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El final del mercado de La Elipa

Los últimos cuatro comerciantes de la Galería Comercial se ven obligados a cerrar después de 55 años

Este reportaje comenzó en 2009 junto con una serie de retratos en primer primerísimo plano que sirvieron de exposición en el hall abandonado de la planta de arriba del Mercado de La Elipa como tributo a la resistencia de sus tenderos. Hoy, gracias a una iniciativa conjunta con los propietarios, los puestos cerrados lucen con las caras de sus antiguos moradores desde mediados de abril.TAMARA ARRANZ
Javi y Jose Pérez, fruteros, 48 y 50 años. Enfrente de la frutería de los hermanos Pérez hay siete sillas de madera en fila “para que nuestros clientes esperen cómodamente”, dice Javier. La frutería la heredaron de sus padres, pero con ellos va a morir. “Los supermercados ya no respetan las diferentes temporadas de las frutas, venden de todo en cualquier estación”. Trabajan todos los días, doble jornada.TAMARA ARRANZ
Las instalaciones de este mercado, abierto en los años sesenta, da muestra de su envergadura. Con más de 5000 metros cuadrados y 113 puestos en su interior, la galería comercial de La Elipa se erigió como núcleo comercial principal del barrio.TAMARA ARRANZ
Luis, el aceitunero, atendía a los clientes habituales de las mañanas, en su mayoría personas mayores. Cerró hace unos meses.TAMARA ARRANZ
Marcelino y su compañero, pescaderos, descansan en el almacén después de la comida. Ahora solo quedan cuatro puestos en activo en el abastos: dos fruteros, un carnicero y un pollero.TAMARA ARRANZ
Cuando Antonio, el pescadero, todavía vendía en el mercado, colocaba el producto a primera hora del día. Es lo que siguen haciendo sus moradores, que consiguen sus productos de madrugada, en Mercamadrid.TAMARA ARRANZ
Uno de los pasillos vacíos de la planta de abajo actualmente.TAMARA ARRANZ
Ángel Delgado, carnicero, 51 años. “Mi hija de 12 años dice que quiere venir a trabajar conmigo los sábados y aprender del negocio porque quiere ser carnicera”, dice. Hace 35 años, cuando Delgado empezó a trabajar en la carnicería, recuerda que no le alcanzaban las horas del día para hacer todo el trabajo. “Por ahora sigo aquí, pero en cualquier momento nos tendremos que ir”. Tiene dos locales más fuera del mercado.TAMARA ARRANZ
Clientes comprando en uno de los últimos puestos de la planta de arriba. Hace alrededor de diez años, los pocos puestos que sobrevivían en la planta de arriba se mudaran la planta baja, para así aunar todos los servicios.TAMARA ARRANZ
Antonio Carnero, frutero, 60 años. Su especialidad son las clementinas y las naranjas. Ha pasado toda su vida en el mercado y sus clientes se han vuelto parte de su familia, pero cree que ya es tiempo de vender. “Esto ya no tiene futuro, y ahora hemos conseguido un comprador”, dice. Este filósofo de León no se arrepiente de haber dejado las letras por las frutas: “Mis compañeros de clase están igual o peor que yo”.TAMARA ARRANZ
José Mayo, en la casquería, leyendo un libro ante la falta de clientela. Acabó echando el cierre.TAMARA ARRANZ
Jose Zapata, pollero, 61 años. Zapata empezó a los 16 años a vender pollo en la caseta de su primo. “Como no estudié me tuve que meter a trabajar”, dice este toledano que llegó en los años sesenta a vivir a Madrid. “Me trajeron mis padres en la maleta y aquí estoy”. Zapata asegura que su pollo es fresco porque va todas las mañanas a Mercamadrid, y no entrega la comida envasada. Su futuro es jubilarse. No tiene hijos.TAMARA ARRANZ
A las 20.00, el mercado cierras sus puertas y los trabajadores comienzan a limpiar y a recoger dejar todo listo para el día siguiente. A las 9.00 todo el producto vuelve a lucir en los estantes.TAMARA ARRANZ
Un grupo de clientes ríen con Jose a la salida del trabajo. Jose y Manoli llevaban hasta 2012 el bar del Mercado. Fue un punto de encuentro entre los vecinos y trabajadores de la zona y daba de comer a todos los trabajadores del mercado cada día. Más tarde el bar volvió a abrir, pero tampoco sobrevive en la actualidad.TAMARA ARRANZ