15 lugares en la costa de la Comunidad Valenciana que no te puedes perder este otoño
Un museo con 16.000 barajas de cartas en Oropesa del Mar, la Palmera Imperial de 12 metros de alto en Elche, ser pescador por un día en Xàbia y otras experiencias para disfrutar de la naturaleza y la cultura de esta comunidad
Naturaleza, cultura, gastronomía y experiencias a la carta son piezas ensambladas en un puzle que acredita al litoral de la Comunitad Valenciana como terreno abonado para curiosas escapadas de otoño.
En estas 15 pistas repartidas por el litoral valenciano, lo más interesante suele ser lo más inesperado.
Si algo resulta frutante a los interesados por museos y colecciones es el no poder comentar los fondos con las personas que invirtieron su vida en atesorarlos y exponerlos al público...
Naturaleza, cultura, gastronomía y experiencias a la carta son piezas ensambladas en un puzle que acredita al litoral de la Comunitad Valenciana como terreno abonado para curiosas escapadas de otoño.
En estas 15 pistas repartidas por el litoral valenciano, lo más interesante suele ser lo más inesperado.
1. Una vida naipera, Oropesa del Mar (Castellón)
Si algo resulta frutante a los interesados por museos y colecciones es el no poder comentar los fondos con las personas que invirtieron su vida en atesorarlos y exponerlos al público. No ocurre tal cosa en el curiosísimo Museo del Naipe de Oropesa del Mar, que hace honor a Juan Carlos Ruiz (Vitoria, 1947), quien trabajó durante cuatro décadas en la fábrica de Heraclio Fournier. Las 16.000 barajas hablan por sí solas, si bien el gran atractivo es su amena disertación durante la visita guiada en torno al origen de seis cartas de 1556; a la baraja que ideó un profesor de Palamós para aprender a leer —la primera didáctica—; o la inventada por los presos de la cárcel de Castellón, tomando como base tarjetas telefónicas. También la baraja de 14 kilos, que desde 1998 sigue ostentando el récord Guinness como la baraja más grande del mundo.
Hay a la venta unas 4.000 barajas, desde los 9 euros hasta los 60 que cuesta la edición limitada del Capitán América, cuyo escudo se ilumina con luces de led.
2. ‘Gin’ de horchata en Alboraia (Valencia)
Ciriaco Vicente (Almassora, 1973) une a su condición de bombero en activo la de mediático cocinero en su restaurante Las Torres de Ciriaco. Su querencia levantina se explicita no solo en su arroz al horno servido en paella con toque de ajo negro; también en sus alcachofas confitadas a baja temperatura con reducción de paella valenciana sobre una crema de horchata. Sin perjuicio de su coctelería imaginativa, entre la que sobresale su gin de horchata elaborada con ginebra valenciana Ginself, mandarina, naranja y limón valencianos, tónica y “el toque magistal de cuatro chufas, ese tubérculo maravilloso”, apunta Ciriaco.
Tras la comida, lo suyo es dar un paseo por esa vistosa urbanización a la veneciana que es Port Saplaya.
3. Subasta a la medida de los viajeros en la lonja de El Campello (Alicante)
El Campello, pese a contar con un pequeño puerto, llegó a disponer de 200 barcos, por lo que ha forjado una fuerte tradición marinera. De ahí el esmero en mantener su peculiar subasta de pescado eliminando los intermediarios; a la medida del vecino y del viajero, al servirse en bandejas de alrededor de un kilo, y siempre a la baja, como manda la tradición. Conviene coincidir con el subastador José Antonio Soler, enfundado con un micro inalámbrico y cuya voz resuena en el exterior atrayendo a muchos curiosos intrigados. Soler lleva desde 1999 animando a comprar y cocinar especies con presencia muy accidental en las lonjas, sean bogas, doblás, castañetas o el alado pez golondrina. Una experiencia que se puede vivir de lunes a viernes (de 18.00 a 19.00).
4. El portento vegetal de Elche (Alicante)
La Palmera Imperial es santo y seña datilero del Huerto del Cura, jardín artístico-nacional que el paso del tiempo no hace sino revalorizar. Esta palmera de 12 metros de altura se cree que germinó en 1843, el mismo año en que nació el capellán José Castaños (cura que dio nombre al huerto), y tiene como rasgo diferencial el hecho de que no brotaran sus siete brazos a la vez —lo habitual—, sino que crecieran los siete hijuelos de un tronco ya formado a dos metros del suelo. Y en forma concéntrica: otra casualidad botánica. Se acaba de colocar la tercera serie de anillos para evitar que se desmorone la estructura de este ejemplar de más de ocho toneladas de peso. Tan célebre fue esta palmera que, en 1894, la emperatriz Sissi no dudó en desplazarse a Elche para conocerla y, de paso, prestarle su nombre.
Una exposición fotografica recorre el devenir de la egregia palmera, desde la fotografía del religioso vestido de campesino con su sobrina, ya en 1870. Unos buscan los cactus, las palmeras exóticas o los pavos reales, mientras otros se fijan en la madera de palmera como elemento constructivo en las vigas de la terraza, puertas y ventanas de la casa rectoral.
5. Benidorm a nuestros pies (Alicante)
La moda de las terrazas en azoteas ha arraigado con fuerza este año en los rascacielos de Benidorm. Y en el caso de Selvático Rooftop Bar, cúspide del Hotel Primavera Park, lo hace con panorámicas inmejorables de la costa. En la planta 17, lo primero que capta la atención es la piscina de infinito (difícil no ver a alguien autorretratándose junto a ella) y, haciendo buena la mezcla de selva y ático, un ornato vegetal compuesto de agapantos, strelitzias y musas paradisiacas. El toque de distinción se extiende al picoteo, sea tataki, ostras o tablas de ibéricos, todo elaborado en el restaurante del hotel, de nombre Exótico, especializado en cocina fusión. La ubicación del edificio, cerca del Ayuntamiento, permite un campo de visión amplísimo, que abarca el casco viejo, así como las playas de Levante y Poniente; y si se abre el foco, las montañas que abrochan la ciudad, responsables de su clima privilegiado. Dejas caer la mirada y ves allí delante la isla de Benidorm, a la que dan ganas de llegar volando en un santiamén.
En la terraza están prohibidos los disfraces y destacan los cócteles que preparan los bartenders. El Cóctel Selvático, sirva de ejemplo, incorpora whisky, zumos de piña y de lima, siropes de almendra y jengibre, y clara de huevo. DJ Luisen pincha afro house los fines de semana, en tanto que los viernes triunfa la saxofonista ucraniana Osanna Sax.
6. Un bufador sopla entre las casas de Peñíscola (Castellón)
“El castillo, las escaleras del Papa Luna y el típico bufador”, era el lema usado en la golondrina de Peñíscola. El bufador —bufón en otras latitudes— es una oquedad del acantilado que conecta el Mediterráneo con el casco viejo. Impresiona en la Bajada al Bufador acercarse al pretil para escuchar cómo se eleva el batir del oleaje. En otoño e invierno, con temporales de Levante, llega la espuma y, a veces, las olas a modo de un géiser.
El bar Salabre, situado muy cerca del orificio, ofrece cócteles en un entorno agradable.
7. El higo y sus combinaciones, Castellón de la Plana (Castellón)
Son tres las generaciones que avalan La Botiga de la Figa, en Castellón de la Plana, desde la venta ambulante emprendida por la abuela Anita en los años cuarenta del siglo XX hasta la tienda en torno al higo que regenta hoy su nieto, el chef Toni Sebastián. En esta tienda con barra de degustación las variaciones gastronómicas en torno a este suculento manjar son numerosas: pan, magdalenitas, mermelada al Pedro Ximénez, tejas y almendras, bombones, todo cocinado con higos, incluso las barritas enérgeticas. Pero lo que de verdad dio fama a la abuela son las figues albardaes, buñuelos de higo seco en forma de tiras cuadradas, alimento que se repartía por las tabernas castelloneneses como desayuno para los labradores. Sorprendentes, y del gusto infantil, son los churros salados, con, por ejemplo, bacalao con kimchi y muselina de ajo. Para estas Navidades, aparte de preparar cajas-regalo con sus productos, preparan turrón, mantecados y pan, todo elaborado con higos.
8. Calzada y domus, la raíz romana de Sagunto (Valencia)
A la extensión de un viejo campo de fútbol debemos que durante unas obras saliera a la luz un yacimiento de 3.000 metros cuadrados muy bien conservado, la Via del Pòrtic, que muestra la evolución de la trama urbana de Sagunto desde el siglo I hasta nuestros días. Sorprende el tramo de 70 metros de calzada romana del siglo I, enlosada con piedra caliza azul extraída de la montaña del castillo, junto a la que se hallaron estructuras funerarias. Dos siglos después, la vía porticada alojó diversas casas y tabernae (tiendas), un servicio al viajero romano que dispara la imaginación. Sobre el yacimiento se yerguen dos modernos edificios, ejemplo del buen entedimiento entre la puesta en valor del patrimonio y el desarrollo urbanístico.
Aunque la Via del Pòrtic se puede recorrer por libre, es recomendable concertar la visita guiada. Los grupos se desplazan después a la Domus dels Peixos para observar los peces pintados en el atrio.
9. Pescador por un día, en Xàbia (Alicante)
Con esta gran experiencia de turismo pesquero se trata de vivir un día faenando la famosa gamba roja del lugar. Para ello Trip & Feel gestiona enrolarse en un arrastrero de altura en el puerto de Xábia/Jávea rumbo al profundo canal de Ibiza. La singladura incluye desayuno y comida elaborada con la captura del día.
Eso sí, se recomienda tener experiencia marinera o abrazar, si no es el caso, la biodramina. Para amortizar el pasaje (150 euros los adultos; 100 euros los menores de 10 años) se permite dormir en el barco la noche anterior, puesto que se zarpa a las cinco de la madrugada.
10. Faro de autora en Nules (Castellón)
La presencia de los arquitectos en el mundo farero se hizo sentir en 1989 con el concurso de ideas para la construcción de faros, al que se presentó la arquitecta Blanca Lleó con un proyecto para Nules que le valió el primer premio. Este faro proyecta un fuste de sección cuadrada, cuando todos lo esperarían redondeado, y a fuer de playero, fue cimentarlo sobre pilotes de 21 metros de profundidad, sin contar los actuales diques de contención ante la amenaza del mar. Luce el sillarejo gris claro y prima el acero inoxidable en puertas y barandillas. A 33 metros brilla su óptica de horizonte (no giratoria), equipada con una lámpara de led. Los vanos sin cristal de la parte alta han dado pie a que alguno crea estar ante una pajarera coronada por el radar de la Guardia Civil.
11. ‘Pack’ romántico en la Albufera (Valencia capital)
En este pequeño mar que es la Albufera son habituales los recorridos en barca desde El Palmar para disfrutar en grupo del atardecer. Albufera Valencia ofrece una experiencia alternativa: reservar la barca en su integridad para que el crepúsculo sorprenda en el centro de este parque natural, mecidos por el viento, con la barca customizada, sea para una pedida de matrimonio, un aniversario, una revelación de sexo del bebé o un cumpleaños, a lo que se añade un piscolabis compuesto por humus, guacamole, jamón, queso, nachos y coca en llanda (un dulce local). ¿El precio? Dos pasajeros, 125 euros.
12. La Vila Joiosa (Alicante) como reclamo
La Vila Joiosa significa en castellano “ciudad alegre” al ser el eslogan publicitario del siglo XIV con el que atraer colonos a la frontera morisca, un litoral, además, asolado por los piratas berberiscos. El término fue acuñado en 1301 por Bernat de Sarrià, almirante de Jaime II, rey de la Corona de Aragón. Hoy dan fe de esta alegría las fachadas de las casas de pescadores, de dos o tres alturas, enlucidas con mortero coloreado (no había canteras cerca), con el que diferenciarse unas de otras. Buscarlas en especial en el Raval de la Marina.
13. Acompañando a los arrastreros de Cullera (Valencia)
Ver pesqueros remontando ríos es una experiencia gratificante, cuanto más en el río Júcar, de poco más de 70 metros de anchura en su tramo final. De cuatro a cuatro y media de la tarde, de lunes a viernes, podremos esperar junto al restaurante Calima a los 13 arrastreros y algún que otro barco artesanal, para acompañarlos en coche por un camino ribereño (primero de tierra y luego asfaltado) de un kilómetro y medio hasta el puente de la Bega. Este sorprende por su baja cota, de manera que los veleros, entre otras naves prominentes, deben atracar en los muelles aledaños. Los arrastreros sí pasan, y poco después se los puede ver descargando el pescado y el marisco, que en un entorno fluvial siempre llama la atención.
14. La playa dinamitada en El Poble Nou de Benitatxell (Alicante)
No solo la naturaleza alumbra paraísos perdidos. Lo que fue un simple barranco donde los hombres del mar pasaban semanas en viviendas suspendidas en el cantil hoy presenta una franja de cantos rodados accesible desde hace cuatro décadas por el tenaz afán de la urbanización Cumbre del Sol, en El Poble Nou de Benitatxell, por gozar de una playa a golpe de dinamita. La cala del Moraig hoy es imagen de marca de la Comunitad Valenciana. Muy abierta al mar y rodeada de una rotundidad paisajística, el escalón de acceso al agua es acusado y el morro Falquí guarda a su vera la idílica cala de los Testos. Es buena idea echarle un vistazo a la cueva dels Arcs. Desde el 16 de octubre ya no hay que pagar los 12 euros del aparcamiento, aunque al regreso siempre habrá que negociar a pie la cuesta del 22% de desnivel. El restaurante La Cumbre sigue siendo referencia. elpoblenoudebenitatxell.com
15. Una laguna para Barbie, Torrevieja (Alicante)
La laguna de Torrevieja, declarada parque natural, abarca 1.400 hectáreas y destaca por su barniz rosado, tanto más intenso cuanto mayor salitrosidad acumulan sus aguas. Revienta de cromatismo debido al crustáceo artemia salina, que se alimenta de un alga rosácea. En la calle Sol de la Urbanización Torretas está permitido acercarse a la orilla para comprobarlo.
La salinera no cuenta con los clásicos estanques de planta cuadrangular, sino que, valiéndose de GPS, sondea la lámina acuosa buscando la costra de mayor grosor. La visita a las Salinas de Torrevieja se puede realizar en trenecillo, a pie o en bicicleta propia.
Suscríbete aquí a la newsletter de El Viajero y encuentra inspiración para tus próximos viajes en nuestras cuentas de Facebook, X e Instagram.