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Las 10 playas kilométricas más bonitas de España, según los lectores de ‘El Viajero’

El verano es sinónimo de playa y para los próximos meses apetecen amplios arenales rodeados de naturaleza. Estos son los 10 favoritos de nuestra reciente encuesta online de la gaditana ensenada de Bolonia a Ses Illetes, en Formentera

No habría que elegir playas; todas deberían estar en nuestro cerebro. La selección de la votación 'online' de 'El Viajero' se centraba en un arenal kilométrico y alejado de núcleos urbanos por provincia española, así que hay muchos que se quedaron en el tintero y que merecen estar en cualquier lista de deseos viajeros. Estas han sido las 10 playas más votadas.
La ganadora del concurso de las playas más bonitas de España, convocado el pasado verano, repite galardón. Una lógica aplastante vistos sus tres kilómetros rematados con una gigantesca duna de blanco nuclear. Donde más superficie de arena preserva la pleamar, los romanos erigieron esa Roma en miniatura que es la ciudad de Baelo Claudia. Persiste el aire semirrústico, como denotan las vacas retintas cuando las bajan a refrescarse junto las olas, o su acreditada quesería (elcabrerodebolonia.com). El ambiente joven brilla en el chiringuito Serenade, donde tanto se desgusta el pargo o el borriquete como se sirven las mejores copas al atardecer. Del Serenade parten quienes desean bañarse desnudos en la zona rocosa de Los Baños de Claudia. Antes de ir a Bolonia conviene asegurarse (en la web windguru.cz) de que no castiga el viento de Levante.
F.J. Jiménez (GETTY IMAGES)
Este arenal impacta con sus dunas de cal y sus aguas de vidrio desprendiendo ese bienestar que proporciona el estar rodeado del Atlántico en la cabecera de la ría viguesa. Rodas, joya del Parque Nacional de las Islas Atlánticas de Galicia (parquenacionalillasatlanticas.com), ostenta la bandera azul y resulta el mejor lugar para sumergirse en la naturaleza hasta los tuétanos sin necesidad de teletransportarse al Caribe, aunque el agua fría se encargue de evaporar el espejismo. Gaviotas patiamarillas, sombrías, argénteas y cormoranes moñudos son los dueños de este paraíso gallego en el que está prohibido llevarse cualquier elemento natural, en especial las conchas. El aforo se ajusta a la capacidad de los barcos: 1.800 visitantes al día (sin contar 600 campistas), que deben solicitar previamente un permiso de entrada al parque nacional a través de la web autorizacionillasatlanticas.xunta.gal (concedido automáticamente si reservamos pernocta en el camping). Del total de pasajeros, alrededor de un 30% acude solo para el disfrute de las playas mientras el resto se decanta por el senderismo y la fotografía.GETTY images
La segunda playa más extensa del parque natural del Cabo de Gata atrae a los puristas del paisaje con un suave curveo entre el altozano del Ave María y el domo volcánico del morrón Genovés, tan repetido en los folletos. Este mes de julio es buen momento para visitarla por la relativa baja afluencia, en comparación a otros años. Como el acceso rodado a las playas del Poniente de San José —salvo en bici— está restringido (se recomienda acudir a las 9.00 para obtener plaza de aparcamiento), es buena alternativa recorrer a pie los dos kilómetros que la separan de San José, muy agradables de cubrir a primera y última hora del día. Una estepa de esparto y pitas alterna con palmitos y sombras de eucaliptos que se funden con campos de dunas bien colonizados de vegetación. Todo subyuga en este fondeadero natural de 1,1 kilómetros donde se concentró la flota española antes de poner rumbo a Lepanto. También goza de un sector de tradición nudista. Eso sí, cuando sopla el viento, la fina arena castiga la piel. La presión turística amenaza este santuario natural con la remodelación de un cortijo como hotel, a solo 900 metros de la orilla.Juan moyano (ALAMY)
Plenitud playera absoluta. Es la expresión que cuadra con este encadenamiento de jable dorado barrido por los alisios y sin atisbo de final. Fabuloso para pasear y proyectar sueños de huida. Y abstraerse en la contemplación del horizonte. Un total de 52 kilómetros de pista de tierra es el polvoriento peaje que hay que pagar para alcanzar la aldea de Cofete, núcleo fundacional de la isla majorera y que da nombre a este arenal bravío respaldado por la imponente cordillera que, a modo de columna vertebral, atraviesa la península de Jandía. En la zona pervive el cementerio playero —apenas montoncitos de piedras que sujetan cruces de madera— y, a los pies de la cordillera, la casa de los Winter (casawinter.com), supuesto enclave de ocio de la oficialidad de los submarinos del III Reich, que puede recorrerse dejando al guarda la voluntad. Al ser costa de barlovento, el baño no puede rebasar las rodillas. Lo suyo es acabar comiendo caldo de pescado en el restaurante El Caletón (928 17 41 46), en el Puertito de la Cruz, hasta ver la caída del sol junto al faro. Para bañarse, mejor optar por la playa de Juan Gómez (a 270 metros del desvío a Cofete), salvo con temporal de Sur.GETTY IMAGES
Perfecta por su combinación de descanso, placer, prevención y control, Famara es una de las playas panorámicas de referencia en la costa española, de cuya notoriedad hizo blasón 'Los abrazos rotos' (2009), de Pedro Almodóvar. ¿Cómo entenderla sino como un observatorio privilegiado del archipiélago Chinijo? Un paseo durante la bajamar, viendo reflejado el risco montañoso en la orilla, es un ejercicio relajante como pocos. Su arena dorada se alarga cinco kilómetros, favoreciendo la distancia física entre bañistas. Eso sí, por sus fuertes corrientes siempre ondea la bandera roja, lo que aconseja baños hasta la cintura. Por sus condiciones, Famara cumple la vieja aspiración de los kitesurfistas de volar sobre olas con pedigrí, mientras las paredes verticales llaman a gritos a pájaros humanos en ala delta. Conviene reservar en el restaurante El Risco, diseñado para su hermano Carlos por César Manrique, quien de niño corría desnudo por este arenal. Luce en el comedor un mural inspirado en los pescadores de la isla de La Graciosa, así como distintas litografías del artista conejero.Massimiliano Maddanu (GETTY IMAGES)
Debido a la presión turística procedente de Comillas y San Vicente de la Barquera son muchos los bañistas que acuden aquí esperando las comodidades de una playa urbana, desconociendo que Oyambre está declarada parque natural. Y de los más amenazados de la costa cantábrica. A su largo brazo de arena y verdor interrumpido por el cabo de Oyambre se une un precioso sistema de dunas, marismas, acantilados y bosquetes responsables de su biodiversidad. Varios aparcamientos gratuitos, a medio kilómetro de la arena, solventan el tráfico rodado. A la hora de bañarse hay que respetar las zonas habilitadas y las banderas de aviso, puesto que las corrientes son traicioneras, si bien los alumnos de Oyambre Surf (oyambresurf.com) son los que mejor aprovechan este oleaje. Los paseantes la disfrutan mucho mejor en bajamar. En la zona occidental de la playa, coincidiendo con la parte menos castigada por las corrientes, se erige el monolito que recuerda el aterrizaje forzoso en 1929 del 'Pájaro Amarillo', el primer avión trasatlántico que tocó tierra española.GETTY IMAGES
Qué mejor que este verano de menor presencia internacional para conocer Ses Illetes, playa que despierta una mezcla de fascinación y envidia cuando es escrutada por cuantos barcos procedentes de la isla de Ibiza ponen rumbo al puerto de La Sabina. Lo mejor es desplazarse después en bicicletas o motos eléctricas, portando agua y comida salvo que hayamos reservado en alguno de los locales (es conveniente consultar antes sus precios para evitar sorpresas). Formentera merece una visita solo por contemplar estas aguas de un azul como zafiro gracias a la depuración generada por kilómetros de praderas de posidonia. Ses Illetes, además, exige especiales mimos al estar integrada en el parque natural de las Salinas de Ibiza y Formentera. A su espalda, la playa de Llevant atrae a quienes buscan menos micromundo de hedonismo y más reposo, muchas veces tal y como vinieron al mundo. Tras la experiencia playera podremos acercarnos a los nuevos paneles-observatorios ornitológicos instalados alrededor del humedal del Estany Pudent.Juergen Sack (Getty Images)
Es la comidilla del verano. El aislamiento forzoso impuesto por la pandemia, ya sin la erosión que infligía el trasiego de miles de turistas, ha afinado las dunas de Maspalomas hasta dotarlas de unas estilizadas ondulaciones como no se habían visto en décadas. ¿Habrá que prohibir pisar estos cuatro kilómetros cuadrados de puro Sáhara rodeados de mar y hoteles? (Una policía específica está empezando a hacerlo). Ahora más que nunca se impone fotografiarlas por la tarde desde el Mirador de las Dunas. Del resto de esta reserva natural especial —¡la imagen playera icónica de Canarias!— cabe resaltar La Charca, laguna de acentuada biodiversidad que ocupa la desembocadura del barranco de Fataga, y el palmeral, con el parque Tony Gallardo que reabre el 7 de julio (parquetonygallardo.com). Los 5,8 kilómetros de playa tienen como particularidad disponer de zonas nudistas, tanto para público heterosexual como homosexual, lo que ha granjeado fama a Maspalomas en toda Europa como playa 'open mind'. Descartar bañarse en La Puntilla por el peligro de corrientes.GETTY images
La aparición del monte Louro es conmovedora, pellizca. Le sigue, a sus pies, una cornisa dunar de casi 10 metros de altura que se alza y se dora espectacularmente al atardecer. Hábitat del chorlitejo patinegro, así como de numerosos abonados al nudismo, dicha muralla arenosa cierra el paso a la laguna das Xalfas, que embalsa el río Longarela, coto de ánades reales, garzas y cormoranes moñudos. A su lado, el pinar. Este paraíso absoluto incluido en la Red Natura 2000, al que se accede por una moderna pasarela, tiene como contrapartida su configuración abierta al Atlántico (sin la presencia de socorristas), por lo que conviene ser cautos a la hora del baño. Con sus olas juguetonas aprenden a practicar surf los alumnos de la escuela Abel Lago Watersport (abellago.com), campeón del mundo de kitesurf y natural de Carnota. La arena de Area Maior no se pega y la rompiente varía día a día con lomos y pozas variados. El atardecer nos debería sorprender con un mojito en el chiringuito La Chumbera.Kevin George (ALAMY)
Se trata de disfrutar de la flecha del Rompido, un elemento geomorfológico declarado paraje natural que impacta por su lengua arenosa de 13 kilómetros en paralelo a la ría del Piedras. Junto al puerto de El Terrón parte la pista de tierra de 1,7 kilómetros para llegar hasta esta playa. Nada más rebasar a pie las dunas se extiende a la mirada esta vasta extensión de arena ocre en la que no se percibe su imponente soledad como un estigma, sino como un desacostumbrado y frágil privilegio en tiempos de la covid-19. Lentiscos, tarajes y el autóctono tomillo carnoso alfombran las dunas. A unos 800 metros hacia La Antilla se encuentra la zona nudista y, después, el Santa Pura Club, chiringuito con actuaciones musicales en directo, cine infantil y una variada agenda de eventos. En Nueva Umbría imperan la falta de sombras y los escalones formados a capricho por la fuerte dinámica litoral. A la flecha se puede pasar en transbordador desde Cartaya tomando como base los puertos de El Rompido, Marina El Rompido y Nuevo Portil, así como la playa de San Miguel.Michael Zegers (Age)