa, con el declive de la minería. La fábrica y todos los edificios anexos, que incluían alojamiento de los ingenieros y directivos, una iglesia y bastantes edificaciones que podían haber sido reutilizadas para otros fines, fue arrasada y en esos terrenos se proyectó una ampliación urbanística de Oviedo que, con la llegada de la crisis de 2008, quedó inconclusa. Pero toda la enorme reserva forestal, y lo que albergaba, quedó allí, olvidada. “Los terrenos quedan en principio cerrados y se produce un abandono absoluto de todas las estructuras industriales”, me cuenta Alfonso Fanjul, quien también ha participado en el inventariado y catalogación del patrimonio industrial del bosque de La Zoreda, como se conoce a la zona, y que me acompaña para visitarla. “Lo bueno es que eso hace también que sea una zona desconocida en Oviedo, porque primero era privado y luego, un puro abandono. La gente no tenía ninguna intención, ningún interés, en recorrer ese sector degradado de la ciudad”. En 2019 el Ayuntamiento logró recuperar los terrenos para crear un parque periurbano, algo que ya se había intentado al poco de cerrarse la fábrica. La idea era aprovechar esas 30 hectáreas de bosque atlántico pegado al entorno urbano de Oviedo como una oferta más de esparcimiento y ocio para los ciudadanos.
Caminar por los senderos de La Zoreda produce ahora mismo sentimientos encontrados. Te sumerges bajo una bóveda verde de auténtico bosque atlántico de robles, hayas y castaños, algunos de porte increíblemente grande, y te crees en un bosque primario de la cordillera atlántica. Sin embargo, es un bosque falso, un bosque que no estaba antes allí y que fue creado por el hombre. Pero dado su curioso origen, parece una foresta de verdad. También sorprende que en algunos momentos miras a un lado y solo ves naturaleza virgen; giras la cabeza al otro y ves la autopista y los edificios blancos de la inconclusa urbanización de La Zoreda.
Un lugar extraño, pero un privilegio para una ciudad como Oviedo que ya tenía mucho verde alrededor pero que puede vanagloriarse de tener ahora también uno de los mayores parques periurbanos de España. Eso sí, inconcluso. Porque entre esos árboles centenarios se mezclan ruinas, muros llenos de pintadas, instalaciones abandonadas y mucho aún por limpiar. La Zoreda es un proyecto tan ambicioso como joven donde está casi todo por hacer.
“Se hizo ya un gran trabajo de recuperación del bosque”, explica Fanjul mientras avanzamos por uno de los caminos asfaltados. “Ves esto donde estamos ahora mismo, pues la carretera y el asfalto no se veían de la cantidad de matorral y maleza que había crecido en todos estos años. Fue un trabajo ímprobo limpiarlo y dejarlo como ahora lo ves. Ahora mismo el proyecto está en una fase de poner en valor alguno de los 70 edificios abandonados que tenemos catalogados dentro del parque, de laboratorios de nitroglicerina a talleres donde las mujeres cargaban los cartuchos o los almacenes donde se acumulaba el explosivo final. Muchos de ellos son subterráneos. Tenemos catalogadas instalaciones desde 1870 hasta 1990. En este sentido, es como un gran parque arqueológico industrial, posiblemente sea uno de los mayores de España, no solo por las dimensiones sino también por la cantidad de edificios que pueden ser observados respecto a una industria tan especializada como fue la de explosivos. De momento solo es visitable uno de ellos, pero la idea es poner en valor varios más acondicionando el acceso”.
Si el paseo le ha dado hambre, en el linde del bosque ―y sin ninguna relación con la antigua fábrica― encontrará el Castillo del Bosque La Zoreda, un palacete del siglo XX en forma de fortaleza historicista que mandó construir un adinerado local y que se ha reconvertido en hotel de cinco estrellas con un magnífico restaurante. Descanso para el cuerpo tras un agotador paseo por la historia industrial y bélica de Oviedo.
Datos prácticos
Hay visitas guiadas a ambos parques arqueológicos en los alrededores de Oviedo todos los domingos desde el 23 de abril al 29 de septiembre, ambos inclusive.
- La del parque de La Zoreda empieza a las 12.00 en el parking exterior del restaurante Castillo de La Zoreda. No es necesario reservar.
- La de la ruta de la Guerra Civil en el Naranco parte a las cinco de la tarde desde la base del monumento al Sagrado Corazón, en la cima del Naranco. En este caso, las plazas son limitadas y hay que reservar mediante llamada telefónica o WhatsApp (679 07 90 76), en horario laboral.
- Ambas visitas son gratuitas.
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