Columna

Burbujas

En todos los ámbitos y territorios, las fuerzas más votadas son las que apuestan, de una manera u otra, por la moderación. Incluso, parece, en el independentismo catalán

Ambiente en la sede del PSOE en Madrid tras la victoria en las elecciones generales. JAIME VILLANUEVA (EL PAÍS)

Durante meses hemos vivido dentro de una burbuja en la que se repetía que el eje de la preocupación pública había cambiado en España. Que a la hora de votar ya no eran tan determinantes el fin de mes, la vivienda, las guarderías, las tasas universitarias, el empleo, el machismo, o la incertidumbre sobre las pensiones. Nos decían, —y decíamos y repetíamos en conversaciones y artículos — que la cronificación de la crisis económica nos dejaba en una especie de desamparo cósmico que solo se compensaba con el sentido de pertenencia al terruño, y al grupo que supuestamente lo ocupó primero. Y en Esp...

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Durante meses hemos vivido dentro de una burbuja en la que se repetía que el eje de la preocupación pública había cambiado en España. Que a la hora de votar ya no eran tan determinantes el fin de mes, la vivienda, las guarderías, las tasas universitarias, el empleo, el machismo, o la incertidumbre sobre las pensiones. Nos decían, —y decíamos y repetíamos en conversaciones y artículos — que la cronificación de la crisis económica nos dejaba en una especie de desamparo cósmico que solo se compensaba con el sentido de pertenencia al terruño, y al grupo que supuestamente lo ocupó primero. Y en España teníamos además el efecto multiplicador del separatismo catalán. Daba igual que el CIS constatara que la crisis territorial era la octava preocupación de los españoles. El CIS, elaborado por científicos sociales que estaban ahí mucho antes de que José Felix Tezanos llegara y seguirán después de que, tras acertar el 28 de abril, Tezanos se vaya. Todo daba igual, porque Santiago Abascal iba a empezar “la Reconquista” en Covadonga el día de apertura de la campaña y se calculaba que llegaría a Granada sobre el 2 de enero próximo, justo para el aniversario de la toma de la ciudad para los Reyes Católicos. No había más que ver, se decía, el llenazo de sus mítines y su destreza en las redes sociales. Incomparable con la frialdad de las cifras y la técnica de la demoscopia.

Y el resultado de las elecciones generales confirma que, efectivamente, la pertenencia al grupo y al terruño debe aliviar del desemparo cósmico, pero sin dramatizar. Han crecido el nacionalismo español y todos los nacionalismos periféricos, pero donde crece uno prácticamente desaparece el otro, en una especie de checks and balances territorial. La derecha española se da un castañazo histórico en Cataluña y Euskadi y Vox será irrelevante esta legislatura. En todos los ámbitos y territorios, las fuerzas más votadas son las que apuestan, de una manera u otra, por la moderación. Incluso, parece, en el independentismo catalán.

Estábamos advertidos de que los partidos seleccionaban electores para hacerles llegar publicidad segmentada a través del móvil. Y pontificamos sobre burbujas de votantes incautos que tomarían la decisión atiborrados de mentiras. No habíamos calculado que una gran mayoría, incluidos muchos periodistas, estábamos ya dentro de la burbuja.

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