La Ruta 62: un ‘road trip’ por la costa sureña sudafricana entre viñedos y granjas de avestruces
Un viaje de 550 kilómetros que se puede conducir en escasas seis horas a través de impresionantes paisajes o al que se le puede dedicar varios días para disfrutar de todos sus encantos
Sudáfrica es uno de esos destinos con buenas temperaturas durante casi todo el año y con suficientes atractivos turísticos para pasar al menos dos semanas. Los que quieren ver de todo un poco, suelen volar a Johannesburgo y conducir hasta Ciudad del Cabo, un viaje largo pero con imponentes paisajes que les puede llevar de safari al parque nacional Kruger, a atravesar la cordillera Drakensberg, a experimentar el clima subtropical de Wild Coast y a disfrutar...
Sudáfrica es uno de esos destinos con buenas temperaturas durante casi todo el año y con suficientes atractivos turísticos para pasar al menos dos semanas. Los que quieren ver de todo un poco, suelen volar a Johannesburgo y conducir hasta Ciudad del Cabo, un viaje largo pero con imponentes paisajes que les puede llevar de safari al parque nacional Kruger, a atravesar la cordillera Drakensberg, a experimentar el clima subtropical de Wild Coast y a disfrutar de la bella Garden Route en el Cabo Oriental.
Una vez llegan a George, parte de la Garden Route, y después de más de 2.000 kilómetros de carretera desde Johannesburgo, es cuando muchos toman el camino más sencillo, la Nacional 2, que les llevará a Ciudad del Cabo en escasas cuatro horas y media. Descartan así una de las carreteras más pintorescas de Sudáfrica, la Ruta 62: un viaje de 550 kilómetros que se puede conducir en escasas seis horas a través de impresionantes paisajes o al que se le puede dedicar varios días para disfrutar de todos sus encantos.
Votada por CNN en agosto de 2017 como una de las 10 mejores rutas del mundo, pasa por Oudtshoorn, la capital de las avestruces; se adentra en los paisajes de tierras rojizas y pueblos pintorescos del desértico Pequeño Karoo; atraviesa valles de huertos fluviales; cruza la Meca montañosa de Sudáfrica para enlazar con el Valle del Río Breede, cuyos viñedos tiñen de verde las laderas de Robertson o Worcester; y, finalmente, siguiendo otras carreteras regionales, nos acerca a históricas ciudades frutales, como Tulbagh, en el último tramo hasta Ciudad del Cabo.
Descrita como la ruta de lo inesperado, la Ruta 62 debe su nombre a la carretera provincial R62, que une Humansdorp y Ashton, y forma gran parte de lo que los sudafricanos denominan orgullosamente la ruta vinícola más larga del mundo. En total tiene 850 kilómetros porque se extiende, además, por otras carreteras regionales enlazando Port Elisabeth, en la Costa Este, con Ciudad del Cabo, en la Costa Oeste.
Desde George tomamos la N12 que atraviesa el puerto de montaña Outeniqua para recorrer los escasos 65 kilómetros que nos separan de Oudtshoorn. Atrás quedan las refrescantes brisas del océano y se experimenta un aumento considerable de las temperaturas, un súbito cambio en la vegetación y un paisaje árido casi interminable que transmite esa sensación de inmensidad tan común cuando se viaja en coche por este país.
Safaris y granjas de avestruces empiezan a aparecer en el camino. Estas granjas explican su cuidado y venden productos relacionados como accesorios de piel, plumas multicolores, huevos decorativos y, cómo no, su carne, muy típica en los menús de la zona. Los interesados en vida salvaje pueden visitar el Cango Wildlife Ranch, donde pueden bucear entre cocodrilos sumergidos dentro de una jaula o llevar la idea de safari al extremo y hospedarse en el Game Lodge Chandelier o en Buffelsdrift Game Lodge, para experimentar el concepto de glamping en una de sus lujosas tiendas de campaña.
No se puede pasar por Oudtshoorn sin visitar las Cuevas Cango, unas imponentes cavernas con hermosas estalactitas y estalagmitas formadas en una cadena de piedra caliza. Antes de la pandemia se podía elegir entre la visita guiada “normal”, que muestra las salas subterráneas de más fácil acceso, o la visita “aventura” que se adentra unos 300 metros en la cueva a través de pequeños pasajes, en algunos tramos nada recomendados para gente con claustrofobia. Desafortunadamente, debido a las medidas de seguridad por el Covid, han suspendido temporalmente esta última opción.
De Oudthoorn nos dirigimos a Calitzdorp, una ciudad a 55 kilómetros que forma parte de la región vinícola de Klein Karoo, en el extremo este del Cabo Occidental. Debido a su terreno seco, las altas temperaturas y sus suelos aluviales, se ha considerado a esta región como el Valle del Duero de Sudáfrica. De hecho, hasta que la legislación de la Unión Europea prohibió el uso de la denominación de origen Oporto para cualquier país excepto Portugal, se la llamó la capital del Oporto, un nombre que cambió después a Mezcla del Cabo, un término que define sus orígenes y alude a su mezcla de uvas portuguesas con merlot o shiraz. Para apreciar la calidad de vinos secos, coñac, vinos de postre y otros productos de esta región, se puede visitar la bodega familiar Boplaas. Lo mejor es aparcar el coche en el cruce de la R62 con Queen Street y antes o después andar por las pintorescas calles, visitar los múltiples anticuarios y apreciar la arquitectura de estilo eduardiano y victoriano. Además, si se visita la zona a mediados de junio, se puede asistir al Festival de Invierno de Calitzdorp, que combina degustaciones de productos locales y entretenimiento, y donde se puede ver cómo se baila el Riel, una danza celebratoria y de cortejo originariamente de los cazadores Khoisan, considerada como la danza más antigua del sur de África.
De camino a Ladismith, a 50 kilómetros, la tierra se vuelve rojiza y las altas montañas se hacen más presentes. Es interesante visitar este pequeño pueblo porque su arquitectura es como una lección de historia que refleja la diversidad de habitantes y colonos que pasaron por esta zona. Casas de aires rústicos y rurales se mezclan con edificios de estilo victoriano, neogótico y eduardiano, y con arquitectura holandesa del Cabo, un estilo colonial holandés tradicional de los afrikáners.
La siguiente población, Barrydale, se encuentra a escasos 80 kilómetros, pero antes de llegar a este encantador municipio hay una parada obligatoria. Si alguien duda de que la palabra ‘sexo’ vende, esta es la prueba. Se trata de Ronnie’s Sex Shop, un divertido bar de carretera que no hubiese sido más que una venta de productos locales si los amigos del propietario, Ronnie, no le hubiesen gastado la broma de añadir a su inicial nombre Ronnie’s Shop la palabra Sex. Hoy es un bar de lo más pintoresco con ropa interior colgada de muros y con paredes completamente cubiertas con las firmas de los visitantes. Con un poco de suerte, se puede conocer al divertido Ronnie, que de vez en cuando todavía se acerca desde su granja.
Con una sonrisa en la boca, atravesamos los restantes 30 kilómetros de implacable meseta que nos separan de Barrydale, un pueblo situado en el Valle Tradouw que es como un oasis de árboles frutales. Se recomienda aparcar frente a la Galeria MUD y visitar el Barrydale Hand Weavers, un estudio de tejidos en el que se educa a la población local en técnicas de tejido para sacarles del paro. A escasos 200 metros, siguiendo el curso de la R62, hay otras tiendas y bares muy peculiares, como The Makers, una cervecería artesanal donde catar deliciosas cervezas o probar sus ricas pizzas de cerdo desmenuzado. Nada en este pueblo tiene desperdicio.
Pasado el pueblo, empezamos ya a apreciar las impresionantes montañas de caras escarpadas que rodean la ciudad de Montagu, a 62 kilómetros. Con unas 500 opciones de escalada, uno puede entender por qué llaman a este lugar la meca montañosa de Sudáfrica. Las rutas de montañismo se pueden combinar con baños en aguas termales en el Spa de Avalon Springs y aprovechar para hacer acopio de los deliciosos frutos secos típicos de la zona.
Seguimos nuestro camino hacia Ashton, donde oficialmente acaba la R62, y enlazamos con la R60 en dirección a Robertson, la siguiente población de nuestro viaje, a solo 30 kilómetros. La cantidad de viñedos que tiñen las laderas de verde indican que nos acercamos a una de las ciudades que concentra la producción vinícola de Sudáfrica. Los amantes del enoturismo tienen tantas opciones que lo mejor es visitar la web de la asociación de productores de vino que representa a más de 50 viñedos de la zona y cuyo buscador permite encontrar restaurantes, alojamiento y catas para todos los gustos.
Robertson es uno de esos lugares en los que vale la pena hacer un alto en el camino, posponer la partida hasta el día siguiente y disfrutar de una travesía en barco por el río Breede, de un pícnic de productos gourmet en sus orillas en la Bodega Viljoensdrift o catar deliciosos vinos de algunos viñedos familiares que utilizan métodos de intervención mínima para que sus jugos sean lo más auténticos posibles. Este es el caso del trabajo del divertido enólogo Lourens van der Westhuizen en el viñedo Arendsig, quien ha acuñado la frase: “No me gusta ponerles maquillaje a mis vinos”. O el de John y Karen Loubser, que producen vinos espumosos en su paradisiaco viñedo Silver Thorn. Estos vinos saben incluso mejor cuando se catan rodeados de vides al borde de un río y en compañía de gente apasionada que te conquista con sus anécdotas. Aunque es casi imposible visitar todos los viñedos, la tienda Laverne Wines en la carretera de Robertson ofrece una exquisita selección de vinos a precio de bodega. Para redondear la estancia vale la pena cenar y hospedarse en el Robertson Small Hotel, el único hotel de cinco estrellas que también ofrece experiencias de este nivel con sus cócteles, restaurante y spa.
Es aquí, rodeado de viñedos y de camino a Worcester, a 47 kilómetros, donde se tiene que decidir cómo seguir el camino hacia Ciudad del Cabo. Los que han tenido suficiente de rutas turísticas y quieren llegar cuanto antes, pueden tomar la N1 en dirección a Paarl. Desde Worcester a Ciudad del Cabo hay tan solo 110 kilómetros, pero de camino tendrán que resistir la tentación de girar hacia Stellenbosch o Franschhoek, dos de las ciudades vinícolas por excelencia a menos de una hora de Ciudad del Cabo.
La otra opción, que es la que convierte la Ruta 62 en la carretera vinícola más larga del mundo, es tomar la carretera R43 en Worcester y conducir 45 kilómetros hasta Wolseley. Nos acercará, además, a poblaciones frutales como Tulbagh, una pequeña y encantadora localidad cuya calle principal aglutina 32 monumentos provinciales, la mayor concentración de Sudáfrica; y por último, y a través de impresionantes montañas, a las localidades vinícolas de Riebeek Kasteel y Wellington, a escasos 70 kilómetros de Ciudad del Cabo.
Nada en esta ruta tiene desperdicio. Lo peor es, como siempre, tener que elegir entre las múltiples opciones que ofrece Sudáfrica para disfrutar de su belleza. Si además se viaja a finales de febrero, las opciones incrementan con las múltiples fiestas de fin de la vendimia. Opciones, opciones…
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