¿Viajar sin coger un avión? Sí, es posible, pero...

Las escapadas ‘flight-free’ implican reducir distancias en los viajes, tomarse más tiempo y renunciar a los destinos más lejanos. Pero hay que tener en cuenta que es poco realista sustituir un vuelo de más de cuatro horas por ningún otro transporte

Un tren en el Eurotúnel, a su paso por la localidad francesa de Coquelles.DENIS CHARLET (AFP / Getty Image

“Cuando empiezas a investigar, ves que no es tan complicado prescindir del avión; el problema es que no hay apenas información, ni agencias que organicen este tipo de escapadas”, cuenta Sandra Olías, que tiene miedo a volar y, ante la falta de alternativas, optó por montar, como hobby, la web Viajar sin Volar, que funciona desde 2018. Ahora ve cómo a su página acuden, cada vez más, usuarios con vergüenza de volar [en sueco, flygskam,...

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“Cuando empiezas a investigar, ves que no es tan complicado prescindir del avión; el problema es que no hay apenas información, ni agencias que organicen este tipo de escapadas”, cuenta Sandra Olías, que tiene miedo a volar y, ante la falta de alternativas, optó por montar, como hobby, la web Viajar sin Volar, que funciona desde 2018. Ahora ve cómo a su página acuden, cada vez más, usuarios con vergüenza de volar [en sueco, flygskam, que define el sentimiento de culpa por utilizar un transporte que, con sus emisiones, contribuye al cambio climático]. Los llamados viajes flight-free (libres de vuelo) son posibles si el viajero reduce las distancias que quiere recorrer y renuncia, consecuentemente, a destinos más lejanos —América, Oceanía, Asia, en el caso de que el origen sea España—, según matiza Juan Carlos Martín, catedrático de Análisis Económico Aplicado de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria e investigador del Instituto de Turismo y Desarrollo Económico Sostenible.

Por lo general, viajar sin volar implica tomarse más días libres en el trabajo, de los que no todo el mundo dispone, según recuerda Martín. El factor tiempo es menos determinante cuando la escapada es doméstica y en un país como España, con buenas carreteras (aunque persisten las zonas muy mal comunicadas por transporte ferroviario); la excepción sería Canarias, como hace notar, con conocimiento de causa, el experto. Ir de Málaga a Madrid supone unas cinco horas de coche; en AVE, unas tres horas; en avión, algo más de una hora. “Con el tren, el viajero se ahorra las esperas en el aeropuerto y sale y llega a estaciones más céntricas”, defiende Olías. “Eso cuando existe una alternativa ferroviaria competitiva”, puntualiza Martín.

Este toma y daca argumental se mantiene en tablas en algunos itinerarios europeos. La web Viajar sin volar propone arribar a Inglaterra en barco —de Santander o Bilbao a Portsmouth o Plymouth—, y a París en tren, desde San Sebastián o Barcelona. Lleva algo más de seis horas y media ir de Barcelona a la capital francesa sobre raíles, frente a las dos horas que dura un vuelo, pero, de nuevo, evitarse los aeropuertos ahorra tiempo. “Una vez que llegas a París es muy sencillo”, indica Olías refiriéndose a esta ciudad como la puerta de entrada al centro de Europa: un pañuelo de países conectados por una excelente red ferroviaria.

Uno de los barcos de la naviera Brittany Ferries, a su llegada al puerto de Portsmouth (Inglaterra) desde España.Andrew Matthews (PA Images / Get

Largas distancias

Las tablas se resuelven a favor del avión cuando se trata de trayectos de larga distancia. En opinión de Martín, no es realista sustituir un vuelo de más de cuatro horas por ningún otro medio de transporte. Se puede citar el caso del Queen Mary 2, que realiza al año varios cruceros transatlánticos de una semana entre Southampton (Inglaterra) y Nueva York, en Estados Unidos, pero se trata de una experiencia en sí misma y no de un transporte funcional para cambiar de continente.

“Los viajeros que necesitan volar a otro continente todavía tienen una gran oportunidad para reducir los vuelos internos”, comentan por correo electrónico fuentes de la empresa británica Byway, que crea paquetes turísticos utilizando tren, autobús, ferri o bicicleta desde el Reino Unido. “Optar por el tren una vez aterrizados en Europa es una excelente manera de reducir los vuelos, incluso si no pueden eliminarlos por completo; sigue siendo un gran paso”, remacha esta agencia de viajes flight-free nacida durante la pandemia. Coincide con Olías en que no se divulga ni informa suficientemente sobre las posibilidades que ofrece el transporte público alternativo, lo que provoca que a mucha gente le parezca complicado obviar el avión. “Los viajes lentos [slow travel] y sostenibles van de la mano de los viajes sin vuelos”, precisan desde Byway, que apuesta por programas sosegados frente a los que proponen devorar destinos sin apenas digerirlos. Entre la oferta que ha preparado para este invierno figura recorrer Suecia y Noruega sobre raíles, durante 19 días, haciendo noche en Hamburgo, Copenhague, Estocolmo, Narvik o Utrecht. O llegar, por la misma vía, a los mercadillos navideños de Colonia, Berlín y Ámsterdam, durante siete días (siempre con salidas desde Londres).

Pasajeros en los andenes de la estación de tren más grande de Europa: Gare du Nord, en París.JULIEN DE ROSA (AFP / Getty Imag

“Empezamos hace poco más de tres años, hemos atendido a cerca de 3.000 clientes; hemos crecido rápidamente. Este julio viajaron con nosotros tres veces más pasajeros que en julio pasado”, revela Byway, que vaticina que el movimiento flygskam irá a más. “Estamos en fase de prueba beta en Estados Unidos, y esperamos lanzarlo en muchos más mercados en el futuro. Nuestro principal objetivo es popularizar los viajes sin vuelos. Esperamos que el turismo dependa menos de los vuelos en el futuro”, añade. “El mercado es muy heterogéneo, y, por lo tanto, siempre habrá gente que prescinda del avión, por miedo o por vergüenza de volar”, mantiene Martín, que lo compara con quienes deciden dejar de tomar carne roja por sus inquietudes medioambientales. Pero este experto en el sector turístico no cree que sea la tendencia mayoritaria. “La curiosidad por conocer el mundo es inherente al ser humano; la llegada de las compañías low cost ha democratizado los viajes. Es demasiado atractivo para desaprovecharlo”, apunta.

Esta dualidad se refleja en los datos. Un informe de este año de WTTC (siglas en inglés del Consejo Mundial del Viaje y el Turismo) revela que el 69% de los viajeros están mirando opciones sostenibles para sus escapadas de 2023, y otro de McKinsey, publicado en 2022, calcula que ahora están mucho más concienciados sobre el cambio climático, y que el 36% de ellos planean volar menos. Aunque la misma investigación de la consultora reconoce que el precio y la conectividad siguen estando por encima de la sostenibilidad, y que el transporte de pasajeros por aire volverá en estar a niveles prepandémicos entre 2023 y 2024. Un repunte que se ve claramente en las gráficas europeas (Eurostat) y nacionales (INE).

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