Columna

‘Gran Relator’

Más que a líderes discrepando legítimamente, yo ayer veía a nominados a abandonar La Moncloa y a candidatos al reingreso haciendo el pino en cueros

Calvo comparece en Moncloa tras la polémica por el Emilio Naranjo (EFE)

Hay días en los que el patio político parece un híbrido entre circo, reality y sala de estriptis. Por el desfile de acróbatas, friquis y gente en pelotas, digo. Ayer fue uno, y van unos cuantos en esta legislatura que discurre entre catástrofe y hecatombe continua. La aceptación del Gobierno de la figura de un “relator” en Cataluña nos regaló dos numeritos de dos divos del oficio, cada uno en su estilo. Primero, la vicepresidenta Calvo salía a escena con el rictus de hastío, el tonito de madre superiora y los ojos en blanco por dentro que se le ponen cuando tiene que explicar lo obvio...

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Hay días en los que el patio político parece un híbrido entre circo, reality y sala de estriptis. Por el desfile de acróbatas, friquis y gente en pelotas, digo. Ayer fue uno, y van unos cuantos en esta legislatura que discurre entre catástrofe y hecatombe continua. La aceptación del Gobierno de la figura de un “relator” en Cataluña nos regaló dos numeritos de dos divos del oficio, cada uno en su estilo. Primero, la vicepresidenta Calvo salía a escena con el rictus de hastío, el tonito de madre superiora y los ojos en blanco por dentro que se le ponen cuando tiene que explicar lo obvio a un auditorio de tarados que no se quiere enterar, ye-ye, de que nos quieren de verdad, ye-ye-ye-ye, e insiste en difamar con que su Ejecutivo dice digo donde dijo Diego. Que el relator no es un mediador ni un moderador ni un hombre ni una mujer ni bueno ni mala, sostuvo. Que el relator es alguien pero no es nada, vino a decirnos. Un florero. Un capricho caro de los indepes,como los de esas estrellas del rock que exigen rosas blancas y coca a espuertas en el camerino y si no se las pones, no vienen. Y quien dice que no vienen, dice que no te levantan la enmienda a los Presupuestos en vísperas del juicio. Eso no lo dijo, pero lo piensan muchos, incluidos varios de sus barones, que no se coscan de nada.

Luego, al lado de tanto comedimiento y santa paciencia, el show de Pablo Casado puso la épica que le faltaba a tanta lírica. Ardían las plaquetas oyéndole tachar a Pedro Sánchez de altísimo traidor, ególatra de libro y felón de toda felonía, mientras podía oírse el aguacero de sangre y el derrumbe de los pilares constitucionales extramuros. Lo dicho. Un pasote de piruetas. Como que una, más que a líderes discrepando legítimamente, veía a nominados a abandonar La Moncloa y a candidatos al reingreso haciendo el pino en cueros vivos pidiendo el voto a sus fans respectivos. Pero igual soy yo, que tengo la mente sucia.

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