Dónde celebrar la Oktoberfest en Madrid
La tradicional fiesta de la cerveza de Múnich tiene su réplica en la capital española. Una guía de restaurantes y otros lugares donde esta bebida será por unos días la gran protagonista
Celebrada por primera vez en 1810 para festejar el matrimonio del príncipe Luis I de Baviera con la princesa Teresa de Sajonia-Hildburghausen, la Oktoberfest es la fiesta más popular de Alemania y suele ser una de las más concurridas del mundo con millones de visitantes al año. Suele durar entre 16 y 1...
Celebrada por primera vez en 1810 para festejar el matrimonio del príncipe Luis I de Baviera con la princesa Teresa de Sajonia-Hildburghausen, la Oktoberfest es la fiesta más popular de Alemania y suele ser una de las más concurridas del mundo con millones de visitantes al año. Suele durar entre 16 y 17 días, y comienza a mitad de septiembre, siempre en sábado (este año arrancó el pasado 17) y suele terminar el primer domingo de octubre. Se lleva a cabo en el Theresienwiese (prado de Teresa), cerca de la Estación Central de Múnich. La fiesta comienza cuando el alcalde abre el primer barril de cerveza al grito de: “O’ zapft is!” (ya está abierto).
En Madrid, se celebra durante la segunda mitad de septiembre y todo el mes de octubre en diversos locales de origen alemán, siendo el más antiguo el de la parroquia católica alemana de Santa María (calle Burgos, 12), que lleva más de 30 años celebrando la Oktoberfest. “Este año lo celebraremos desde el 23 hasta el 25 de septiembre, algo que podemos hacer gracias a los 120 voluntarios que colaboran con nosotros”, cuenta el párroco Miguel Angel Palacios. Hay música en vivo y la entrada es gratuita. La Oktoberfest Experience en el Gran Teatro CaixaBank Príncipe Pío (hasta el 25 de septiembre, 22 euros), Oktoberfest en el Autocine en el número 2 de la calle Isla de Java (11 y 12 de octubre, 12 euros), Oktoberfest Wizink Center (del 6 al 8 de octubre, 20 euros) o el Oktoberfest Revival, en la avenida de la Victoria (del 22 al 24 de septiembre, desde 5 euros) son otras opciones de pago para celebrarlo en la capital. Según los datos del INE, hay más de 115.000 residentes alemanes en España, de los cuales más de 8.200 viven en la Comunidad de Madrid.
Mario Lasheras Meierlohr (41 años) llegó a Alemania pocos días antes de que el muro de Berlín cayera en noviembre de 1989, cuando tenía ocho años. Lo que él creía que iba a ser un viaje corto para visitar a sus abuelos alemanes se convirtió en una estancia de 10 años. “Todavía recuerdo cuando vi cómo el coche se alejaba mientras mi padre me decía adiós con la mano”, dice Lasheras, dueño del local más alemán de Madrid, Leinerhaus (Ballesta, 18), que ya ha comenzado a celebrar el Oktoberfest. “Mis padres se estaban separando y no me lo habían dicho hasta ese momento”, recuerda. Su padre, un zaragozano que había emigrado a Alemania con 16 años, conoció a su madre Heidi en un Leiner, un complejo cervecero, donde los Meierlohr regentaban un hotel y un restaurante. “De niña, los fines de semana que no iba al colegio, me los pasaba en la cocina, y luego de estudiar hostelería ya me metí de lleno en el negocio familiar”, cuenta Heidi Meierlohr. “Cuando conocí al padre de Mario yo tenía 19. Él me llevaba 11 años. Al cumplir los 21 le dije a mis padres que me iba a Madrid con él. Mi padre me echó de casa y se enfadó mucho. Pero luego nos casamos y todo se le pasó”.
“Tengo buenos recuerdos de mis abuelos”, dice Lasheras ―que ha tomado la posta en Madrid y es la cuarta generación de los Meierlohr en dedicarse a la hostelería―, “sobre todo de mi abuelo. En las fotos sale con pose de general, pero luego tenía un sentido del humor muy particular. Era muy salado”. Lasheras está sentado en una de las mesas de su local, donde descansa un plato de sauerbraten acompañado de schpätzle, el platillo estrella de Leinerhaus por el estilo cien por cien casero con el que está preparado. “El sauerbraten en castellano sería como un asado ácido que lleva vino tinto, vinagre, especies tipo clavo, eneldo y pimienta de Jamaica, y que va acompañado de una pera remojada en vermut, lombarda fresca y una mermelada de arándanos que prepara mi madre”, detalla. “El schpätzle (una especie de ñoquis) que va de acompañante es una pasta de huevo que se saltea con mantequilla”.
La historia del Leinerhaus se remonta al 2013, cuando Lasheras abrió un pequeño local en la zona de Conde Duque que se hacía llamar Bar Leiner, famoso por sus cervezas y los perritos calientes elaborados con salchichas alemanas. En 2021 se mudó al actual local, en el que antiguamente funcionaba Casa Perico y donde aún es posible ver las fotos de ciertas celebridades autografiadas que pasaron por el lugar. Entre ser español o alemán “es más fácil ser español”, confiesa.
Otra alemana que vive en Madrid es Christiane Schwamborn, que llegó a la capital en 1978 para trabajar en el Colegio Alemán como profesora. Desde el principio comenzó a echar de menos una librería alemana cerca del colegio. “La idea de abrir y hacerme cargo yo misma de Auryn (Príncipe de Vergara, 207) se hizo posible en 1982, cuando surgió la oportunidad de alquilar un pequeño local enfrente del colegio”, cuenta Schwamborn, que hoy regenta la librería internacional y multilingüe Pasajes (Génova, 3). “El objetivo era ofrecer al público una selección de libros de literatura y ensayo en alemán, además de métodos y material auxiliar para el aprendizaje de idiomas, con una especial atención a los libros infantiles y juveniles”.
“Auryn es el nombre del talismán con forma de dos serpientes entrelazadas que aparece en La historia interminable de Michael Ende, que en España se publicó el mismo año en el que se abrió la librería, 1982″, dice el suizo Werner Herzog, que desde 1987 está a cargo de la librería. “Nuestro problema comenzó cuando el colegio alemán se mudó del barrio. Desde entonces nuestras ventas se han reducido en un 30%. Tengo 79 años y, aunque pueda sorprender, sigo trabajando más allá de mi edad de jubilación por el interés y el amor que tengo por la lengua y la literatura alemana”. Su librería está ubicada en una zona que es “como una especie de barrio alemán secreto”, dice Herzog, ya que, junto a ella está Fass, un restaurante que lleva desde 1975 en el número 84 de la calle Rodríguez Marín y cuenta con tres comedores y dos terrazas de verano, además de una tienda gourmet y panadería, pastelería, charcutería y carnicería, así como cervezas y distintos productos refrigerados y congelados. No muy lejos de ahí está La Mantequería Alemana (Padilla, 88), donde también es posible conseguir diversos productos germanos y que, junto con Fass, son sitios obligados para los alemanes que viven en Madrid.
“La Mantequería alemana es mi proveedora”, dice Mario Lasheras, que también recomienda el restaurante Kruger (Princesa, 5), que lleva desde 1987 en un espacio enorme justo debajo de la antigua plaza de los Cubos con una carta completamente alemana y cervezas artesanales. La taberna Hamburg Exargia, en el mercado de San Fernando en Lavapiés, es un local regentado por una pareja grecoalemana. “En cuanto a cervezas, el 80% de las que tenemos son alemanas”, dice el griego Christos, que lleva desde 2018 en el mercado con una carta mixta con comida de ambos países. “Mi esposa Kerstin vino a Madrid de Alemania a estudiar español, me conoció y hasta ahora. Nosotros comenzaremos a celebrar el Oktoberfest el 30 septiembre y hasta 23 de octubre. Habrá cerveza especial y regalos promocionales”.
También está el Horcher (Alfonso XII, 6), un sofisticado restaurante donde hay código de vestimenta para poder entrar. Antes exigían corbata a los hombres, pero ahora lo mínimo es ir con chaqueta. En su página web no especifican un dress code para mujeres. “El restaurante es famoso por la triste historia que tuvo con el nazi Hermann Göring, comandante de la Luftwaffe que lo tenía como su preferido”, dice Simon Döbrich Farrer (47 años), párroco de la comunidad evangélica alemana de Madrid. Efectivamente, si hay un restaurante que respira historia por sus paredes ese es El Horcher que fue, en un principio, fundado por Gustav Horcher en 1904 en Berlín. En 1943, mientras los aliados bombardeaban la ciudad, lo trasladaron a Madrid, donde fue visitado constantemente por los militares nazis, entre ellos Göring, a quien no le costaba nada coger un avión y venir a comer lejos de los bombardeos. Elizabeth Horcher, nieta de Gustav, ha asegurado en más de una ocasión que sus familiares no eran simpatizantes de los nazis, y que, por el contrario, era el restaurante de la época en Madrid donde no solo acudían alemanes, sino también ingleses.
“Yo prefiero los rouladen (rollos de carne con bacon, pepinillo, mostaza y salsa de vino tinto) del Leinerhaus”, dice Döbrich Farrer, quien nació en Múnich y lleva siete años en Madrid. “Es el que mejor y más auténticos los hace”. La parroquia evangélica que preside Farrer está en el número 6 del paseo de la Castellana y tiene un hermoso patio con mucho verde donde, en Navidad, suelen hacer un mercadillo y también celebran la Oktoberfest, “aunque este año no lo hemos retomado desde que lo dejamos de hacer por la covid. Ciertos domingos hacemos fiestas de ingreso libre donde la comunidad de expatriados alemanes se reúne y cualquiera es bienvenido”.
A diferencia de Farrer, Miguel Angel Palacios nació en Cádiz, pero cuando tenía cinco años se fue junto con su familia a Bobingen, un pueblo de 10.000 habitantes a 60 kilómetros de Múnich donde creció y estudió. “Salvé el castellano porque pasé una temporada de dos años con mi hermana en España”, dice Palacios, que tiene un ligerísimo acento alemán con algo de italiano. Luego de ser consagrado nada menos que por el entonces cardenal Ratzinger en 1989, un mes antes de la caída del muro de Berlín, y de vivir varios años en Roma, Palacios se mudó a Madrid en 2010. Ahora es el párroco de la parroquia católica alemana de Santa María, que , junto con la comunidad evangélica Alemana, suele congregar a los feligreses alemanes en Madrid, sobre todo en festividades como la Oktoberfest o la Navidad. “Si uno quiere compartir tiempo con alemanes lo único que tiene que hacer es pasarse después de la misa en alemán que hacemos los domingos a las once de la mañana”, dice Palacios. “Yo creo que a los alemanes nos gusta mucho Madrid porque la gente suele ser muy agradable, con el espíritu muy abierto, y por el sol, claro”, dice Farrer. “Además, sobre todo a los alemanes del sur, nos gustan las montañas y aquí la sierra está al lado”.
“A mí, Madrid me recuerda mucho a Múnich, porque a pesar de que Múnich es una localidad muy rica y es la capital de Baviera ha sabido mantener sus tradiciones. Uno lo ve en las tabernas antiguas, por ejemplo”, dice Heidi Meierlohr. “Yo llegué a Madrid en 1976 y desde el primer momento sentí esta conexión, este parecido entre Múnich y Madrid”.
“Si en Madrid la gente lleva los trajes típicos solamente en San Isidro, en Múnich los puedes ver vestidos así en el día a día”, dice Mario Lasheras que cada cierto tiempo vuelve a la tierra de su madre y sus abuelos para recorrer los kellers alemanes, las famosas bodegas donde se almacenan las cervezas. “En la Alta Franconia hay 260 de estas cervecerías auténticas y mi plan es poder recorrérmelas todas. En breve organizaremos los Leiner tours para quienes quieran acompañarnos”. Lasheras ha comenzado a elaborar sus propias salchichas partiendo de una receta de su abuelo George. “Nuestra intención es hacer la mejor salchicha de Madrid”, afirma mientras sirve un Leinermut, un vermut especialidad de la casa que lleva, entre otros ingredientes, salmuera y zumo de naranja. En breve harán también sus propios pretzels (una especie de galletas saladas con forma de lazo) junto al reconocido panadero peruano John Torres. “En cuanto a cervezas estamos fijando una receta para hacer, con la cervecería artesanal Fábrica Maravillas, una helles (rubia clara) sin filtrar tipo Múnich. En breve la tendremos activa en el grifo”, cuenta Lasheras, mostrando las cervezas con las que trabaja: ahumadas de Bamberg, kellerbier sin filtrar, helles Agustiner, Tegernseer, de trigo, pilsner, kölsch y bock de hielo, entre otras. “Queremos recuperar la tradición de las clásicas tabernas madrileñas con sus cañas bien servidas, pero con purismo alemán, dando, por fin, valor a la cocina alemana”, concluye Lasheras.
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