Antes que el titanio fue el hierro

Una intervención artística celebra los 125 años que acaba de cumplir el Puente Colgante de Bizkaia, el más antiguo de su tipo del mundo

Una de las cuatro terrazas que Pablo Zabala ha pintado en el Puente Colgante. MIGUEL TOÑA (EFE)

Junto al ferrocarril, los altos hornos y el marxismo, la Revolución Industrial y sus secuelas trajeron consigo infamias estéticas sin número, pero también una serie de obras entonces solo apreciadas por su utilidad inmediata, pero hoy convertidas en relevante patrimonio artístico. Reivindicar que una fábrica o una grúa pueden ser hermosas recuerda la creatividad que también había en un tiempo que supuso el mayor cambio del mundo en 5.000 años. Y además atrae turistas, que así comprobarán que entre el Coliseo y el Guggenheim —con una parada en La Gioconda— hubo algo.

Hubo el hie...

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Junto al ferrocarril, los altos hornos y el marxismo, la Revolución Industrial y sus secuelas trajeron consigo infamias estéticas sin número, pero también una serie de obras entonces solo apreciadas por su utilidad inmediata, pero hoy convertidas en relevante patrimonio artístico. Reivindicar que una fábrica o una grúa pueden ser hermosas recuerda la creatividad que también había en un tiempo que supuso el mayor cambio del mundo en 5.000 años. Y además atrae turistas, que así comprobarán que entre el Coliseo y el Guggenheim —con una parada en La Gioconda— hubo algo.

Hubo el hierro, como el que —hoy en color rojo oxidado— arma el Puente de Bizkaia, el Puente Colgante —no el del leré de la canción infantil; ese fue otro que llevaba dos décadas desaparecido cuando nació este—, que acaba de cumplir 125 años.

Obra del arquitecto Alberto de Palacio y Elissague (1856-1939), con la colaboración del especialista francés en puentes atirantados Ferdinand Arnodin (1845-1924), es el puente transbordador en servicio más antiguo del mundo. Patrimonio de la humanidad desde 2006, alza 61,3 metros en su punto más alto y su barcaza para personas y vehículos salva hoy en minuto y medio los 160 metros que la ría del Nervión separa en ese punto Portugalete y Getxo. Función y atracción se unen en su arquitectura: seis millones de viajeros anuales —funciona 24 horas al día todo el año—, según datos del Gobierno vasco, 650 millones en toda su historia.

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Dentro del recuerdo de este siglo y cuarto, sus cuatro terrazas (dos por margen) lucen ahora una intervención pictórica de Pablo Zabala, ganador del concurso convocado por la sociedad que explota el transbordador y la Facultad de Bellas Artes de la Universidad del País Vasco (UPV). A él se presentaron 14 proyectos de 16 autores. Zabala, estudiante del máster de Pintura de la UPV, funde en Gris el color del pasado industrial del entorno de la Ría con el mar y las luces de navegación marítima: verdes en la margen izquierda y rojo en la derecha.

Hierro y orgullo. Blas de Otero lo sabía: “Porque la verdad es que yo a París me lo paso por debajo del Puente Colgante”, escribió en un poema.

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