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Una cancha para los niños de la calle en Bissau

Un entrenador retornado a Guinea Bissau monta una escuela de fútbol para niños sin recursos. Un centenar acude cada día desde que abrió hace seis meses y ya sueña con ampliar a otras regiones porque el talento puede estar en cualquier parte

Un centenar de chicos y un grupo de niñas sin recursos acuden cada día, después del almuerzo, al campo de tierra en el centro de Bissau para entrenar y jugar al fútbolÁlvaro García
Al otro lado del campo, donde un árbol proporciona una sombra generosa, una radial hace saltar chispas, unos operarios cortan y sueldan metales. Están construyendo porteríasÁlvaro García
Son las tres de la tarde en el barrio donde antiguamente vivían los colonos portugueses en Bissau. En un terraplén de tierra fina, como la de una playa paradisiaca, pero de color rojizo, un centenar de chavales y niñas entrena su destreza con el balón. Hace mucho calor, pero temperatura infernal y la inestabilidad del terreno no son las únicas adversidadesÁlvaro García
Las camisetas del Real Madrid abundan en la cancha. Causo Seidi, impulsor de esta escuela de fútbol para niños sin recursos, es seguidor del equipo merengue y dota a los chavales con equipamiento del clubÁlvaro García
La pobreza infantil está muy extendida en Guinea Bissau. Según el Índice de Pobreza Multidimensional de Unicef, el 75% de menores de 18 años sufre más de tres privaciones graves como no tener acceso a saneamiento o una vivienda con techo y suelo pavimentado. Más del 77% con menos de 14 fueron víctimas de violencia familiar y el trabajo infantilÁlvaro García
“Este es un país pobre y no hay apoyo para los niños. Se aburren en casa, aquí son libres de divertirse y creo que se reduce la criminalidad infantil”, expone SeidiÁlvaro García
“Empecé como estos niños, en la calle, sin zapatos, sin nada”, explica Causo Seidi en inglés, idioma que aprendió en la década que residió en InglaterraÁlvaro García
Muchos de los niños no calzan zapatillas adecuadas para el deporte, algunos llevan chanclas cangrejeras con calcetines y otros van descalzos. Pero juegan, ríen, se divierten. La alternativa sería la calleÁlvaro García
A partir de los 10, a los chicos es común verlos trabajando. A los musulmanes, a veces les envían a escuelas coránicas (en Guinea Bissau y Senegal) donde son obligados a mendigar y sufren malos tratos. Se convierten en niños talibésÁlvaro García
Seidi sueña con ampliar su proyecto a las zonas rurales del país porque "el talento puede estar en cualquier parte"Álvaro García
Alberto Ndi, de 14 años, es la esperanza de Seidi. En él ve a una futura estrella. “Juega en la U15, la selección nacional”, adelanta el orgulloso entrenador. “Solía jugar en una calle estrecha hasta hace tres meses que me ofrecieron venir aquí y acepté”, explica tímido el chico. “Quiero ser como Messi”Álvaro García
También hay chicas en el campo entrenando, aunque posan como modelos en cuanto les enfoca la cámara Álvaro García
Seidi planea la creación de un equipo de chicas, aunque todavía está en busca de financiación, ya tiene diseñado el logo y pensando el nombre: Chitas Futbol FemeninoÁlvaro García
Casi todas las niñas visten de blanco, con la equipación del club del que es fan Seidi, el Real Madrid. El entrenador, musulmán, también dice hacer una labor de sensibilización para que otros de su misma religión dejen de prohibir jugar a las chicas. "El fútbol, el deporte, es bueno para ellas; les puede cambiar la vida", asegura Álvaro García
La venta de las porterías que fabrica en el campo, le sirve a Seidi para financiar su escuela de fútbol. De momento, las comercializa en Guinea Bissau, pero no descarta empezar a exportarÁlvaro García
Algunos chavales acuden descalzos al entrenamiento. Seidi asegura que les ayuda dotándoles de equipación, e incluso para pagar su educación y comida, entre otros gastos básicosÁlvaro García
"Están jugando”. Seidi agita los brazos señalando a un lado y otro. Él ve incluso más que eso. “Si miras a estos niños de la calle, algunos llegarán al equipo nacional”Álvaro García
Nilton Ye, de 32 años, es uno de los ocho entrenadores voluntarios de la escuela de Seidi. Le encantan los niños y, a falta de un empleo, no dudó en aceptar Álvaro García