Molise, un rincón de la Italia más desconocida entre montañas y pueblos medievales

La provincia vecina de Apulia concentra a los turistas, pero esta región con 35 kilómetros de línea costera es una escapada ideal para huir de la masificación de visitantes y disfrutar de rutas al aire libre, la siempre deliciosa gastronomía italiana y edificios históricos

Una de las calles de la villa medieval de Oratino, en la región de Molise (Italia).Gianniblues (Alamy / Cordon Press)

Probablemente, habrá pocos viajeros en España que hayan oído hablar de Molise y muchos menos que lo hayan visitado, ya que, como hasta la propia editorial de viajes Lonely Planet indica, esta es, quizá, la región más desconocida de las 20 que componen la bella Italia. Situada en el territorio central del país transalpino y con 35 kilómetros de línea costera sobre el Adriático, su provincia vecina por el sur, Apulia, concentra un mucho mayor número de turistas, por lo que Molise, sus playas y las hermosas montañas y pueblos del interior constituye un viaje ideal para huir de esa masificación de visitantes que en estos tiempos afecta a los destinos más famosos de Italia tanto como en España.

Aunque son la capital Campobasso y la ciudad de Isernia las localidades más importantes y populosas de una región también castigada por una creciente despoblación, el viajero encontrará mucho más atractiva una ruta por sus pueblos del interior encaramados en colinas al amparo de una iglesia tan medieval como sus centros históricos. Y, además, ofrecen un buen número de actividades al aire libre en sus afueras y no está mal finalizar la aventura con un baño en la playa de blanca arena de Térmoli, el principal puerto de Molise, cuyas aguas se mantienen a una temperatura templada gran parte del año.

A dos horas hacia el sur de Roma por carretera, Roccamandolfi es un pueblecito cerca de Isernia y bajo la mole del macizo de Matese, un punto desde donde se pueden emprender varias excursiones por los senderos de las laderas. Se pueden hacer a pie o en una práctica bicicleta eléctrica en una visita guiada contratada en Life Cycles para ascender por la sinuosa carretera que atraviesa la reserva natural del Torrente Callora. Primero se sube hasta los mil metros, donde se yergue el castillo de Maginulfo, del siglo X y con sus murallas y torreones muy bien conservados, y, después de un refrigerio para retomar fuerzas en el simpático kiosco La Rocca, a los pies de la fortaleza, se continúa hasta los 1.400 metros, para terminar descendiendo a toda pastilla hasta el pueblo. Quien no sea un ciclista experimentado debe desistir de esta excursión de cuatro horas en una bicicleta desprovista de motor eléctrico, pues la ascensión bien podría ser la de uno de los puertos más duros del Giro de Italia.

De vuelta en Roccamandolfi, alrededor de la iglesia de San Giacomo Maggiore, las intrincadas callejuelas arracimadas sobre una colina remiten a una historia asociada también con el bandolerismo, sobre todo cuando en una esquina aparece como si fuera a atracarnos la Estatua del Brigante, el bandolero.

Vista de Roccamandolfi, un pueblecito cerca de Isernia y bajo la mole del macizo de Matese.Ferdinando Scognamiglio (Alamy / Cordon Press)

El hotel rural Le Canoniche nel Matese, en San Massimo, que antes fue una granja y muchos siglos atrás una villa romana, es un buen alojamiento para desde allí moverse por la región y, al atardecer, de vuelta de las excursiones, relajarse en su terraza con vistas a los Apeninos.

A unos 30 kilómetros al norte de este alojamiento, es interesante visitar el Centro Tartufi Molise, en Castropignano. Se puede asistir a una demostración de la búsqueda de las preciadas trufas según el método ancestral, guiados por el olfato de un perro adiestrado, y a todo el proceso de envasado, conservación y comercialización de los diferentes tipos de este hongo delicioso que se da en Molise. Y también, por supuesto, es un buen lugar para adquirir las trufas regionales y sus derivados, como la tradicional pasta elaborada también con este hongo o las cremas al tartufo bianco, con olive o con funghi porcini.

Desde este paraíso de la trufa solo hay 13 kilómetros en dirección sur para pasar lo que queda de jornada en un recorrido por un borgo (centro histórico) medieval elegido este año como uno de los más bonitos de Italia, el del pueblo de Oratino, una vez más encaramado en una altura de terreno y donde el entramado de callejuelas conduce hasta el renacentista Palazzo Giordano, del siglo XV. También lleva a la iglesia de Santa María Assunta, para terminar con una buena cena en el restaurante de cocina local Olmicello, con un agradable comedor en una terraza en un patio.

Igualmente en el interior de Molise, Agnone es otro pueblo cuajado de iglesias con orígenes en la Edad Media o directamente edificadas durante el Renacimiento. Aquí tampoco hay que perderse el museo de la Fonderia Pontificia Marinelli, una fundición de campanas que presume de ser una de las tres empresas familiares más antiguas del mundo, ya que la misma familia funde y distribuye campanas por varios puntos del planeta desde, al menos, 1339, como atestigua la pieza más antigua que se exhibe, firmada por Nicodemo Marinelli. Su descendiente de la 27º generación, Pascuale Marinelli, dirige la visita que ilustra sobre el proceso de fundición, transporte e instalación de las pesadas campanas hasta lugares como Nueva York, Costa de Marfil, Pekín y, por supuesto, a la propia Ciudad del Vaticano, ya que esta compañía ancestral se responsabiliza de los encargos pontificios.

El taller de la Fonderia Pontificia Marinelli, en la localidad italiana de Agnone.M. BORCHI (De Agostini / Getty Images)

El Caffe Letterario para una colazione (desayuno) a base de zumo natural, riquísimo café y cornetti —los estupendos cruasanes italianos—, y Terra Mia, para un almuerzo o cena tradicional, son dos rincones gastronómicos recomendables en Agnone.

Después de un buen recorrido entre montañas y pueblecitos a sus pies, es buena idea terminar un viaje por la región italiana de Molise en el antiguo puerto de Térmoli. Con poco más de 30.000 habitantes, su catedral Santa María de la Purificación, del siglo XI, es testimonio de un importante pasado que floreció bajo las dominaciones lombarda y normanda, como lo son también las murallas y la espléndida torre del castillo suabo mandado construir por Federico II Hohenstaufen en el siglo XIII, que se alza sobre la playa. Y en este punto, bajo las murallas y sobre uno de los extremos del arenal, pervive uno de los pocos trabucchi que quedan en esta costa. El trabucco es un tipo de caseta en un palafito del que penden las redes y otras artes de pesca utilizadas, según algunos historiadores, desde ni más ni menos que la época de las colonias fenicias. Hoy están protegidos por su interés cultural.

El 'trabucco' de la ciudad de Térmoli.Gacro74 (Alamy / Cordon Press)

El centro histórico intramuros de Térmoli, hasta no hace mucho un barrio humilde de pescadores, ha pasado por una restauración y supone una visita agradable. Entre las casas blancas de coloridos balcones e imágenes de la Virgen del Carmen, A Rejecelle es uno de los callejones más estrechos de Italia, de apenas 41 centímetros y donde las ventanas de los vecinos de ambos lados casi se chocan.

Vista aérea del centro histórico de la ciudad italiana de Térmoli.Fabrizio Villa (Fabrizio Villa (Getty Images))

Desde su puerto, en un ferri se puede hacer una corta excursión hasta las cercanas islas Tremiti. En una de ellas murió Julia Agripina, después de 20 años confinada por orden de su abuelo, el emperador Augusto, a causa de un adulterio, dicen unos; de su implicación en un complot político, o seguramente, según otros, por celos o mala leche de Livia, la esposa del emperador.


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