Columna

La farsa de la relación con Bildu

El PP sigue hoy sin asumir la legalidad de Bildu: la usa para atacar a Sánchez mientras mira de reojo a Vox

Oskar Matute, Gorka Elejabarrieta, Mertxe Aizpurua, Adriana Lastra y Rafael Simancas durante su reunión en el Congreso de los Diputados.Psoe

El Pacto de Ajuria Enea de 1988, firmado por todos los partidos democráticos vascos contra ETA (incluida AP, embrión del PP), y el Pacto Antiterrorista de 2000, suscrito entre PP y PSOE y apoyado por la mayoría de los partidos españoles, exigieron a ETA su desaparición, pero a la vez asumieron que podía defender sus objetivos políticos independentistas por vías exclusivamente legales y democráticas. Resulta oportuno recordarlo no por añoranza, sino porque con el inédito encuentro entre el PSOE y Bildu se rompe un tabú. Pablo Casado lo alimentaba hace solo unos días: “Es terrible que Bildu pued...

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El Pacto de Ajuria Enea de 1988, firmado por todos los partidos democráticos vascos contra ETA (incluida AP, embrión del PP), y el Pacto Antiterrorista de 2000, suscrito entre PP y PSOE y apoyado por la mayoría de los partidos españoles, exigieron a ETA su desaparición, pero a la vez asumieron que podía defender sus objetivos políticos independentistas por vías exclusivamente legales y democráticas. Resulta oportuno recordarlo no por añoranza, sino porque con el inédito encuentro entre el PSOE y Bildu se rompe un tabú. Pablo Casado lo alimentaba hace solo unos días: “Es terrible que Bildu pueda ser un partido homologable en las conversaciones para formar Gobierno”. Casado no sólo ignora lo firmado por sus predecesores; también que desde que la izquierda abertzale recobró la legalidad en 2011, como Bildu, el PP se ha reunido y cerrado acuerdos con ese partido en el Parlamento y en municipios vascos. Así lo hizo un hombre de su confianza, Javier Maroto, como alcalde de Vitoria.

Tampoco el PSOE se atreve a recordar los pactos de 1988 y 2000. El PSOE no incluyó a Bildu en rondas anteriores por temor a la derecha política y mediática. Lo hace ahora, urgido por la necesidad de pactar la abstención con ERC, socio de Bildu. Sin embargo, hace años que el PSE pacta con Bildu en el Parlamento y en Ayuntamientos. En Navarra, el PSN negocia con Bildu los Presupuestos. El problema no está en hablar con un partido legal; si acaso, en lo pactado. Las relaciones con Bildu se han convertido en una farsa. Bildu y Sortu (heredero del brazo político de ETA) son legales desde 2011 porque en sus estatutos condenan la violencia. Se cumplieron los objetivos de los pactos de Ajuria Enea y Antiterrorista. ¿Por qué entonces esta farsa? Por sectarismo partidista.

Con Zapatero, que protagonizó un proceso de diálogo con ETA, el PP usó la política antiterrorista como arma arrojadiza. La radicalizó cuando los tribunales legalizaron a Bildu. Los populares quedaron descolocados cuando ETA cesó el terrorismo. Y el PP sigue hoy sin asumir la legalidad de Bildu: la usa para atacar a Sánchez mientras mira de reojo a Vox, cuya anticonstitucionalidad no cuestiona.

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Es verdad que Bildu no ha completado su recorrido: tiene pendiente una autocrítica por la pasada complicidad de los abertzales radicales con ETA. Se la debe a la sociedad, a las víctimas del terrorismo. Los partidos deben exigírselo. Pero eso no debe ser excusa para seguir usando el terrorismo de forma partidista y alimentar la farsa política.

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