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Una vuelta al mundo en fiestas populares

La llegada de 2023 arrancará entre celebraciones, pero durante los próximos 12 meses cada rincón del planeta festejará sus más ancestrales tradiciones con hogueras, baños fluviales e incluso escobazos

Enero. Un bautismo con mayúsculas. Gondar (Etiopía). Del 18 al 20 de enero. Timkat significa bautismo en amárico, la lengua de Etiopía, y es, al mismo tiempo, un festival esencial para los cristianos del país africano. Conmemora el bautismo de Jesús en el río Jordán y se celebra entre el 18 y el 20 de enero, con versiones especialmente llamativas en ciudades como Gondar, antigua capital, o Lalibela, cuyas iglesias excavadas en la roca hoy son patrimonio mundial. En la víspera del Timkat se sacan de los templos los ‘tabots’ (réplicas del Arca de la Alianza) y se llevan hasta el llamado estanque de la Epifanía, que en Gondar lleva el nombre de Baños de Fasilidas. Allí se celebra la vigilia, que al día siguiente se convierte en un festejo alrededor del agua donde se rocía a los miles de asistentes en recuerdo del bautismo bíblico. Tras la fiesta, los ‘tabots’ vuelven a sus iglesias, acompañados por los cantos y bailes de los asistentes. Para refrescarse no faltan bebidas artesanales como el ‘tej’, un vino de miel, o la ‘tella’, una cerveza casera.EDUARDO SOTERAS (Getty)
Febrero. Carnaval bestial. Ptuj (Eslovenia). Del 18 al 21 de febrero. En la ciudad eslovena de Ptuj atraen a la primavera a base de pegarle un buen susto al invierno gracias a los disfraces de Kurenti, personajes creados con ese fin. La vestimenta de este rito pagano eslavo consiste en un traje de piel de oveja con un ruidoso cinturón compuesto por cencerros que van armando escándalo por la ciudad. En la cabeza, un par de cuernos con lazos y plumas coronan el atuendo. Y en la cara no podía faltar una máscara, pues es pleno Carnaval: la de los Kurenti lleva una lengua roja y larga de lo más burlona. En su día, bajo estas criaturas había siempre varones que, de esa guisa, trataban de cortejar a la chica que los atraía. Hoy todo el pueblo se disfraza de Kurenti y de otros personajes tradicionales, como los ‘ploharji’ y los ‘oraci’, y desfila jolgorioso por la ciudad invocando al buen tiempo, a la vez que degusta bollos fritos como los ‘krofi’ y los ‘miske’, ineludibles por esas fechas. Alamy Stock Photo
Marzo. La vendimia del otoño austral. Mendoza (Argentina). Del 4 al 6 de marzo. Que Argentina es tierra de buenos vinos no es un secreto para nadie, pero quizá sí lo es su Fiesta Nacional de la Vendimia, que se celebra cada otoño austral en la ciudad de Mendoza, junto a los Andes, célebre por sus cepas de malbec, chardonnay y pinot gris. Allí la cosecha se honra a lo grande y al aire libre, con actos como la bendición de los frutos, un despliegue de carrozas temáticas y un espectáculo con mil bailarines y cientos de músicos en el teatro griego Frank Romero, que culmina con la elección de la Reina de la Cosecha. Los fuegos artificiales no faltan, ni tampoco las visitas a bodegas locales por medio del autobús vitivinícola, que ofrece seis circuitos por las más prestigiosas cavas del valle de Uco, de Luján de Cuyo y de otros paisajes de la zona. Los visitantes se detienen en cada una a degustar vino y a maridarlo con platos de la región, y todo ello con la imponente cordillera andina como fondo.Alamy Stock Photo
Abril. La noche más fogosa. Edimburgo (Escocia). Celebrar el fin del frío es recurrente en los festejos populares. En el Beltane Fire Festival, una fiesta centrada en el fuego que se conmemora cada 30 de abril, Escocia se enorgullece de su pasado celta, entre cuyas tradiciones más arraigadas estaba celebrar la cercanía del verano a base de llamaradas. El punto de encuentro es Calton Hill, la colina con las mejores vistas de Edimburgo y donde se encuentra su observatorio astronómico. Esta pequeña Atenas escocesa tiene su propia acrópolis, que esa noche se ilumina con antorchas. Los asistentes sienten el olor a leña, el estruendo de los tambores y de las danzas que protagonizan los participantes del acto, ataviados como personajes mitológicos. Ya entrada la noche, ellos también se funden en una celebración pagana y lúdica como pocas.Euan Cherry (Getty Images)
Mayo. Procesión maratoniana. Gubbio (Italia). 15 de mayo. Los habitantes de Gubbio, un pintoresco pueblo de Umbría, tienen las piernas ágiles desde el siglo XIII, cuando comenzaron a celebrar la Corsa dei Ceri cada 15 de mayo. En esta carrera, los lugareños persiguen unos pasos procesionales que van a toda mecha y que representan a tres santos, los ‘ceri’. Los feligreses de cada congregación llevan una pañoleta identificativa: amarilla los de San Ubaldo, azul los de San Giorgio y negra para los que veneran a San Antonio. Todos ellos recorren cuatro kilómetros por las callejuelas del pueblo y sus empinadas cuestas hasta llegar a la basílica de Gubbio. No se trata de una carrera con premio, pues el orden de llegada se repite cada año: primero entra San Ubaldo, después San Giorgio y, por último, San Antonio. Una banda de música que parece sacada de la saga de 'El Padrino' ameniza la fi esta, y no falta ni el vino ni la buena comida de la zona, donde destaca la pasta con ‘ragù di cinghiale’, una salsa a base de jabalí.ClickAlps
Junio. El diablo ‘saltabebés’. Castrillo de Murcia (Burgos). Del 7 al 11 de junio La fiesta del Colacho podría resumirse como una lucha entre el Bien y el Mal en la que acaba ganando el primero. Si bien es religiosa, porque se celebra el domingo posterior al jueves del Corpus, tiene un carácter callejero y nada solemne. Su protagonista es el Colacho, un ser burlesco y demoniaco que intenta boicotear la celebración. Enmascarado y vestido de colores llamativos, trata de fustigar a los vecinos con una cola de caballo, pero estos ya están adiestrados y le responden con insultos. Además, preparan altares de flores para que este diablo burlón se detenga ante ellos y también colocan sobre colchones en plena calle a los bebés que han nacido ese año en Castrillo de Murcia para que el Colacho salte por encima de ellos. Al final de la procesión, que más bien parece una carrera de obstáculos, los asistentes se dirigen a las eras cercanas a beber vino, comer queso de Sasamón —de leche cruda de oveja— y presenciar bailes castellanos.césar manso (Getty)
Julio. Torres de flores y pan. Tomar (Portugal). Del 1 al 10 de julio. Entre Coimbra y Lisboa se encuentra el pueblo de Tomar, que cada cuatro años sorprende a sus visitantes con la tradicional Festa dos Tabuleiros, que se celebra en honor al Imperio del Espíritu Santo, un culto católico ancestral e infrecuente. En 2023 se volverán a ver las calles adornadas con miles de flores, las colchas rojas colgadas de los balcones, el tradicional carro tirado por bueyes que cierra el desfile y, sobre todo, los centenares de chicas que recorren la ciudad con sus ‘tabuleiros’ sobre la cabeza, que simbolizan las columnas que sostenían el templo de Salomón en Jerusalén. Los ‘tabuleiros’ parecen pequeñas torres rematadas por una corona, y se fabrican con 30 panecillos, espigas de trigo y flores de diversos colores. Es tradición que los luzcan las mujeres del pueblo, vestidas de blanco y siempre acompañadas por los chicos de Tomar, tan elegantes con sus corbatas rojas, y por una corte de estruendosos gaiteros.PATRICIA DE MELO MOREIRA (Getty)
Agosto. El diente más especial. Kandy (Sri Lanka). Del 12 al 23 de agosto. Cada agosto, durante 10 días, Kandy se viste de celebración para la fiesta budista Esala Perahera o Festival del Diente. En esos días la ciudad esrilanquesa se asemeja a un circo, con tragafuegos, elefantes, malabaristas y bailarines que honran un diente sagrado de Buda. Es tal la veneración por la reliquia que el desfile en su honor es ya uno de los festivales más vistosos de Asia. Son cinco las procesiones que recorren Kandy durante el Esala Perahera: la del templo budista de Kandy Maligawa y las de otros cuatro templos dedicados a las deidades guardianas del diente: Natha, Vishnu, Kataragama y la diosa Pattini. El chasqueo de los látigos resuena anunciando cada procesión, y toman las calles timbaleros, bailarines y una comitiva de elefantes de gala para la ocasión. Getty
Septiembre. Viejo y querido volcán. Santorini (Grecia). 15 de septiembre. Reproducir una erupción volcánica y conseguir que se convierta en un acontecimiento festivo es un reto que los habitantes del archipiélago de Santorini afrontan con éxito cada año. El origen de esta fiesta es la erupción del Ifestia, que ocurrió en el año 1600 antes de Cristo y que, según cuentan, fue 100 veces más fuerte que la del Vesubio que destruyó Pompeya. Los fuegos artificiales la imitan con éxito, y se pueden ver desde la principal ciudad, Fira, o contratando un crucero de día. Gracias a la falsa erupción, la noche del 15 de septiembre se iluminan a lo grande tanto la caldera volcánica de Santorini como las pequeñas islas que rodean la principal, famosa por sus casas blancas y su forma de medialuna. Y, al día siguiente, el plan perfecto es hacer una excursión a la pequeña isla de Nea Kameni, visitar su volcán activo y su parque geológico y hacer una parada para gozar de las aguas termales de Palea Kameni.amriphoto (Getty Images)
Octubre. La fiesta de los más guapos. Dourbali (Chad). Primera semana de octubre Es el final de la temporada de lluvias y estamos en la sabana de Chad, junto al pueblo de Dourbali. Allí, en un campamento salpicado de tiendas de campaña tradicionales llamadas ‘suudu’, se celebra la fiesta del Gerewol. En ella se dan cita dos clanes familiares de pastores nómadas de la etnia wodaabe: los Sudosukai y los Japto, con el fin de retarse en un duelo de belleza en el que las mujeres actuarán como jueces. La misión: encontrar una esposa de la misma etnia, considerada la más bella del mundo. Con sus caras maquilladas y tatuadas con motivos geométricos, y con sus tocados, vestimenta y bisutería de tal sofisticación y colorido que es imposible no mirarlos, los hombres compiten por ser el más atractivo. Ejecutan sin descanso danzas y cantos enigmáticos, mostrando sus dientes blancos y todos los atributos de su belleza. La fiesta sigue por la noche, momento en que las mujeres se unen al baile al calor de las hogueras. ENRIQUE LOPEZ-TAPIA (age fotostock)
Noviembre. Aquí mandan los monos. Lopburi (Tailandia). 26 de noviembre. Lopburi celebra una sorprendente fiesta anual conocida como el Festival de los Monos. El último domingo de noviembre se honra a los miles de macacos de la ciudad tailandesa dándoles toda la comida que puedan ingerir, concretamente dos toneladas de frutas y verduras, dispuestas artísticamente para mayor goce estético de quienes asisten al espectáculo. Esta devoción hacia los primates se debe a las tradiciones tanto budistas como hinduistas presentes en Lopburi, una de las ciudades con más historia del país, donde se venera a estos animales desde la antigüedad. Además de alimentarlos hasta el hartazgo y de verlos disfrutar con descaro de la comida, que ingieren sobre las ruinas del templo jemer de Phra Prang Sam Yod, construido en el siglo XIII, o en largas mesas con manteles y platos situadas en el exterior, el festival incluye danzas, cantos y procesiones en honor de estos animales tan respetados.JACK TAYLOR (AFP via Getty Images)
Diciembre. Escobazos con amor. Jarandilla de la Vera (Cáceres). 7 de diciembre. Qué mejor idea para el puente de diciembre que una noche entre antorchas, vino de pitarra, dulces y golpes (suaves) a base de escobas fabricadas con brezo. Esta fiesta extremeña de interés turístico regional se celebra anualmente en la noche del 7 de diciembre, como vigilia del día de la Inmaculada. La costumbre de darse escobazos cariñosos proviene de los pastores, quienes, según cuenta la tradición, se saludaban así al reencontrarse. En la fiesta, además, los jarandillanos celebran su devoción a la Virgen con dulces de sartén caseros y sorbitos del vino local de pitarra que elaboran en tinajas: no es de extrañar que Carlos V se entusiasmase con esta bebida en los meses que pasó en Extremadura. La imagen del pueblo que parece arder bajo las escobas de brezo es un recuerdo imborrable, al igual que la estancia en el parador de Jarandilla de la Vera, un castillo-palacio del siglo XV en el que también se alojó el emperador en su día.Diego Radames (Getty)