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Los pueblos más escondidos de España

En tiempos de GPS, trenes de alta velocidad y autopistas, sorprende encontrar pueblos aislados. Anclados en entornos bellísimos, la curiosidad de los turistas rurales les ha salvado de desaparecer definitivamente. Descubrirlos hoy es una delicia

En la sierra de Gata, la topografía se alía con la ubicación un tanto marginal de la zona, junto a la Raya de Portugal, para dejar casi en el olvido pueblos bellísimos que a día de hoy conservan todas sus señas de identidad. Abundan los puertos a más de 1.400 metros de altitud, apenas hay carreteras sin curvas y la población hace muchos años que decidió emigrar, pero tal vez por ello resultan lugares deliciosos para encontrar en el mapa. Uno de los más bonitos es San Martín de Trevejo, a los pies de la montaña del Jalama, con unos 800 habitantes pero apenas conectado con el mundo desde hace siglos. Lo más curioso de San Martín es que, aunque está en Cáceres, ha conservado su propia lengua, A Fala, que se habla también en Eljas y Valverde del Fresno. Hay quien dice que es un recuerdo de los gallegos que repoblaron el lugar en la Edad Media, mientras que otros sostienen que es una deformación del portugués.Fotoeventis (ALAMY)
Peñalba es el pueblo más significativo del valle del Silencio, a los pies de los montes Aquilanos, en la comarca leonesa del Bierzo. Con este nombre tan elocuente, no hay margen de duda de lo que podemos encontrar: un rincón aislado de nuestra geografía, al que cuesta llegar. Pero además, este valle alejado del ruido debe su nombre a que durante la época visigoda varios santos ermitaños se refugiaron allí, dando más tarde lugar a un pequeño monasterio que acabó convirtiéndose en la actual iglesia de Santiago el Mayor, una maravilla mozárabe del siglo X. Aunque en los mapas figure al lado de Ponferrada (a tan solo 21 kilómetros), en realidad hay unos 600 metros de desnivel entre ambas localidades, así que la carretera enlaza curvas y más curvas repletas de panorámicas infinitas. Al llegar a Peñalba nos esperan sus calles estrechas forradas en piedra y un mar de tejados de pizarra que mantienen intacto su encanto original. Este lugar del Bierzo invita a hacer una pausa, a respirar silencio y a vivir con el ritmo pausado de hace muchos siglos. Afortunadamente, los coches están obligados a aparcar fuera del burgo. Una ruta senderista, que se completa en hora y media, nos llevará desde Peñalba a la cueva de San Genadio para descubrir los orígenes del valle del Silencio.Vítor Ribeiro (ALAMY)
Parece mentira que a tan solo 110 kilómetros de Madrid, en la Sierra Norte, también conocida como Sierra Pobre, pueda esconderse un lugar como Puebla de la Sierra. Y es que no es fácil encontrar este pueblo, uno de los más recónditos de la comunidad. Sus orígenes se remontan a la antigüedad y ha logrado sobrevivir durante siglos manteniendo orgulloso sus edificios de piedra oscura rematados con detalles de madera. Pero la despoblación que afectó a toda la zona a partir de los años sesenta estuvo a punto de terminar con Puebla. Como en otros lugares de España, el turismo rural acudió a su rescate, a lo que también ha ayudado su inclusión dentro de la Sierra del Rincón —catalogada por la Unesco como Reserva de la Biosfera— y en la reserva nacional de Caza de Sonsaz.
Aún así, no son tantos los que acaban recalando en este pueblo, pues la mayoría opta por unos días de descanso en otras villas con más nombre, como Montejo de la Sierra o La Hiruela. Lo mejor del pueblo, además de su ambiente rural tradicional, son las rutas de los alrededores y algunos proyectos originales, como la llamada Senda del Valle de los Sueños, un recorrido escultórico por el entorno urbano, renovado cada dos años con nuevas esculturas. Incluso se celebran unas Bienales de Escultura. Más insólito aún es que este pequeño pueblo, con alrededor de 70 habitantes, cuente con un Museo de pintura japonesa contemporánea que incluye también obras de pintores españoles del siglo XX y contemporáneos como Arroyo, Tàpies, Feito, Picasso, Barceló y Antonio López, entre otros.
María Galán (ALAMY)
Este no es un pueblo de difícil acceso en sentido estricto, pero es que a cualquier rincón del Maestrazgo turolense cuesta bastante llegar. Lo que más sorprende de Mirambel es encontrar allí, apartado de cualquier ruta turística, un verdadero tesoro artístico e histórico, un conjunto bellísimo que ya se asomó a la gran pantalla en la película 'Tierra y Libertad' (1995) de Ken Loach. El pueblo se lo agradeció al director británico dedicándole un paseo con su nombre. Con algo más de 100 habitantes, Mirambel vive sobre todo de los visitantes que se acercan a conocer su centro histórico, uno de los más importantes de Aragón por su singular arquitectura. Conserva íntegro el recinto amurallado construido por los templarios y las construcciones medievales, como el convento de las Monjas Agustinas o la iglesia de Santa Margarita, una fantástica casa consistorial, un castillo y algunas casas señoriales o palacios renacentistas típicamente aragoneses, con galerías de arcos y volados de madera muy originales. A los amantes de las referencias literarias hay que recordarles que Pío Baroja viajó por el Maestrazgo de Teruel junto con su sobrino Julio Caro Baroja, el etnógrafo, en 1930. En aquel viaje encontró la inspiración para escribir su novela 'La Venta de Mirambel' (1931), una historia en la que se entremezclan fugitivos, buscavidas, generales y aldeanos.juanjofotos (GETTY IMAGES)
Setenil se esconde en el paisaje, pero no en forma de cuevas, como en otros muchos pueblos andaluces, sino que las casas se agazapan bajo el saliente de una roca gigantesca, como si estuviesen sujetándola, apuntalándola. Atravesar sus calles da cierto miedo por la sensación de que en cualquier momento pueda haber un desprendimiento. Esta original morfología del terreno confiere a Setenil de las Bodegas una personalidad única y diferente al resto de los llamados Pueblos Blancos de la sierra de Cádiz. Y ya no son solo las casas encaladas bajo la roca, sino que se han ido creando calles-cueva, miradores y rincones curiosísimos. Un escenario casi mágico, lleno de tajos y visiones inesperadas, donde incluso se celebran fiestas tan curiosas como la Semana Santa setenileña. Su origen medieval, almohade concretamente, se hace visible en el espacio de La Villa, en la Torre del homenaje de una gran fortaleza medieval que se conserva y en un aljibe subterráneo de la época. Hay restos mudéjares en la antigua casa consistorial y se puede seguir el legado histórico de Setenil ligado a la conquista cristiana de 1484 en la llamada ruta de los Reyes Católicos, de la que forma parte. Y para quien prefiera naturaleza abierta, en los alrededores hay una amplia oferta de senderos y rutas.japatino (GETTY IMAGES)
No es el pueblo más aislado de los Pirineos, pero tampoco resulta fácil llegar hasta esta localidad oscense de alta montaña, sobre todo en invierno por las adversas condiciones metereológicas. Y es que estamos en el valle de Ordesa y Monte Perdido, un lugar espectacular, declarado parque nacional en 1918, dominado por las moles rocosas de Monte Perdido, el Cilindro y el Soum de Ramond, un conjunto de cimas a las que se conoce como “las tres Sorores”. Los senderistas y montañeros conocen bien Torla que, además del entorno, puede presumir de tener casonas muy interesantes (Casa Ruba, Casa Bun, Casa Lardiés, Casa Viu), todas construidas en piedra, con tejados de pizarra, con ventanas de doble arco y escudos nobiliarios en las fachadas. Lo que más sorprende es la uniformidad y la buena conservación del conjunto medieval, ajeno a alteraciones modernas. Una delicia de lugar para descubrir el auténtico espíritu de los Pirineos.Alex Schleif (ALAMY)
A los amantes de la etnografía y de los pueblos con sabor añejo hay que recomendarles un viaje a los Ancares, una recóndita comarca que comparten León y Lugo, cuya señas de identidad son las pallozas y los hórreos. Piornedo es tal vez el pueblo más conocido y normalmente el punto de partida para acercarse a otras aldeas igual de auténticas, como Suárbol, Villasumil o Moreira. Las carreteras que llevan a los Ancares desde la A-6 son tortuosas pero el turismo ha llegado hasta aquí atraído por el imán de las pallozas, unas construcciones redondas de origen prerromano y aspecto primitivo que los habitantes del lugar usaron durante siglos y hasta hace bien poco. En ellas convivían conjuntamente personas y animales para darse calor en los duros inviernos de montaña. Hoy algunas se han reconvertido en museos etnográficos, pero siguen siendo en su mayoría propiedades privadas. Los Ancares son además naturaleza pura y dura, tierra de pastos y pastores, y también de lobos. Es un lugar bastante salvaje, perfecto para sentirse fuera del mundo. Entre los pueblos más interesantes para parar está Candín, con alguna adaptación e información para los visitantes; Villasumil, un pequeño pueblecito de menos de 10 habitantes; o Tejedo de Ancares, un imán para los pescadores. Suárbol presume de haberse declarado (o casi) República independiente en 1873, aunque la cosa nunca llegó a fructificar.Luis Vilanova (ALAMY)
Soria es una de las provincias en la que resulta más probable encontrarse joyas escondidas en sus carreteras. Un lugar especialmente curioso es Somaén, que tal vez no sea el más recóndito de sus pueblos, pero si un buen ejemplo de lo que una iniciativa particular y la buena conservación pueden hacer para lograr mantener un lugar pintoresco. Somaén está relativamente cerca de Arcos de Jalón, en una zona de roquedales arcillosos que podría considerarse un mini cañón del Colorado. Forma una especie de anfiteatro de casas rojizas a los pies de un castillo del siglo XI, hoy reconvertido en un exquisito hotel con encanto. El pueblo no es mucho más: estrechas calles y cuestas empinadas que invitan a pasear mientras se contempla el paisaje. Lo más llamativo es que casi todas las casas han sido rehabilitadas y muchas de ellas se han reconvertido en alojamientos rurales. La iniciativa partió de un arquitecto, responsable de la restauración del castillo, que compró además una docena de casas ruinosas y corrales en el barrio alto y creó unas casas rurales de lujo, con jardines colgantes y unas vistas espectaculares. El resultado es un conjunto rural armonioso, un tanto artificial, pero que siempre deja un buen sabor de boca.MELBA PHOTO AGENCY (ALAMY)
Majalrayo se hizo famoso en los años noventa del pasado siglo por el anuncio de un todoterreno que podía llegar hasta lugares donde hacía mucho tiempo que nadie llegaba. Hoy está en el centro una ruta turística, la de los Pueblos Negros de Guadalajara, pero sigue siendo complicado llegar hasta allí, igual que a las vecinas localidades de Campillo de Ranas o Valverde de los Arroyos. Si se evitan los fines de semana, las carreteras del norte de Guadalajara son perfectas para sentirnos aventureros y dejarnos sorprender por el paisaje. Majalrayo está a los pies del Pico Ocejón, en la sierra de Ayllón, y, como el resto de los pueblos de la comarca, es un conjunto de casas rurales dominadas por la pizarra que envuelve a los pueblos en una atmósfera entre negra y ocre.
En las últimas décadas, estos pueblos casi abandonados se han volcado en el turismo rural y en ellos han echado raíces restaurantes y hoteles. Alguno de estos municipios estaba totalmente abandonado, como Umbralejo, que se reconstruyó gracias a un programa de recuperación de pueblos abandonados y que hoy sirve de “pueblo-granja-escuela” para niños y jóvenes. Con un aspecto más real nos reciben en Valverde de los Arroyos, de donde parte la popular excursión para subir al Ocejón y las Chorreras de Despeñalagua; Majalrayo, que conserva mejor que otros el sabor a pueblo real; o en Campillo de Ranas, que presume de ser el primero de España que celebró una boda gay. Y hay otros, como Campillejo, el Espinar, Roblelacasa, Robleluengo, Matallana, La Vereda…
Westend61 (GETTY IMAGES)
Oseja es de esos sitios que aunque no hubiera ni una sola piedra en pie, ni un monumento que destacar, merecería la pena visitar, solo por la belleza del paisaje. Se encuentra en el valle de Sajambre, en el corazón del parque nacional de los Picos de Europa, al noreste de la provincia de León, un valle que comparte con otros cuatro pueblos (Pío, Ribota, Soto y Vierdes) aún más pequeños. Iglesias, casas solariegas, ermitas y hórreos van salpicando los prados de este valle creando un paisaje que de puro bonito parece irreal. Los habitantes más famosos de la zona no son personas sino sus especies protegidas: aquí conviven osos pardo con urogallos cantábricos y lobos y, sobre todo, rebecos que viven entre los oscuros bosques de robles y hayas y los amplios prados. Un escenario coronado por cumbres majestuosas que la nieve cubre durante buena parte del año. Los bosques de Sajambre son espléndidos para visitar en cualquier época del año. De los muchos caminos que atraviesan bosques y majadas, arroyos y prados, el más conocido es la Senda del Arcediano, que arranca del puerto del Pontón hacia Cangas y que unía unos pueblos con otros antes de que el desfiladero de Los Beyos se convirtiera en un tajo transitable por el hombre (se abrió entre 1864 y 1884 en el fondo del desfiladero).Atlantide Phototravel (GETTY IMAGES)
Con apenas 40 habitantes, esta pequeña aldea del concejo asturiano de Proaza pasa por ser uno de los pueblos más bonitos del Principado y probablemente de toda la península. La inexistencia de una carretera que llegara hasta él hasta hace muy poco y el escarpado entorno la han protegido de la sobreexplotación. Su mayor tesoro lo componen unas vistas increíbles, un entorno de una belleza casi abrumadora y una arquitectura tradicional perfectamente conservada. Todo el pueblo es del siglo VIII y por ello Bandujo tiene uno de los mejores conjuntos medievales de la región, con un palacio, una torre de planta circular del siglo XIII y la iglesia de Santa María, del siglo X. Paseando por sus calles nos encontramos con los inevitables hórreos, casas de piedra —algunas habitadas y otras abandonadas— y un viejo lavadero. Cuando no había carretera, la única forma de acceder al pueblo era el Camino Medieval, que hoy es un bonito recorrido de unos dos kilómetros y medio que parte desde lo que se conoce como la Senda del Oso.Gema Sanchez González (GETTY IMAGES)
Si uno va un fin de semana a este pequeño pueblo de la provincia de Madrid, a unos 70 kilómetros al norte de la capital, lo último que diría es que está abandonado o escondido. Los madrileños lo han convertido en una escapada perfecta, y hay días que no cabe un alfiler. Cuenta la leyenda que en la Guerra de la Independencia (1808 –1814), los franceses pasaron de largo, así que este lugar mantuvo su independencia bajo el liderazgo del llamado Rey de Patones, que en realidad era una especie de alcalde que administraba justicia entre los vecinos. La misma leyenda asegura que esta figura era de origen visigodo y que incluso uno de los monarcas de Patones envió a Felipe II una carta con el siguiente encabezamiento: “Del Rey de Patones, al Rey de España”.
En los años sesenta la emigración a Madrid despobló el lugar y se construyó un nuevo entramado urbano, más accesible, junto a la carretera principal formándose un segundo pueblo. Patones de Arriba quedó relegado al ostracismo, pero hoy es un lugar de aspecto muy cuidado y casas bien reconstruidas de piedra, pizarra, teja árabe, madera y adobe. Aquí hay incluso un Ecomuseo de la pizarra al aire libre, que propone dos itinerarios señalizados con paneles informativos y que va mostrando los orígenes y la evolución de Patones a través de la arquitectura tradicional. También se encuentran varios restaurantes y casas rurales para los que se decidan a pasar unos días recorriendo los alrededores: la cueva del Reguerillo, la presa del Atazar o la de El Pontón de la Oliva, o la no muy lejana Torrelaguna. El acceso sigue siendo casi tan difícil como cuando los franceses pasaron de largo y conviene dejar el coche en Patones de Abajo y subir caminando, unos veinte minutos a pie.
Juan Aunión (ALAMY)
Incluso en la super turística Tenerife quedan rincones con encanto, aunque para encontrarlos tengamos que dar vueltas y vueltas por carreteras endemoniadas. Pero la recompensa suele merecer la pena. Esto ocurre en Masca, que pasa por ser la aldea más espectacular de la isla: un pueblo encaramado en lo alto de un risco del parque natural del Teno, rodeado de montañas y que sirve de puerta de entrada al barranco de Masca. Por su situación y la belleza del entorno se le ha hermanado con Machu Picchu. Y la verdad es que se parecen. Esta localidad canaria se asienta sobre el mismísimo borde de una cresta y parece que el menor soplo de aire pudiera desplazarla cientos de metros hasta el pie del valle. La carretera de subida al pueblo, que traza algunas curvas espeluznantes, es una de las grandes experiencias de conducción en Tenerife.
Masca está en el punto más remoto de la isla, la punta que sobresale hacia el Atlántico en el noroeste. Conserva un sorprendente aire agreste, con las olas rompiendo contra la playa volcánica, las montañas solitarias alzándose como gigantes y unas puestas de sol alucinantes. Una ruta recorre este tajo que, tras grandes desniveles y una complicada bajada, acaba en una playa de arena negra. La vuelta es más complicada y hay quien prefiere llegar a Masca en coche o en taxi y volver después al puerto de los Gigantes contemplando los maravillosos acantilados. Sus casas son una muestra atemporal de arquitectura tradicional canaria, aunque el pueblo fue devastado por un incendio hace unos años. Hoy está totalmente restaurado.
Jan Wlodarczyk (ALAMY)
Los Pirineos están llenos de pueblos recónditos, a veces en emplazamientos inverosímiles. Os de Civís, en la provincia de Lleida, en la vertiente sur de los Pirineos, es uno de los más bonitos de la zona y tiene la particularidad de que solo se accede a él por una carretera que parte de Andorra, más exactamente desde Sant Julià de Lloria, a través del Coll de Conflent, a 2.150 metros de altitud. Con todo, el esfuerzo tiene recompensa: un paisaje pirenaico puro a más de dos kilómetros de altura. Es considerado uno de los pueblos más aislados de la península, y a punto estuvo de desaparecer al carecer históricamente de accesos, electricidad y teléfono. Pero gracias a su peculiar situación y a la magnífica preservación de sus casas ha acabado convirtiéndose en un destino turístico.Valls de Valira