Desde Nueva Zelanda a Galicia
Paradojas de la vida: el kiwi es una de las frutas menos agraciadas por fuera, pero más espectaculares en su interior, con una pulpa carnosa de color verde intenso o verde amarillento. Crece en una planta trepadora llamada actinidia, que es de mediano tamaño y forma elíptica, y está cubierta de una piel vellosa. En China se conocía desde hace milenios, pero no se cultivaría en serio hasta hace 300 años.
A principios de 1900 una semilla de kiwi llegó a Nueva Zelanda. Allí mejoraron la especie y la rebautizaron con el nombre de un ave endémica de aquel país. Ahora los neozelandeses tienen kiwi-pájaro, kiwi-fruta y a ellos mismos se les conoce como kiwis.
En España, la variedad más abundante es la Actinidia deliciosa, de pulpa verde, jugoso y ligeramente ácido. Una evolución de esta variedad, el kiwi amarillo o Actinida chinensis, más dulce y carnoso, es también muy común en nuestros mercados. Dentro de la familia del kiwi verde hay distintas variedades: Hayward, la más cultivada en el mundo; Bruno, más pequeña y cilíndrica; Allisons, más dulce; Monty, pequeño y ácido; o Top Star, una mutación del Hayward sin vellosidad. Además, la ingeniería botánica no descansa y trabaja en la viabilidad del kiwi rojo y el kiwiberry o kiwiño, un tipo de kiwi cultivado en Galicia, pequeño, de piel lisa, fina y suave, piel verde-rojiza, sin pelos y pulpa de sabor dulce.
Los de producción española —sobre todo, en Galicia— llegan al mercado entre octubre mayo. El resto, es de importación.
Reconoce a los que están como piedras
Las cosas como son: es fácil errar el tiro con el kiwi y comprarlo poco maduro. Muy, muy poco maduro. Duro como una piedra, para ser exactos. Para acertar, un truco efectivo es ponerse el kiwi sobre la palma de la mano, cerrarla y apretar ligeramente. Si la palma cede de forma leve a la presión, está en su punto. Hay que fijarse también en la piel: al margen de los pelillos, debe ser lisa, sin estrías verticales.
Si se compra medianamente maduro, debería aguantar una semana. En cambio, si le falta maduración, paciencia y un par de consejos para acelerar el proceso: meter el kiwi en una bolsa de papel o colocarlo cerca de plátanos o manzanas.
Rival de la naranja en la vitamina C
El kiwi es una fuente de vitamina C en niveles estratosféricos. Cada 100 gramos aportan 59 mg, una cantidad que supera a la mismísima naranja (50 mg). Solo con un kiwi de tamaño medio ya se cubre prácticamente el 100% de las ingestas diarias recomendadas para este nutriente. La vitamina C contribuye a la protección de las células frente al daño oxidativo, facilita la absorción del hierro y contribuye a la síntesis normal del colágeno para la piel, encías, dientes y huesos.
Su contenido en carbohidratos es moderado (10,6 gramos), así como lo es también su aporte energético (58 kcal). También posee fibra, fundamentalmente de tipo insoluble (2 gramos). Las fibras insolubles en el organismo no retienen demasiada agua en el intestino delgado y llegan casi intactas al colon donde ayudan a normalizar el tránsito intestinal.
Y, sí, tiene proteínas. No es mucho, solo 1,1 gramos, pero si en una dieta vegana todo suma en la cuenta final.
Digestiones más tranquilas
No solo la fibra del kiwi será de ayuda para completar una buena digestión. Esta fruta peluda contiene una enzima proteolítica, la actidina, que ayuda a romper las proteínas y facilitar su absorción. Esto significa que va a echar una mano para que ese entrecot no se atrinchere en el estómago durante horas, haciendo más llevadera su digestión.
La piel es comestible, pero no es la parte más valiosa
Prueba a teclear "kiwi" y "piel" en Google. Al instante, tendrás más de cinco millones de resultados. Y todo porque corre el bulo digital de que es, precisamente, en ese abrigo peludo donde se concentran buena parte de la fibra, y la flor y nata de las vitaminas. Manuel Moñino, presidente del comité científico de la Asociación para la Promoción de Frutas y Hortalizas 5 al día y miembro de la Academia Española de Nutrición y Dietética, niega cualquier rigor a esta idea.
Una cosa es que sea comestible, que sí que lo es, y otra que sea la parte nutricionalmente más valiosa, que no. El grueso de los nutrientes sigue estando donde siempre: en la pulpa comestible. Pese a todo, si se desea ingerir la piel, hay que lavarla bien: dejarla en remojo entre tres y cinco minutos en agua con desinfectante (una cucharadita de lejía apta para desinfección de agua de bebida en cinco litros de agua del grifo) y, después, aclararla con abundante agua corriente.
Cámbialo por el kétchup en la hamburguesa
El kiwi verde, por su sabor ácido, resulta el contrapunto ideal a platos grasos, como el pescado azul o el cordero. En ensaladas, resulta la réplica perfecta a vegetales de sabor amargo, como la rúcula o las endivias. ¿Quieres ir más allá? Prueba a ponerlo en la hamburguesa en lugar del kétchup, sírvelo en dados acompañando al pollo o haz una crema de kiwi con hierbas frescas para acompañar a los pescados. El amarillo, más dulce y carnoso, funciona perfecto en postres o incluso en forma de puré como alternativa saludable a la nata.
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