Una visita a Salzburgo al son de ‘Sonrisas y lágrimas’
A pie, en bici o en un ‘tour’ guiado, hay mil modos de rendir homenaje a esta película en la ciudad austriaca. Más aún este año, con actividades programadas para celebrar el 60º aniversario del filme
Visitar Salzburgo mientras se tararean las canciones de Sonrisas y lágrimas no es solo un entretenimiento excéntrico, sino también una decisión de lo más razonable. Quien crea ser el único entusiasta de la película con Julie Andrews como la institutriz María y Christopher Plummer como el capitán Georg von Trapp, viudo y padre de siete hijos cantarines, se equivoca: su viaje lo convertirá en miembro de una comunidad internacional de devotos de este clásico del cine, que en 2025 cumple 60 años y nos recuerda, entre otras cosas, que el tiempo pasa volando.
En cuanto se pisa Salzburgo, localizar los escenarios de las escenas más conocidas del filme se transforma en un juego que puede estructurar la visita a la ciudad austriaca. Ese mismo itinerario permite, de paso, asomarse a la historia de esta joyita barroca, que durante siglos estuvo en manos de arzobispos con poder religioso y político. La situación se mantuvo hasta principios del XIX, cuando Napoleón y sus tropas entraron en escena y acabaron propiciando la anexión de la ciudad, entonces autónoma, al imperio Austrohúngaro.
Ya sea a pie, en un circuito en bicicleta, a bordo de un vistoso autocar o en un tour privado con un guía en castellano (ojalá les toque Antonio Campos), hay mil modos de rendir homenaje a Sonrisas y lágrimas en Salzburgo, más aún este año, pues la ciudad ha programado un montón de actividades como pícnics en los que se representan escenas de la película, además de crear un vestido tradicional o dirndl inspirado en el de María von Trapp, ya en venta en la sastrería artesanal Salzburger Heimatwerk.
Una excelente manera de comenzar el recorrido es acercarse a la abadía benedictina de Nonnberg, en el cerro de los Capuchinos. En este convento femenino, fundado en el año 714 por San Ruperto, residía y canturreaba la novicia María antes de comenzar su vida como institutriz de los hijos del capitán. Pero también fue el lugar donde pasó una temporada la verdadera María von Trapp, en cuya autobiografía se basó la película, aunque Hollywood se tomó sus libertades para que el producto final fuese de lo más taquillero.
En la verja recordaremos el berrinche de los niños, desesperados al comprobar que su adorada institutriz pretendía abandonarlos tras descubrir ella sus verdaderos sentimientos hacia el capitán. Y como el premio en Salzburgo es siempre una vista panorámica que quita el sentido, aquí también la obtendremos, y sin coste adicional. En lo más alto de las fotografías estará la fortaleza de Hohensalzburg (Festung Hohensalzburg), ubicua tanto en la ciudad como en la película, que le rinde homenaje en muchos fotogramas. Para llegar hasta allí, lo mejor es tomar el funicular desde Festungsgasse, que en un santiamén deja en la fortaleza para que recorramos sus salas históricas, la capilla de San Jorge y la torre de vigilancia.
Si queremos pasear por los jardines Mirabell, otra parada obligada de esta peregrinación lúdica, hemos de cruzar el río Salzach, y la mejor idea es hacerlo a través del Mozartsteg, un puente metálico peatonal estilo art nouveau por donde María y los niños también cruzan, con sus cestas de pícnic y ataviados con unos apañados modelitos fabricados con las cortinas del cuarto de María, en dirección al mercado de granjeros de la Kajetanerplatz (plaza de San Cayetano), que sigue en funcionamiento cada viernes de seis de la mañana a dos de la tarde. Una vez en los jardines Mirabell, de traza afrancesada, con su frondoso túnel vegetal, sus centros florales que mantienen el diseño original del siglo XVII y la vistosa fuente coronada por un caballo desbocado obra de Kaspar Grass, se divisa una escalinata por la que a menudo transitan personas que suben y bajan a saltitos. La explicación está, cómo no, en Sonrisas y lágrimas: fue allí donde los niños von Trapp interpretaron la celebérrima canción Do-Re-Mi, incorporando una coreografía útil para recordar las notas. Podemos observar la escena con indulgencia o, si se prefiere, sumarnos a este karaoke al aire libre.
Uno de los rincones más memorables del conjunto es el recoleto Jardín de los Enanos (Zwergelgarten), donde 17 esculturas de mármol blanco de lo más expresivo reciben a los visitantes. Encargadas en 1715 por el arzobispo Franz Anton Graf Harrach, que las mandó esculpir a imagen de personas de su propia corte, causaron furor en su tiempo. No es casualidad que los niños von Trapp bailen y canten entre ellas en la película. Con los años, estas figuras pasaron de moda y en el siglo XIX fueron subastadas, aunque la ciudad logró recuperarlas casi todas: de las 25 originales, 17 siguen hoy en su sitio.
Tanto para los amantes del largometraje como para los que tienen otros intereses, uno de los puntos álgidos de cualquier visita a Salzburgo es asistir a un espectáculo de marionetas en el Salzburg Marionettentheater, cuyas prácticas artesanales en construcción y manejo de títeres le valieron en 2016 ingresar en la lista de patrimonio inmaterial de la humanidad de la Unesco. Quienes hayan perdido la confianza en el mundo contemporáneo y en el esmero de lo artesanal, aquí la van a recuperar, pues encontrarán un equipo de marionetistas y aprendices dedicados en cuerpo y alma a dar vida a estos muñecos casi humanos. Fundado en 1913 por Anton Aicher, escultor de profesión y entusiasta de la miniaturización escénica, el teatro se inauguró con una versión de Bastien und Bastienne de Mozart. Desde entonces, ha cambiado de sede varias veces, ha resistido guerras, y hoy ocupa un elegante salón barroco en el antiguo hotel Mirabell. Sus marionetas —fabricadas y vestidas en talleres propios— siguen representando obras teatrales y operísticas que impresionan a niños y adultos, pues los muñecos de madera de tilo logran mayor expresividad que muchos actores humanos. Sus grandes éxitos desde hace años son La flauta mágica de Mozart y, sin duda alguna, Sonrisas y lágrimas, con varias funciones semanales.
Como la naturaleza forma parte integrante de la ciudad y en dos patadas aparecemos en una colina o a la orilla de un lago, hay que aprovechar la oportunidad y acudir al palacio de Hellbrunn, antigua residencia de verano del príncipe-arzobispo Markus Sittikus situada a solo 20 minutos del centro. Famoso por sus salas barrocas y sus jardines llenos de fuentes, juegos de agua y grutas, así como por su estanque —donde nada apaciblemente un grupo de esturiones—, en Hellbrun se instalará el Museo Von Trapp en 2026. Mientras terminan las obras, en el jardín ya se puede ver la famosa pérgola —o Gazebo, como se conoce en alemán— en la que la hermana mayor de los niños von Trapp tarareaba Sixteen Going On Seventeen en sus encuentros semisecretos con el joven repartidor de cartas que resultó después ser un traidor. El palacio, además de contar con este simbólico templete, es la sede de un espectacular mercado prenavideño casi irreal de tan fabuloso. 10.000 bolas rojas lo adornan y sus 24 ventanas se convierten en un calendario de adviento tridimensional.
De Hellbrun se puede llegar a pie o en bicicleta hasta el centro de Salzburgo por Hellbrunner Allee, un camino arbolado de casi tres kilómetros que también recorrió Julie Andrews en la película y que conduce hasta Residenzplatz, la explanada donde se situaban las residencias de los príncipes-arzobispos y en la que nuestra novicia favorita, nada más salir del convento y comenzar su nueva vida, canta I have confidence junto a los caballos desbocados de la fuente barroca.
Queda por mencionar otro palacio con largo protagonismo en la película. La ficticia residencia de los von Trapp es, en realidad, un collage de varios edificios y jardines distintos. El más reconocible es el palacio de Leopoldskron, con su lago y el cerro al fondo, escenario del embarcadero familiar y de la merienda con limonada rosa que la familia disfruta —algunos miembros más que otros— con la baronesa von Schraeder. Hoy es un hotel de lujo, al que se llega fácilmente en el autobús 23 desde el centro. Quienes no se alojan allí suelen conformarse con contemplarlo desde la orilla opuesta, aunque también es posible visitarlo reservando en el Meierhof Bar, instalado en sus salones. Muy cerca se encuentra el parque acuático Freibad Leopoldskron, un lugar de reposo veraniego magnífico y bastante menos aristocrático, que habría sido muy del gusto de los niños von Trapp.
Tras tanto sube y baja por pendientes y colinas, lo mejor para relajarse espera en Getreidegasse, una especie de calle mayor de la ciudad, salpicada de tiendas como Madl, especializada en trajes tradicionales austriacos confeccionados a medida. A pocos metros podremos finalmente descansar en el Arthotel Blaue Gans, una casita insólita plagada de obras de arte contemporáneo —hasta en el baño sorprende una instalación sonora—, con unas habitaciones que parecen hogares. Su restaurante aleja por un rato de las tradiciones austriacas y nos lleva a otros mundos culinarios de lo más sabrosos, aunque en su carta también figure el sacrosanto escalope vienés. En su terraza situada en la plaza Herbert Von Karajan —otro paisano de la ciudad— contemplaremos el antiguo abrevadero del siglo XVII (Pferdeschwemme), donde bebían agua los caballos que participaban en los desfiles organizados por los arzobispos. A pocos pasos se encuentra el palacio de Festivales, que cuenta con una célebre escalinata de hormigón y roca diseñada por el arquitecto Clemens Holzmeister. En una de las salas del recinto, sede de la antigua Escuela de Equitación, cantó la familia von Trapp cinematográfica antes de huir apresuradamente de su hermosa ciudad, que hoy enamora a quien la visita.