Tras los pasos del exilio republicano a Francia por el Puerto Viejo de Bielsa
Un sendero histórico, cómodo y bien marcado, permite recorrer los poco más de cuatro kilómetros entre el túnel de Bielsa y la frontera francesa por donde pasaron la montaña pirenaica miles de personas durante la Guerra Civil para salvar sus vidas
A las cuatro de la madrugada del 16 de junio de 1938, el último soldado de la 43ª División del Ejército republicano atraviesa caminando la frontera con Francia por el Puerto Viejo, en el valle de Bielsa (Pirineo Aragonés), y baja la empinada ladera de la cara norte junto con sus compañeros para escapar de los bombardeos de la aviación alemana e italiana y del Ejército franquista que les pisa los talones. Desde dos meses antes, a comienzos de abril, unos 6.000 habitantes de los pueblos del valle —Bielsa, Javierre, Espierba, Chisagüés y Plan, y también de otros lugares—, sobre todo mujeres, niños y ancianos, han emprendido el mismo camino con lo imprescindible rumbo al exilio temerosos de la guerra y de sus consecuencias. Los militares les han ayudado a pasar porque ese invierno ha nevado mucho y buena parte de la ruta está cubierta de blanco.
Ese camino se conserva tal y como fue transitado en aquellos años, y fue la principal vía de comunicación del valle de Bielsa con el lado francés hasta que se construyó el túnel de carretera en 1976. Desde el aparcamiento en la boca sur del túnel arranca precisamente la senda de cuatro kilómetros y medio, cómoda y muy bien marcada, que conduce hasta el Puerto Viejo, en la muga, en unas dos horas de marcha y 700 metros de desnivel.
Antes de ponerse a andar, vale la pena echar un vistazo a los paneles que cuentan el éxodo de civiles por ese lugar durante la Guerra Civil y el episodio militar conocido como la Bolsa de Bielsa, el acorralamiento de la 43ª División del Ejército Popular de la República asediada por el Ejército franquista, muy superior en efectivos y material bélico; con su retirada a Francia terminó el último foco de resistencia militar republicana en Aragón.
En la fuente d’es Cascons, al comienzo de la ruta, se debe hacer acopio de agua porque, salvo en el tramo inicial por bosque de pino negro, no habrá forma después de esconderse del sol. En esta parte baja del barranco de La Pinarra se pueden observar muy bien los amplios canales creados por los aludes del invierno, reconocibles por la ausencia de arbolado adulto en ellos.
En una media hora, aproximadamente, se alcanza uno de los primeros atractivos naturales del valle, la cascada O Churro La Pinarra. A unos 2.000 metros, el bosque se acaba y empiezan los pastos de montaña, y, un poco después, se llega a una cabaña de pastores, bien mantenida, con leña apilada en la puerta, y en condiciones de proporcionar resguardo (incluso de pasar la noche si fuera necesario). Aunque aún hay ganado aprovechando la hierba fresca del puerto, su presencia es muy inferior a la de décadas pasadas; la ganadería y el bosque, del que se obtenía madera para la construcción de casas, la fabricación de barcos, resina para el alumbrado de las teas y leña para alimentar las chimeneas en invierno, han sido dos de los recursos económicos principales durante siglos. Hoy, el 95% del término municipal sigue cubierto por árboles.
Desde este punto, el sendero, siempre muy fácil de transitar, ideal para ir en familia, entra en el circo colgado de Pinarra con el Puerto Viejo ya a la vista y serpentea por la ladera que baja del pico La Forqueta o de Marioules. Como sucede en muchas partes del Pirineo, un mismo accidente geográfico puede recibir nombres diferentes: “La explicación”, dice Alfonso Puerta, guía de montaña de la zona, “es que las formas de las cumbres que inspiran la toponimia son distintas según el lugar desde el que se miran”.
A unos 2.100 metros de altura, un desvío ofrece la posibilidad de acercarse al pequeño, redondo y escondido ibón o gorgo de Puerto Viejo, de origen glaciar, como todo este valle. Y, un poco más arriba, otra bifurcación permitiría alcanzar el puerto de la Forqueta, paso secundario a Francia por el valle de Saux, a 2.428 metros de altitud, antiguamente utilizado para el contrabando.
Cuando faltan ya solo cien metros de desnivel para alcanzar el Puerto Viejo y la frontera, la ladera se empina notablemente, aunque el sendero en verano sigue siendo cómodo y seguro. Volviendo la vista atrás es fácil imaginar las penalidades que debieron de pasar en este tramo final, entonces cubierto de nieve, las personas que huyeron a Francia en 1938 mal vestidas y alimentadas y cargadas con los pocos enseres que podían portar, muchos de los cuales acabarían abandonados durante el periplo. “Aunque los hombres belsetanos conocían muy bien estos caminos por trabajo, comercio o por vínculos familiares con Francia, en aquel éxodo fueron mujeres, niños y ancianos los que se marcharon; los hombres estaban luchando. No es lo mismo”, dice Beatriz Mur, hija de José Mur, soldado de la 43ª, y nieta de José Mur y María Mur, que también pasarían caminando a Francia en aquel momento junto con dos niños de 14 y 11 años, Domingo y Valentina.
Cerca ya del collado, el camino se vuelve casi plano y enseguida se alcanza la brecha que da paso a Francia a 2.378 metros de altura y al valle de Gèla entre los picos Agulleta, al Este, y Puerto Viejo, al Oeste. Sobre la roca una placa recuerda “A cuantos cruzaron este puerto para romper el bloqueo de la Bolsa de Bielsa por defender la libertad frente al fascismo. En honor a la población civil del Alto Aragón y a la 43ª División republicana”. Hay también varias indicaciones del parque nacional francés de los Pirineos, con un mapa y las recomendaciones habituales de uso.
Si se quiere continuar el camino hacia Francia, la senda baja como antaño, muy bien trazada, por el valle de Géla, primero por pedreras y después por pastizales y bosques de abetos y hayas hasta llegar al puente del Ruisseau de Hourquet y desembocar en la carretera D173 que conduce a la entrada del túnel de Bielsa por el lado norte en algo más de dos horas. Para volver a España por ahí habría que dejar previamente un coche en este lugar. Quienes pasaron andando la frontera en 1938 no tuvieron otra opción que caminar hasta Aragnouet, el primer pueblo francés, y después a Fabian, a donde llegaron cerca de 7.000 soldados republicanos tras una bajada muy larga desde el puerto. El regreso al inicio de la excursión se puede hacer por el mismo camino o cresteando desde el Puerto Viejo hasta el puerto de la Forqueta y bajar por el desvío que se vio al subir.
Recordar el pasado
Los bombardeos de los aviones Heinkel 45 alemanes y Savoia 79 italianos en 1938 arrasaron el pueblo de Bielsa; prácticamente solo la torre de la iglesia se mantuvo en pie. Las casas tuvieron que ser reconstruidas, perdiendo en parte el estilo tradicional pirenaico, como la Casa Consistorial que hoy alberga un museo dedicado a la historia, la cultura, la riqueza natural del valle y su famosísimo carnaval. También recuerda el episodio de la Bolsa de Bielsa con fotografías, objetos militares, armamento de la época y un audiovisual que estremece. En él, un soldado republicano relata en una carta la angustia de esos días entre la población: “Hemos bajado a Bielsa a por provisiones y hemos visto a muchos habitantes haciendo las maletas para irse a Francia. Se han marchado en fila india. Tienen miedo. Algunos lloraban”.
“Cuando muchas de las personas que se habían marchado volvieron al valle después de la guerra se encontraron sus hogares vaciados Sus pertenencias habían sido robadas. En el pueblo de Sin, por ejemplo, veían en los balcones sus sábanas colgadas o reconocían en las casas sus sillas porque antes de la guerra casi todas eran iguales y se marcaban con iniciales. Quienes se las quedaron no mostraban vergüenza por tenerlas y sus antiguos dueños nunca dijeron nada por miedo”, recuerda Beatriz Mur.
Todos los años, en el fin de semana más próximo a la noche del 15 al 16 de junio, cuando salió el último soldado republicano, la Asociación Sobrarbense La Bolsa rinde un homenaje a las personas que partieron al exilio y a los militares de la 43ª División con diferentes actos en el valle y la subida al Puerto Viejo.