Fruta para todo el año
La pera pertenece a una de las familias botánicas más numerosas: las rosáceas. Este clan cuenta con 2.000 especies de plantas herbáceas, arbustos y árboles entre los que se encuentran el manzano y el ciruelo, pero también las moras, las fresas… La familia es amplia, pero es que la propia pera aporta muchas variedades, con formas más o menos ovaladas o tirando a redondas.
Tiene la piel delgada y de color verde, amarillo, pardo, rojo o blanquecino. La pulpa es jugosa y su sabor, dulce y suave. En España las especies más conocidas y cultivadas son: blanca de Aranjuez o blanquilla, Castell o pera de San Juan, comice, conferencia, ercolina, limonera y de Roma.
Su temporada depende de la variedad. La conferencia o blanquilla están disponibles el año entero. Junio y julio son los meses de la pera Castell o pera de San Juan; de septiembre a abril, la de comicio; la ercolina, de junio a octubre; y la limonera, todo el verano.
A casa, siempre con rabito
Al igual que con las manzanas, de un simple vistazo se pueden descartar los ejemplares a punto de pudrirse. Son los que tienen fisuras, abolladuras o golpes en la piel. Por ahí empezarán a pudrirse con facilidad. Hay que tener cuidado al cogerlas, ya que la piel es tan fina que es fácil clavarles la uña. Es preferentes elegirlas con pedúndulo (el rabito), ya que si falta es muy posible que empiece a deteriorarse por esa zona.
En casa, hay que guardaras en un lugar fresco y sin luz. Si se meten en la nevera, siempre en la zona menos fría y sin plásticos. Si están algo duras, es mejor dejarlas fuera de la nevera envueltas en una bolsa de papel. Y si se quiere acelerar aún más la maduración, un buen truco es ponerla cerca de una manzana madura.
Mucho más que agua
El 86,7% de la pera es agua. Por eso es tan jugosa. Cada 100 gramos de pera aportan 45 kilocalorías y 10,6 carbohidratos, sobre todo, fructosa. Teniendo en cuenta que una pera viene a pesar unos 190 gramos, aporta unas 82 kilocalorías. Saludables y con un aporte generoso de fibra, especialmente de tipo soluble (2,3 gramos). La fibra soluble es fermentable en el colon y tiene un efecto probiótico sobre la flora intestinal.
De los minerales, su aporte es discreto, destacando el potasio (130 mg). También contiene fitoquímicos. Entre ellos destacan los flavonoides, compuestos de acción antioxidante, como la quercetina, el kaempferol y las catequinas; los lignanos, una clase de fitoestrógenos, y los ácidos orgánicos. Actualmente se estudia si estas sustancias podrían tener otros efectos beneficiosos sobre la salud
Atención: podría sentarte mal
Si casi toda la pera es agua y tampoco va cargada de calorías, ¿por qué para algunas personas la digestión de una pera, y de las frutas en general, se convierte en un calvario? El problema reside en la intolerancia a la fructosa. Puede ser de carácter genético (intolerancia hereditaria a la fructosa o IHF), que afecta a una de cada 20.000 personas. El organismo de estas personas no posee la enzima fructosa-1-fosfato-aldolasa (aldolasa B), no metaboliza bien la fructosa y este fallo genera productos tóxicos que dan lugar a náuseas, vómitos, deshidratación o hipoglucemia. Se detecta en cuanto se introduce la fruta en la dieta del bebé y requiere vigilar la dieta de por vida.
En otros casos solo se trata de una mala absorción de la fructosa, una situación que se calcula que podría afectar al 30% de la población. Sus células intestinales no son capaces de absorber de manera total o parcial la fructosa, dando como resultado distintos síntomas gastrointestinales (diarrea, dolor abdominal, náuseas, gases). Según la gravedad, puede ser reversible o no. La primera estrategia para aliviar esos síntomas es pautar una dieta FODMAP (acrónimo de Fermentable Oligosacáridos Disacáridos Monosacáridos y Polioles), un tipo de régimen nutricional estricto que necesita supervisión por parte de dietistas-nutricionistas expertos en esta materia, y en la que se eliminan casi por completo los compuestos fermentables de la dieta. La pera, al igual el resto de sus primas (manzana, melocotón o ciruelas, por ejemplo) entran entre los alimentos para eliminar o consumir con cautela.
Mejor no consumirla en caso de diarrea
La fruta cruda, salvo el plátano, no es una buena compañera cuando las tripas andan revueltas. Lucía Martínez, dietista-nutricionista y autora del blog Dime qué comes, lo deja muy claro: en una dieta blanda, nada de peras. Pero, ¿si se le quita la piel no tiene acción astringente? Es una de las leyendas que circula por Internet y que da lugar a confusiones. La cantidad de fibra que se esconde en la piel no es tan despampanante en comparación con la de la pulpa. En otras palabras: pelar la pera no elimina completamente la fibra. Si lo que necesita es cortar con la diarrea, deje las peras (y casi todas las frutas crudas) para otro día, salvo que estén cocidas (sin azúcar). Al hervirla, la fructosa pasa al líquido de cocción, así que nada de aprovechar el caldito si quiere que forme parte de una dieta blanda sin tener que lamentarlo.
Atracción hacia lo opuesto
Su sabor dulce la convierte en candidata de pleno derecho a recetas de postres: peras al vino con azafrán, tartaletas, flanes…. Pero en la cocina, los polos opuestos se atraen. Siempre es bueno tener a mano peras para dar una buena réplica a quesos suaves como el parmesano o el gorgonzola, incluso, al de cabra. Por idénticas razones, un chutney de pera, suave y aromático, es el acompañamiento perfecto para un asado de cerdo o un magret de pato.
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