La entrada del apartamento de Carrie Bradshaw en ‘Sexo en Nueva York’ se cerrará ante el hastío de su dueña

La propietaria del edificio en el barrio de West Village está cansada de que su vivienda sea un “destino turístico global” desde hace casi 30 años. Ahora, las autoridades de la ciudad le han concedido el permiso para obstaculizar la entrada con una verja metálica

Sarah Jessica Parker como Carrie Bradshaw en una escena de 'And Just Like That', secuela de la serie 'Sexo en Nueva York'.HBO

Por las escaleras de la entrada del número 66 de Perry Street en el West Village de Manhattan, Carrie Bradshaw subió con sus tacones Manolo Blahnik en infinidad de ocasiones durante las seis temporadas de la mítica serie Sexo en Nueva York. También lo hizo durante las dos películas que continuaban la historia y en And Just Like That, secuela de la que se está grabando la tercera temporada. A pesar de que la casa de cuatro pisos y la fachada de piedra rojiza son muy similares a otras que se alzan en este barrio de Nueva York, legiones de fans de la ficción y de Sarah Jessica Parker —quien interpreta a la protagonista de la serie— han sido capaces de distinguir, durante años, el edificio y acudir allí para tomarse fotos, admirarlo y recrear las escenas de Carrie Bradshaw, siempre en tacones, en las escaleras de su apartamento. O ese era lo que sucedía hasta ahora. La dueña del edificio, identificada por The New York Times como Barbara Lorber, se ha hartado de que su propiedad sea un “destino turístico global” desde hace casi 30 años —Sexo en Nueva York se estrenó el 6 de junio de 1998— y, con el permiso de las autoridades neoyorquinas, obstaculizará con una verja metálica la entrada de lo que ella llama “su escalera celebrity”.

El 66 de Perry Street, construido en 1866 y propiedad de Lorber desde 1978, es una parada obligatoria en muchos tours de Nueva York y, como tal, suele estar llena de turistas. “A cualquier hora del día o la noche, hay grupos de visitantes frente a la casa, tomando fotos con flash, hablando en voz alta, publicando en redes sociales, haciendo vídeos de TikTok o, simplemente, celebrando el momento”, explica la propietaria en una carta presentada el martes 14 de enero a una audiencia pública de la Comisión de Conservación de Monumentos de Nueva York. En el escrito, obtenido por The New York Times, Lorber reclama una “protección” pospuesta durante “décadas”. “Después de más de 20 años de esperar que la fascinación por mi porche se extinguiera y que los fans encontraran algo más sustancial, para recuperar una calidad de vida razonable, necesitamos instalar una puerta adecuada”, lamenta en el escrito la propietaria del edificio en el que viven tres familias. Como el edificio pertenece a un distrito histórico, Greenwich Village, cualquier actualización de su fachada debe ser aprobada por las autoridades pertinentes. Las cuales ya le han concedido el permiso a Lorber para colocar una verja, que, según se lee en su carta, “se ajustará al estilo histórico existente”.

Actualmente, las pruebas de su hastío son una cadena al pie de las escaleras que restringe el paso, con un letrero en el que se lee “propiedad privada” y varios carteles disuasorios que piden no hacer ruido, no subir los escalones y una sugerencia que pide, a los que se toman selfis, que luego donen dinero a refugios de animales. Sin embargo, la cadena no ha sido suficiente. Muchos visitantes “la saltan y posan, bailan o se tumban en las escaleras. Suben hasta arriba para mirar por las ventanas del salón, intentan abrir la puerta principal o, cuando están borrachos de noche, llaman al timbre”, denuncia la propietaria en la carta presentada. “E, incluso, vandalizan el lugar con pintadas”. “La casa no debería estar cerrada”, continúa. “Pero lo que era hermoso a finales del siglo XIX, lamentablemente necesita más protección en nuestro siglo, en nuestra época”. Lorber cuenta también con el apoyo de su vecina de enfrente, quien denunció haber recibido amenazas al llamar la atención a los turistas.

Una pareja de turistas se toma fotos, el 14 de enero de 2025, frente a la casa de Carrie Bradshaw en 'Sexo en Nueva York'. Ángel Colmenares (EFE)

“Creo que es mejor para las fotos y vídeos, para ella y su privacidad, y la verja será mejor que la cadena, porque todas las casas por aquí las tienen”, afirma Angela Guerra, seguidora tejana de Sexo en Nueva York, en unas declaraciones recogidas por la agencia EFE. Aun así, también dice que “tenía que ver” la casa de Carrie antes de irse de la ciudad. Su amigo, Charlie Talmer, coincide en que es una medida de seguridad “prudente” y sin “mala intención para los fans”. “No dudo que haya gente que intente subir, hacer ruido y puede ser peligroso”, apostilla.

En la carta, Lorber entona un mea culpa sobre la popularidad del edificio: “En ese momento, nadie sabía que la serie se convertiría en algo duradero y mucho menos en una piedra angular de la magia de Nueva York. Me dio lástima el joven encargado de localizaciones que me dijo que si no conseguía esta casa perdería su primer trabajo de verdad en el sector”. “Tomen todas las fotografías que quieran desde la calle. Pero, por favor, no se metan en nuestro espacio ni en nuestras ventanas”, añade la propietaria. Después de que se instale la verja, estará por ver si la entrada al apartamento de Carrie Bradshaw seguirá siendo una atracción turística para los seguidores de la serie que ven, en esos escalones, el estilo, el glamour y la independencia de la protagonista de Sexo en Nueva York.

El apartamento de Carrie Bradshaw no es el primer lugar que se convierte en destino víctima del turismo masivo por el cine y las series. Ya pasó con el arenal de Maya Bay, en la isla de Ko Phi Phi Lee, en Tailandia. El lugar se hizo famoso en el año 2000 tras aparecer en la película La playa, protagonizada por Leonardo DiCaprio. Y, después de recibir hasta 5.000 habitantes al día, las autoridades locales decidieron, por primera vez en 2018, cerrarla por temporadas para proteger su frágil ecosistema. El paraíso tailandés volvió a recibir turistas el 1 de octubre de 2024 tras dos meses de clausura. Santorini (Grecia), Bagan (Myanmar), Machu Pichu (Perú) y Chichén Itzá (Rivera Maya, México) son otros de los destinos que han decidido hacer frente al turismo masivo limitando el acceso de los visitantes.

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