Editorial

Corregir la precariedad

Para reducir la inestabilidad laboral habría que empezar por exigir que los puestos de trabajo fijos no se cubran con temporales

Magdalena Valerio, ministra de TrabajoJAIME VILLANUEVA

Aunque las estadísticas señalan trimestre tras trimestre que el paro desciende y la ocupación aumenta, el examen más detallado de la Encuesta de Población Activa (EPA) demuestra que en el mercado de trabajo persisten problemas estructurales que deberían corregirse antes de que se conviertan en un problema social grave. En el tercer trimestre, la tasa de desempleo ha seguido bajando, en esta ocasión por debajo del 15%, y hay casi 184.000 ocupados más que en el segundo trimestre. La creación de empleo crece a un ritmo menor que años anteriores, un proceso relacionado con la moderada desaceleraci...

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Aunque las estadísticas señalan trimestre tras trimestre que el paro desciende y la ocupación aumenta, el examen más detallado de la Encuesta de Población Activa (EPA) demuestra que en el mercado de trabajo persisten problemas estructurales que deberían corregirse antes de que se conviertan en un problema social grave. En el tercer trimestre, la tasa de desempleo ha seguido bajando, en esta ocasión por debajo del 15%, y hay casi 184.000 ocupados más que en el segundo trimestre. La creación de empleo crece a un ritmo menor que años anteriores, un proceso relacionado con la moderada desaceleración económica prevista para los próximos trimestres.

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Cuando se profundiza en los resultados de la EPA aparecen casi inmediatamente los marcados desequilibrios del mercado laboral. La precariedad, entendida como la presencia masiva de contratos temporales con una baja remuneración, duplica la media de la Unión Europea. No ha habido milagro en la recuperación económica; el empleo que se ha creado en España procede en gran parte de la sustitución de empleos fijos, estables, por puestos de trabajo de una temporalidad extrema y muy baja remuneración. Tenemos un mercado de trabajo en el que dos de cada cinco nuevos contratos parciales tienen una duración inferior a un mes.

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Además, sigue existiendo demasiada diferencia entre la tasa de actividad masculina y la femenina: casi 12 puntos porcentuales. Sigue sin resolverse la abrumadora tasa de paro entre los jóvenes, que triplica la media europea, y el problema de los parados de larga duración.

La precariedad y la marginación juvenil no son un modelo de crecimiento deseable ni sostenible. Si no se afrontan con decisiones políticas rápidas, ambas pueden enquistarse en la débil estructura laboral española. Para reforzarla no se necesitan, de entrada, grandes aspavientos; bastaría con exigir el estricto cumplimiento de la ley en aspectos concretos. Por ejemplo, que los puestos de trabajo fijos no sean cubiertos con temporales. Sería un paso modesto, pero decisivo para reducir la precariedad.

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