Un paseo por El Valle de los Sueños, un museo al aire libre en Puebla de la Sierra

116 obras de artistas internacionales jalonan una ruta escultórica por los bosques que rodean el pueblo madrileño, de los más apartados y solitarios de la comunidad. Los árboles centenarios sirven de marco a muchas de ellas

'Silla gigante de Meira', una de las obras de El Valle de los Sueños, en Puebla de la Sierra (Comunidad de Madrid).ANDRÉS CAMPOS

El artista Federico Eguía (Puebla de la Sierra, 1953) no ha olvidado aquel día de invierno de hace 60 años en que fue con su padre a vender carbón vegetal por los pueblos de la sierra norte madrileña en un Ford V8 de 1934, como el de Bonnie & Clyde. Salieron a las diez de la mañana por la carretera que cruza el puerto de La Puebla, la única que por entonces unía su valle natal con el resto del mundo, aún sin asfaltar, y llegaron al primer lugar que hay al otro lado, Prádena del Rincón, ateridos y derrengados, a las ocho de la tarde: ¡10 horas para recorrer 19 kilómetros! Y todavía tuvieron suerte, porque la nieve se podía ir quitando con pala. Otras veces había tanta que el puerto se cerraba tres meses.

Hoy hay dos carreteras bien asfaltadas para entrar y salir del valle y apenas nieva, pero Federico Eguía, por si acaso, aconseja a sus amigos de todo el mundo acercarse a Puebla de la Sierra antes de que se eche encima el invierno. Otoño es el momento, cuando Flora extiende los colores cálidos de su inmensa paleta sobre las copas de los robles centenarios, de los cerezos, de los fresnos, de los nogales, de los castaños y de los álamos y alisos ribereños. Muchos de sus amigos son artistas como él, y aprecian con entusiasmo la riqueza cromática de este cuadro. Es una obra maestra de la naturaleza, la primera que ven al atravesar el puerto de La Puebla y la última que contemplan al marcharse.

Federico Eguía, creador de El Valle de los Sueños, en su taller.ANDRÉS CAMPOS

Puebla de la Sierra es la localidad madrileña más alejada de la capital: unos 110 kilómetros. También es el municipio menos densamente poblado de la región: 88 habitantes —1,52 por kilómetro cuadrado—. Y el que más obras de arte tiene per capita —eso dice su página web—. Solo en el itinerario escultórico El Valle de los Sueños, creado por iniciativa de Eguía en 2005 y ampliado a lo largo de las siete bienales homónimas celebradas hasta 2018, hay 116. ¿Se imaginan que en las calles y parques de la ciudad de Madrid hubiera 4,5 millones de esculturas? Pues eso.

La senda escultórica que rodea Puebla de la Sierra se recorre tranquilamente en un par de horas. No tiene pérdida: en la calle Mayor, fijado en la pared del Ayuntamiento, hay un panel informativo con un código QR para descargarse el plano. Una de las obras más llamativas y próximas al pueblo es Minotauro, de Jorge Egea, quien ganó la segunda bienal (2008) siendo un recién licenciado en Bellas Artes y ahora es uno de los grandes maestros españoles de la escultura realista, sobre todo de la figura humana. Pero la más impactante, y también la más lejana, es la Silla gigante de Meira, de Xulio Lago y Roberto Brañas. Esta silla blanca de más de cinco metros de alto está plantada a 1.500 metros de altura, 300 por encima de los tejados y 300 por debajo de las mayores alturas del valle: el alto del Porrejón y la peña de la Cabra. Menuda silla y menudas vistas. Algunos visitantes, los que están más en forma, trepan por este asiento descomunal para fotografiarse allá en lo alto y sentirse como debía de sentirse Pulgarcito en la casa del ogro. En pocos museos del mundo las obras se pueden tocar y no digamos escalar.

La obra 'Burka', una de las esculturas en El Valle de los Sueños, en el pueblo madrileño de Puebla de la Sierra.ANDRÉS CAMPOS

Camino de la Silla gigante de Meira se ve también el Rebollo de las Puentecillas, un ejemplar singular de roble melojo (Quercus pyrenaica) con un tronco de 6,35 metros de circunferencia y una altura de 19, que crece desde hace 400 años a orillas del río de la Puebla. No es una escultura. Pero es un monumento. Vivo. Este, ni tocarlo.

El 'Rebollo de las Puentecillas', un roble que se cree que tiene más de 400 años. ANDRÉS CAMPOS

Además de este museo al aire libre, en Puebla de la Sierra hay otros dos bajo techo: uno de Pintura Contemporánea Japonesa y otro de Obra Gráfica y Dibujo. En el primero, pionero en España, se exhiben más de 40 obras donadas por una asociación cultural del país asiático, que también aporta todos los años una nueva pieza al itinerario escultural El Valle de los Sueños. Milagros del arte: Puebla de la Sierra, que no llega al centenar de almas, está hermanada con la ciudad nipona de Osaka, que supera los 19 millones, y raro es el fin de semana que no la visita algún grupo de japoneses. El segundo museo cubierto, el de Obra Gráfica y Dibujo, atesora joyitas de Picasso, Chillida, Antonio López, Tàpies, Genovés, Feito, Manolo Valdés y Barceló. Ambos se pueden visitar los jueves, viernes, sábados y domingos (de 10.00 a 18.00). ¿El precio de sus entradas? Cero euros, al igual que recorrer el itinerario escultórico. Más arte por menos, imposible.

Antes o después de ver todo lo anterior, hay que callejear por Puebla de la Sierra, admirando sus casas de pura piedra —esquisto y gneis— sin labrar. Por la calleja de los Borrachos se llega a una taberna “de antes de la guerra”, como dice Filo, su dueña, que tras endulzar el café del forastero con miel de un apicultor local le vende un tarro y otro de mermelada de frambuesa que ella misma elabora. Otra compra obligada, en otoño, es el queso de cabra de la cooperativa Los Apisquillos, cuyas cornudas mantienen El Valle de los Sueños bien segado.

'Baix l´arc', obra de Moisés Gil, en el itinerario escultórico El Valle de los Sueños, en Puebla de la Sierra (Madrid).ANDRÉS CAMPOS

En la calle del Prado tiene su taller Federico Eguía, que está encantado de recibir a “personas a las que les interese el arte y la naturaleza”, a las que muestra su obra —excedentes de 65 exposiciones individuales y 200 colectivas— y les habla con amor de padre de El Valle de los Sueños: por algo lleva 20 años decorando los bosques de su aldea con esculturas de 63 buenos artistas, mejores personas —nadie ha cobrado un euro— y, algunos, excelentes amigos. “¿Para cuándo la próxima bienal El Valle de los Sueños?”, le pregunto por el evento que periódicamente ha atraído aquí a artistas de todo el mundo, generando una furia creadora que no se veía por estos apartados lares desde el silúrico, cuando se formaron las afiladas pizarras de estas montañas, y que la pandemia interrumpió. “Para 2025″, asegura Eguía mientras posa para una foto con una de su padre, su hermana y él junto al viejo Ford V8 de 1934, de cuando nadie venía a este valle y casi no se podía ni salir.


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