Enoturismo urbano en Toro, el arte de maridar historia, patrimonio y vino
Un recorrido por la embriagadora ciudad zamorana de la torre del Reloj a los colores de la portada de la Majestad de la colegiata de Santa María la Mayor, con paradas en bodegas, vinotecas y tiendas de productos locales
Con la primavera, cuando el campo rezuma vida, la savia se despereza y las viñas comienzan a vestirse de verde, los amantes del vino pueden practicar la modalidad de enoturismo urbano. Una excursión vitivinícola donde el paisaje de colinas, terruños y viñedos muta en callejuelas, pórticos y arquitectura monumental. Buen ejemplo de ello es la noble ciudad de Toro (Zamora), donde vino tinto e historia caminan juntos.
Nada parece inquietar a la apacible ciudad de Toro, añeja y estimulante como el buen vino que la acomp...
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Con la primavera, cuando el campo rezuma vida, la savia se despereza y las viñas comienzan a vestirse de verde, los amantes del vino pueden practicar la modalidad de enoturismo urbano. Una excursión vitivinícola donde el paisaje de colinas, terruños y viñedos muta en callejuelas, pórticos y arquitectura monumental. Buen ejemplo de ello es la noble ciudad de Toro (Zamora), donde vino tinto e historia caminan juntos.
Nada parece inquietar a la apacible ciudad de Toro, añeja y estimulante como el buen vino que la acompaña desde hace siglos. Asentada en la vega del Duero, río que la surca de este a oeste, ya era importante al conquistarla Aníbal. Y lo siguió siendo cuando mantuvo su carácter de bastión en un escarpe sobre el río. Y más tarde, cuando fue sede de las Cortes de Castilla, varias veces. O cuando allí se juró como reyes a Juana la Loca y Felipe el Hermoso. Y cuando la sublevación de los Comuneros contra Carlos V… y así un largo etcétera. Todo ese pasado histórico ha dejado en Toro algunos de los monumentos más sobresalientes de España, un patrimonio turístico de primer orden, y una poderosa razón para hacer enoturismo urbano en ella.
Por ejemplo, para visitar una de las joyas del románico español, la colegiata de Santa María la Mayor, conocida justamente como Gran Colegiata, majestuosa edificación del siglo XII coquetamente coronada por su característico cimborrio (cúpula torre que cubre el crucero) románico. Declarada Bien de Interés Cultural en abril de 2003, fue levantada durante la época de la repoblación cristiana de la zona. Su construcción llevó varios siglos, por lo que en ella se hermanan el Románico con el Gótico y el Renacimiento. Incluso con el estilo mudéjar, como el extraordinario artesonado de la capilla de la Visitación. Extasiarse ante tan extraordinaria riqueza arquitectónica puede ser un buen comienzo. Aunque antes haríamos bien en recorrer el paseo del Espolón, con parada en el mirador situado a 100 metros de altura sobre el cauce del Duero, que ofrece una vista panorámica de la vega y con el impactante puente de piedra de 22 ojos, construido a finales del siglo XII.
Luego nos encaminamos a visitar las bodegas dando un paseo por la calle de la Corredera, una de las más concurridas de Toro, con pequeños comercios de productos típicos, bares, tabernas y restaurantes. En esta calle se encuentra el majestuoso palacio de los Marqueses de Castrillo, del siglo XVI, con dos balcones de estilo renacentista y uno de trazado gótico. Aquí, por cierto, murió el conde duque de Olivares. Pero no nos pongamos trágicos y continuemos.
El enoturismo urbano de Toro empieza propiamente en la plaza de Santa Marina, donde se encuentra la Torre del Reloj, de unos 20 metros de altura, diseñada en 1738 por el arquitecto Valentín Antonio de Mazarrasa y Torres sobre el arco de entrada al conjunto monumental de la ciudad, vestigio de la antigua muralla que la protegía. Cuenta la leyenda que para elaborar la argamasa de su construcción se utilizó vino en lugar de agua, en aquella época había una gran cantidad de producción de vino y era mucho más económico que subir el agua desde el Duero, hay que recordar que la ciudad de Toro se encuentra sobre un cerro a 100 metros de altura sobre el nivel del Duero. Hay que subir hasta lo más alto para disfrutar de las mejores vistas panorámicas de la localidad y sus alrededores. Una hermosa leyenda cuenta que se utilizó vino de Toro, más barato que el agua que había que acarrear desde el Duero, para elaborar la argamasa. Ya metidos en faena podemos acerarnos a la vinoteca Casa Gorosabel (Puerta del Mercado, 37; 980 69 30 06), un lugar idóneo para comprar vino o algunos de los afamados productos de la zona, como los garbanzos de Fuentesaúco o las lentejas de la Armuña.
Si queremos tomar unas copas de vino antes de visitar la primera bodega, nada mejor que acudir a la vinoteca y restaurante La Esquina de Colás (plaza Mayor, 24; 980 69 31 31). Tiene una amplia y representativa oferta de vinos por copas. Experiencia que se puede completar con una visita al Museo del Vino de Toro (calle Corredera, 23; 980 69 24 55), ubicado en una bodega subterránea centenaria restaurada por Velasco e Hijos, que nos permite conocer las distintas fases de elaboración del vino y degustar alguna de sus marcas. Ofrece dos tipos de visitas guiadas: estándar, con degustación de cuatro de sus vinos acompañados de tabla de embutidos de la zona (12 euros, con una duración de hora y media aproximadamente), y enológica, que incluye cata didáctica de cinco vinos y aperitivo (25 euros, dos horas de duración, aproximadamente).
Ya que estamos en la plaza Mayor, echemos un vistazo al precioso edificio barroco del Ayuntamiento, construido en el año 1778 por el arquitecto Ventura Rodríguez, antes de dirigir nuestros pasos a la bodega Díez Gómez (plaza Mayor, 3; 651 69 38 48). Se trata de una bodega de autor, fruto de la pasión de Óscar y Laura, con una larga trayectoria familiar hostelera. Han creado Wine Mixology, un concepto que permite compartir la cata de sus vinos con una inmersión en 2.000 años de historia, y experiencias combinatorias con otras bebidas espirituosas. Pero hay que reservar anticipadamente.
Tres vinos a tener muy en cuenta
La Jota de To Viñas Selección Viejas 2017
Tipo: tinto crianza, 14,5%.
Cepas: tinta de Toro.
Precio: 39 euros.
Puntuación: 9/10.
Tras una la experiencia tan singular, nada mejor para recuperar la tradición que una visita a la pequeña bodega Valdigal (Capuchinos, 6; 629 11 39 92). Se encuentra junto a la románica iglesia de la Santísima Trinidad. Sus instalaciones, restauradas en 2006, se ubican en una cava subterránea cuyos orígenes se remontan al siglo XVIII. Aquí se elabora vino como toda la vida en Toro, pero sin renunciar a los avances enológicos. Se puede visitar los domingos y festivos a las 13.00 y a las 18.00 (con cita previa). El precio de la visita es de 12 euros por persona, e incluye una cata con aperitivo.
Valdigal 2015
Tipo: tinto crianza, 14,5%.
Cepas: tinta de Toro.
Precio: 12 euros.
Puntuación: 9,1/10.
La siguiente visita nos lleva a las afueras de Toro, donde se ubica la bodega Fariña (carretera de Tordesillas, kilómetro 32,200; 980 57 76 73). Su impresionante edificio alberga la historia moderna de la denominación de origen. Uno de sus fundadores, el visionario Manuel Fariña, inició en la década de los setenta la mayor renovación de una zona dedicada casi exclusivamente a la elaboración de vinos a granel. La bodega fue la primera y mejor embajadora de los vinos de Toro en el extranjero durante muchos años. Su visita añade al aliciente de catar sus magníficos caldos, la posibilidad de realizar distintos tipos de visitas guiadas, empezando por la más básica, Descubriendo Fariña, un recorrido de 90 minutos por las instalaciones de la bodega, terminando con cata-degustación de dos vinos acompañados de una tapa de queso Denominación de Origen Zamorano (12 euros por persona; los menores de 18 años, gratis). La cata-degustación Con los 5 sentidos es igual que la anterior, pero con cinco vinos premium (19,50 euros por persona; los menores de 18 años, gratis). El remate perfecto para una experiencia de enoturismo urbano llena de atractivos y sorprendentes experiencias.
Gran Colegiata Original 2017
Tipo: tinto reserva, 14,5%.
Cepas: tinta de Toro.
Precio: 20 euros.
Puntuación: 9,4/10.
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