Abusos a menores
El escándalo de los sacerdotes católicos en Pensilvania es por el momento el último caso que conocemos de abuso a menores. Provoca estupor y tristeza que mientras mantenemos sesudos debates acerca de morfemas y neologismos, no se plantee, por parte de los movimientos progresistas, la necesidad de revisar la ley sobre denuncia de abusos infantiles. Pretender, como se estipula ahora, que en solo doce años a partir de la mayoría de edad las víctimas logren alcanzar el preciso punto de discernimiento y valor para denunciarlos es, para cualquiera que conozca mínimamente este asunto, una quimera. La...
El escándalo de los sacerdotes católicos en Pensilvania es por el momento el último caso que conocemos de abuso a menores. Provoca estupor y tristeza que mientras mantenemos sesudos debates acerca de morfemas y neologismos, no se plantee, por parte de los movimientos progresistas, la necesidad de revisar la ley sobre denuncia de abusos infantiles. Pretender, como se estipula ahora, que en solo doce años a partir de la mayoría de edad las víctimas logren alcanzar el preciso punto de discernimiento y valor para denunciarlos es, para cualquiera que conozca mínimamente este asunto, una quimera. La única forma de concederles una mínima oportunidad de denunciar los hechos y a sus siniestros autores es aprobar que este tipo de delitos no prescriban nunca.— Juan Fernández Sánchez. Madrid.