Por qué visitar el desconocido Vallée du Loir en lugar del famoso Loira

Ubicado en la región francesa de Sarthe, en este valle esperan castillos habitados rodeados de pueblos tranquilos a los que aún no ha llegado el turismo de masas. Tambien abundan los viñedos, restaurantes de comida casera y los anticuarios

Le Château du Lude, en el departamento de Sarthe (Francia).Hemis / Alamy / CORDON PRESS

Durante la llamada Guerra de los 100 años, el conflicto bélico que enfrentó a los reinos de Francia e Inglaterra entre los siglos XIV y XV, los reyes de Francia, para estar más alejados de París, decidieron instalar su corte en el centro del país, en la ribera del Loira y sus afluentes. Allí levantaron castillos que constituyen la mayor concentración de fortalezas históricas de la Vieja Europa. Pero más al norte —a unos 40 kilómetros—, en la ribera de Le Loir también hay castillos. Algunos, tan monumentales como los del valle vecino, siguen estando habitados. Los propietarios viven en un ala del castillo y muestran la otra a los viajeros deseosos de imaginar cómo se vive según los códigos del ancient regime. De paso, recaudan algo de dinero para el carísimo mantenimiento de sus colosales propiedades. A su alrededor se formaron pueblos, que hoy son remansos tranquilos, aún sin invadir por el turismo de masas. En el Vallée du Loir abundan los viñedos, los restaurantes familiares de comida casera y los anticuarios. Los locales se debaten entre contar su modo de vida al mundo o mantenerlo en secreto para conservar la paz.

Para descubrir este mini Vallée du Loir hay que volar de Madrid a Nantes y luego hacer un viaje de unas dos horas por carretera hasta Beaumont-sur-Dême, la pequeña población donde comienza nuestra ruta en la bodega troglodita Bacchu, donde se elabora el vino Jasnières, emblemático de la región tanto en las casas de comida de familia como en los restaurantes más caros y sofisticados. Imagine una cueva subterránea a la que debe entrar abrigado, pues la temperatura puede ser hasta 15 grados más baja que en la superficie, y donde uno se puede topar con un murciélago o con dos. En la cueva-bodega se guarda la producción de las 20 hectáreas de viña que cultiva la familia propietaria desde 1984. De aquí salen los vinos Jasnières y Coteaux du Loir, blancos y tintos, secos, afrutados y dulces. La cueva, que es larga y angosta en algunos sitios, cuentan que hace varias décadas era el corazón de la vida social del pueblo: una especie de discoteca subterránea donde todos acababan encontrándose y bebiendo.

La segunda parada será para cumplir una fantasía universal: visitar un castillo del Renacimiento aún habitado, el Château de Poncé, en la localidad de Poncé-sur-Le-Loir, ubicado entre Tours y Le Mans. Nos recibe su propietario, artista y pintor prolífico que dice que tarda unas cuatro horas en terminar un cuadro de formato mediano. El castillo renacentista fue construido por la familia Chambray en la primera mitad del siglo XVI, está clasificado como monumento histórico y es una viva muestra de la influencia italiana en el Renacimiento francés. Su arquitectura está inspirada en sus majestuosos vecinos del norte, los castillos de Chambord y Azay-le-Rideau en el valle del Loira.

Detalle del palomar del Château de Poncé, en la localidad de Poncé-sur-Le-Loir.John Heseltine (Alamy / CORDON PRESS)

Subimos con el propietario por las escaleras de cajón del castillo. “En su momento un signo de poderío y modernidad, pues entonces todas eran de caracol”, cuenta. La escalera renacentista data de 1542, es el elemento más excepcional de la construcción y está cubierta por bóvedas esculpidas en piedras con una decoración muy propia de la época: querubines, salamandras, plantas y escudos reales. En la planta baja, una chimenea adorna un salón de estar donde se puede intuir algún atisbo de vida y rutina. En otra ala del castillo está el estudio del propietario, que interrumpe sus labores creativas para enseñar sus propiedades (la visita cuesta 6,50 euros por persona), que pertenecen a su familia desde 2010.

Después de pasear por el laberinto del jardín merece la pena visitar Poncé-sur-le-Loir, el pueblo cercano lleno de casas con tejados de pizarra. A pocos kilómetros está la localidad de Couture, donde se puede visitar La Possonnière, la mansión donde nació el poeta Pierre Ronsard.

La gastronomía de la zona merece toda la atención. Los pequeños restaurantes, casi familiares, ofrecen un menú casero de tres platos de altísima calidad y productos de temporada a muy buen precio. Pero si quiere cenar en un castillo a mesa puesta y de etiqueta, la experiencia en Le Lucé, un palacio del siglo XVIII reconvertido en hotel de gran lujo, es muy recomendable.

Vista aérea de Le Lucé, un palacio del siglo XVIII reconvertido en hotel de gran lujo.

Al día siguiente visitaremos un museo insólito en otro pueblo de la región de Sarthe, el Musée Cafetières et compagnie, en el Château du Loir. Nuestra anfitriona, Véronique Quellier, compró a los 18 años su primera cafetera esmaltada y, a partir de ese objeto inocente, ha crecido una colección de utensilios de cocina que engloba la cacharrería desde finales del siglo XIX hasta la década de los cincuenta del siglo XX: cafeteras, cacerolas, hornos, botes de especias, utensilios de baño, jarras, lavamanos, salseros. Hay para llenar las tres plantas de una hermosa casa del siglo XVII que los dueños compraron y restauraron para guardar su colección. Una pasión que aún no se ha agotado porque Quellier sigue coleccionando. Si cree que no hay nada interesante que decir de una cafetera esmaltada, no se pierda esta experiencia, saldrá con otra idea de la vida doméstica.

El Musée Cafetières et compagnie, en el Château du Loir.QUELLIER

En esta zona de Francia veneran el patrimonio. No hay más que ver la cantidad de anticuarios por metro cuadrado. La Chartre-sur-le-Loir es un pueblo con 1.400 habitantes y 15 anticuarios, todos en la misma manzana. Grégoire Courtin, anticuario, coleccionista y artista, es un apasionado de lo suyo: las cosas viejas. Cuando nos abre su particular gabinete de las maravillas vemos antigüedades de más de un siglo sin sacar de sus envoltorios. Courtin, que dice que le falta espacio para todo lo que acumula, compró varios anticuarios con todo su stock. En la Maison Courtin se pueden ver cepillos absolutamente para todo, para los caballos, para la piel de las personas, para el cabello o para sacudir el polvo de las hendiduras más difíciles de una biblioteca. También tiene una colección interminable de sombreros y hasta bañadores de principios de siglo, de hombre y de mujer. La tienda es un espectáculo y su dueño, el showman de los anticuarios.

Grégoire Courtin, en su anticuario en la localidad francesa de La Charte-sur-le-Loir.Maxime Guillon

Y cuando ya creíamos que habíamos visto a todos los personajes singulares de la zona, recalamos en un Hortus Conclusus o jardín cerrado, con un seto centenario que rodea una casa de muros de piedra de 1621. Hace cuatro años, Thierry Juge, hoy jardinero que prefiere no decir su profesión anterior, adquirió la colina y la cueva y se dedicó a diseñar un jardín de bojs y robles sin hacer poda y respetando el libre albedrío de la vegetación. Con la tijera en la mano, dice, interviene lo mínimo en la naturaleza y siente que de algún modo “repara un poco el mundo”. Si se le pregunta en qué jardines se ha inspirado para crear el suyo, responde que su jardín es único justamente porque no se ha inspirado en ningún otro. Reconoce influencias de Joan Miró, de Picasso, de Dalí y de Giacometti, pero de ningún paisajista.

Al día siguiente, ponemos rumbo a otro castillo habitado: el imponente Le Château du Lude. Nos lo enseñará su propietario, el aristócrata y político francés conde Louis Jean de Nocolaÿ. Estamos en un gran castillo de cuento de hadas que lleva 260 años en la misma familia, pero aquí hay vida, no hay polvo, los libros y las revistas se acumulan en las estanterías, las mantas yacen en los sillones y hay muchas fotos familiares. Encima de una mesa de mármol, en un pequeño altar, encontramos la foto del conde con Mbappé. El castillo, que como casi todos fue en sus orígenes una fortaleza, resume todas las idas y venidas de la arquitectura francesa desde la Edad Media hasta el siglo XIX. Las cocinas, construidas en el siglo XV y restauradas en 1993, aún funcionan y se usan en ocasiones especiales para elaborar mermeladas con las frutas y las flores del jardín. Para entrar a ver este fabuloso chateaux solo hay que comprar una entrada por 12 euros.

El exterior de Le Château du Lude.Maxime Guillon

No diremos que vivir en un castillo es lo normal. No lo es. Los espacios son grandes, las instalaciones son antiguas, las reparaciones se intuyen caras y las obras, largas. Pero alguna satisfacción debe dar ver una serie de Netflix en una estancia con techos de más de tres metros, donde hace 100 años durmió una noche la reina madre de Inglaterra. En este viaje dormimos en un antiguo molino del siglo XVIII a orillas del río Loir y en un palacete del siglo XVIII en La Flèche, la segunda ciudad de la región de Sarthe —la primera es Le Mans—, y casi salimos del pequeño Loira sintiéndonos aristócratas supervivientes del ancient régime.

Guía práctica

Dormir

  • Le Grand Moulin, en La Chartre-sur-le-Loir. Casa en un viejo molino del siglo XVIII con habitaciones amplias y vistas al río. Recibe la dueña, una señora encantadora de 82 años que sirve mermeladas y pain au chocolat en el desayuno.
  • La Templerie, en La Flèche. Hermosa residencia del siglo XVIII restaurada con encanto histórico. Conserva las chimeneas y los suelos de parqué en sus amplias habitaciones con una altura de techo de 3,60 metros.

Comer

A visitar

  • Le Prytanée national militaire de La Flèche, instituto militar donde estudió Descartes.
  • Reserva natural regional de las Marismas de Cré-sur-Loir. El pantano, clasificado como Reserva Natural Regional (RNR), se extiende sobre 65 hectáreas, permite avistar pájaros y una variada fauna y flora.

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