Ya no huele a cerrado en Moncloa

Pedro Sánchez reaparece con aplomo para consolidar sus expectativas presidenciales

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, antes de la primera entrevista que concedió a TVE en La Moncloa.Vídeo: ANDREA COMAS / EFE

Se conoce que olía a cerrado en la Moncloa en los estertores del marianismo. Y que procedía abrir las puertas y las ventanas de la residencia presidencial, hasta el extremo de proporcionar a la audiencia y a la ciudadanía el espectáculo televisivo de una puesta de sol que evocaba el crepúsculo sureño de Lo que el viento se llevó.

Aires nuevos en la Moncloa. Y un presidente, Sánchez, cuyo aplomo demuestra la interiorización del cargo a semejanza de un sortilegio. La ausencia de los últimos diez días se había convertido en ar...

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Se conoce que olía a cerrado en la Moncloa en los estertores del marianismo. Y que procedía abrir las puertas y las ventanas de la residencia presidencial, hasta el extremo de proporcionar a la audiencia y a la ciudadanía el espectáculo televisivo de una puesta de sol que evocaba el crepúsculo sureño de Lo que el viento se llevó.

Aires nuevos en la Moncloa. Y un presidente, Sánchez, cuyo aplomo demuestra la interiorización del cargo a semejanza de un sortilegio. La ausencia de los últimos diez días se había convertido en argumento de su propio misterio. Y da la impresión de haber envejecido mucho más tiempo desde entonces, como si las canas otorgaran solemnidad y rango senatorial a sus ademanes. Y como si Sánchez nos hablara desde la posición de estadista, vestido como Obama, paternalista como Macron.

No operaba desde la convencionalidad ni el prosaísmo del líder socialista, sino como jefe de Gobierno o como figura presidencialista. Pausado, templado, aunque no puede decirse que Ana Blanco y Sergio Martín le hubieran organizado una encerrona. Casi sin preguntar y sin tiempo de empezar la entrevista, trascendió el titular de la noche y del año y del año que viene: Sánchez agotará la legislatura, preparándose incluso para liderar la siguiente.

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No confió estas útimas expectativas, quede claro, porque los periodistas eludieron aquélla y cualquier otra repregunta que se sustrajera al guión canónico, pero la escena excluía toda provisionalidad. Sánchez ha atornillado las plantas de los pies y ha venido para quedarse, con el viento propicio de las encuestas y la autodestrucción del PP, no ya huérfano de Rajoy, sino del delfín que se postulaba como heredero antes de esconderse detrás de las lágrimas.

El poder desgasta al que no lo tiene. Bien lo sabe Pedro Sánchez desde la perspectiva del ungido. Y desde la pleitesía de la Televisión pública. Durísima cuando estaba en la oposición y dadivosa ahora que el líder socialista ha sustituido a Mariano Rajoy “para regenerar la democracia”.

El compromiso requería una dramaturgia a la medida. Parecía la Moncloa un palacio transparente y purificado, una sede postinera de la Cienciología. Y se le observaba a Sánchez relamerse con su propia autoridad, de forma que las preguntas le permitieron hacer pedagogía del diálogo y de la negociación, consciente de que su aliado, Podemos, es su enemigo, y de que su enemigo, Torra, es más enemigo todavía en la piromanía de la Constitución que se avecina.

Trasladaba serenidad Sánchez. Media hora en prime time sin sobresaltos ni dudas. Acaso alguna imprecisión sobre el copago y sobre la fecha en que Franco será evacuado de Cuelgamuros, pero el estado de gracia del presidente tanto proviene de su instinto y de su sentido de la oportunidad como del caos al que se han sometido los populares. De otro modo, no hubiera sido tan cariñoso ni condescendiente en la celebración del bipartidismo: "Nunca voy a decir que el PP es un partido corrupto. Muchos de ellos se avergozaban de los casos de corrupción de su partido. Y el PP es central en el sistema político español. espero que renueven el liderazgo y al nuevo líder del PP va a contar con mi lealtad, y espero contar con la suya".

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