La nueva vida del despiadado rey de los ‘talent shows’

A punto de cumplir 60 años, Simon Cowell, productor y famoso juez de programas como 'The X Factor' o 'America's Got Talent' y descubridor de Il Divo o Camila Cabello, da un vuelco radical

Simon Cowell en octubre de 2018 en Pasadena (California).Tibrina Hobson (Getty Images)
Londres -

Que la autobiografía que el magnate británico Simon Cowell publicó en 2003 se titulase I Don't Mean To Be Rude, But... no es un dato puramente anecdótico. La frase, que significa "no pretendo ser grosero, pero...", precedía a menudo a sus críticas e insultos más despiadados en su papel de juez de talent shows como Pop Idol, The X Factor o America's Got Talent, cuya 14ª edición se está emitiendo ahora. Este productor music...

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Que la autobiografía que el magnate británico Simon Cowell publicó en 2003 se titulase I Don't Mean To Be Rude, But... no es un dato puramente anecdótico. La frase, que significa "no pretendo ser grosero, pero...", precedía a menudo a sus críticas e insultos más despiadados en su papel de juez de talent shows como Pop Idol, The X Factor o America's Got Talent, cuya 14ª edición se está emitiendo ahora. Este productor musical y televisivo se hizo un hueco en la cultura popular por su honestidad brutal al evaluar el talento –o la ausencia de él– o incluso el aspecto físico de los concursantes con frases tan hirientes como “en otro tiempo te habrían lapidado” o “tienes tanta personalidad como un picaporte”. Pero, a punto de cumplir los 60 años –lo hará en octubre–, Mr. Nasty (el señor cruel) ha cambiado de hábitos y de estilo de vida.

En octubre de 2017 Cowell se cayó por las escaleras de su casa de Londres a las 4 de la madrugada después de sufrir un desmayo. Estar levantado a esas horas era para él la regla en lugar de la excepción, porque siempre pasaba las noches atendiendo llamadas, en reuniones intempestivas o revisando grabaciones. “Era como un vampiro", contó en The Sun. "Durante años, no me iba a la cama hasta las 8 de la mañana”. El estrés, una alimentación basada principalmente en espaguetis y hamburguesas, el alcohol y el hecho de llevar fumando desde los ocho años completaban un cuadro que tenía preocupado a su entorno. La caída, que acabó con él en el hospital, fue “la llamada de atención” que le animó por fin a variar su dieta –que ahora es prácticamente vegana– y sus horarios. También redujo el uso del móvil y las redes sociales, y hasta dejó de ver las noticias. “Después de todo, ahora soy padre y tengo más responsabilidad que nunca”, ha dicho.

Con su eterno bronceado, su debilidad confesa por el bótox y su dentadura color blanco nuclear, al empresario se le consideraba un mujeriego impenitente hasta que conoció a su actual pareja, Lauren Silverman, que estaba casada con un amigo suyo cuando empezaron a verse en secreto. Cowell se cansó de declarar que nunca tendría hijos y, al más puro estilo Mr. Nasty, a su exnovia Terri Seymour llegó a sugerirle que mejor se comprara una tortuga, según publicó GQ en 2011. En ese mismo reportaje aseguraba que tenía totalmente descartada la paternidad: “A mi edad, sin duda”. Y añadía: “La realidad es que, con la vida que llevo, no tendría paciencia”. Y, sin embargo, hace cinco años tuvo a Eric con Lauren y, como suele suceder, eso lo cambió todo.

Porque, durante casi toda su vida, la principal motivación de Simon Cowell había sido ganar dinero. Atraído por la fama desde que de niño curioseaba en las fiestas llenas de famosos que daba un productor de cine vecino de sus padres, Cowell decidió saltarse la universidad y hacer carrera en la industria de la música empezando en EMI desde abajo. A principios de los 80 cofundó su propio sello, Fanfare Records, pero aquello no salió bien y con 30 años se vio endeudado y tuvo que volver a casa de sus padres. Ha contado muchas veces cómo, en sus tiempos de ejecutivo discográfico, sus jefes y compañeros solían mirarlo por encima del hombro por sus gustos poco refinados. “Me consideraban lo peor de lo peor”, admitió al Financial Times en 2014. Pero su capacidad de conectar con lo popular acabó convirtiéndose, a principios de los 2000, en su pasaporte al éxito: primero, al ayudar a Simon Fuller (exmanager de las Spice Girls) a lanzar Pop Idol y American Idol, donde se estrenó en el panel de jueces, y, más tarde, ideando dos formatos nuevos, The X Factor y Got Talent, que han sido exportados a decenas de países.

Simon Cowell con su estrella de fama, en Los Ángeles, el pasado agosto.cordonpress

Para Simon Cowell, sus bolos televisivos son ante todo un medio para un fin: descubrir talentos a los que fichar para su compañía, Syco Entertainment (de la que Sony posee el 75%). Él es el responsable de haber convertido a cinco chavales que ni siquiera ganaron The X Factor en el fenómeno One Direction. A él también hay que concederle el descubrimiento de Susan Boyle, Il Divo, Leona Lewis, Kelly Clarkson o Camila Cabello.

La última The Sunday Times Rich List, publicada en mayo, le atribuye una fortuna de 430 millones de euros. Tiene casas en varios países, una colección de coches, una estrella en el Paseo de la Fama de Hollywood y hasta papel higiénico con su monograma, si creemos a su amigo Piers Morgan. No es de extrañar que otra biografía publicada sobre él en 2012 llevara como título Sweet Revenge (Venganza dulce). “No tengo problema en admitir que soy increíblemente competitivo. Me proporciona más placer mi propio éxito que el de los demás”, contó a GQ en 2011. Tras el susto que supuso su caída, y el consiguiente vuelco en su estilo de vida, se diría que sus niveles de ambición se han moderado un poco. Aunque no lo suficiente como para condenar a su alter ego, Mr. Nasty, al olvido.

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