Amatria

Una instalación artística pretende ser el banco de pruebas para una futura 'arquitectura sensible'

Amatria, obra del arquitecto Philip Beesley. INDIANA UNIVERSITY

Amatria es una instalación artística y un experimento en inteligencia artificial. Obra del arquitecto Philip Beesley en colaboración con un grupo internacional de 90 científicos, ingenieros y artistas, está expuesta en la Universidad de Indiana para cualquier viajero curioso que quiera escudriñar el mundo del futuro. Está hecha de PET (tereftalato de polietileno) blanco como la madreperla, plásticos acrílicos, acero cortado con láser, alambre, cristal y una miríada de equipos electrónicos entretejidos en su estructura. Cambia su estado ...

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Amatria es una instalación artística y un experimento en inteligencia artificial. Obra del arquitecto Philip Beesley en colaboración con un grupo internacional de 90 científicos, ingenieros y artistas, está expuesta en la Universidad de Indiana para cualquier viajero curioso que quiera escudriñar el mundo del futuro. Está hecha de PET (tereftalato de polietileno) blanco como la madreperla, plásticos acrílicos, acero cortado con láser, alambre, cristal y una miríada de equipos electrónicos entretejidos en su estructura. Cambia su estado y su configuración al contacto con una persona, percibe sus vibraciones y responde de formas apenas predecibles, seductoras como una narración abierta. Siendo tan artificial como el papel moneda, sorprende por lo mucho que se parece a la naturaleza, una naturaleza inexistente en este mundo pero obviamente posible y que por tanto podrá habitar en alguno de esos universos paralelos con que sueñan los físicos teóricos. Parece formar medusas y cristales de hielo, telarañas y estalactitas, arquitecturas industriales y microcosmos submarinos, fractales y tiempos curvos.

Como experimento, Amatria quiere ser el banco de pruebas para una futura “arquitectura sensible”, en que los edificios cobren vida e interactúen con sus ocupantes de formas útiles, sí, pero también creativas e inspiradoras. Beesley habla de estructuras arquitectónicas dotadas de un metabolismo, de una capacidad de auto-regeneración y de una forma primitiva de “curiosidad”. Todo ello, como es obvio, está inspirado en la biología, como buena parte de la ingeniería y el arte. Amatria no viajará por el mundo, porque está en permanente evolución y sus creadores están todo el rato ajustando sus formas y sus códigos, aprendiendo a hacerla más viva y real. Así que habrá que programar unas vacaciones en Indiana, muchachos.

A partir de este otoño (es decir, el mes que viene), Amatria estará equipada con un ambicioso sistema de inteligencia artificial llamado CBLA (siglas inglesas de algoritmo de aprendizaje basado en la curiosidad). Cuando un visitante responda a las manifestaciones de Amatria —luces, sonidos, vibraciones— con ciertas pautas de comportamiento, la escultura deducirá esos patrones de respuesta y los utilizará para ir sofisticando sus propias acciones, con ese mismo humano y con todos los que pasen por ahí. Estamos acostumbrados a máquinas que aprenden a jugar al ajedrez o al póker, pero no tanto a que una obra de arte aprenda a responder a sus espectadores. Una novedad bien interesante, ¿no os parece?

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