Aquí lo que importa es saber de fútbol

¿Para qué publicar libros cuando lo fundamental es entender la regla del fuera de juego?

Máxim Huerta deberá aprender cuándo una mano en el área es penalti y cuándo involuntaria.Vídeo: ATLAS

Resulta que la primera polémica con la que tiene que lidiar el Gobierno de Pedro Sánchez es que al ministro de Cultura y Deportes, Màxim Huerta, no le gusta el fútbol. Aunque en realidad el problema es que en el pasado ha reconocido en público vía Twitter que no tiene ni idea. Y lo ha hecho de una manera ibéricamente inapelable. No es que no sepa mucho, o que no le atraiga. No. En sus propias palabras no tiene “ni puta idea”.

Francamente, no es habitual que ningún habitante nacido en la piel de toro —por no ir más lejos— reconozca con tal rotundidad su ignorancia sobre un tema. Aquí som...

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Resulta que la primera polémica con la que tiene que lidiar el Gobierno de Pedro Sánchez es que al ministro de Cultura y Deportes, Màxim Huerta, no le gusta el fútbol. Aunque en realidad el problema es que en el pasado ha reconocido en público vía Twitter que no tiene ni idea. Y lo ha hecho de una manera ibéricamente inapelable. No es que no sepa mucho, o que no le atraiga. No. En sus propias palabras no tiene “ni puta idea”.

Francamente, no es habitual que ningún habitante nacido en la piel de toro —por no ir más lejos— reconozca con tal rotundidad su ignorancia sobre un tema. Aquí somos raudos a la hora de acusar a todo el mundo de “no tener ni puta idea” de esto o de lo otro. Pero cuando se trata de nosotros mismos ya es otra cosa. Ahí desplegamos una panoplia de excusas, explicaciones, justificaciones y teorías para no reconocer nuestra ignorancia. Qué diferente sería todo si alguna vez, cuando nos preguntan, o nos ofrecen algo, tuviéramos la humildad de pronunciar cinco palabras: “No tengo ni puta idea”. Bueno, quitemos la penúltima, que tampoco hay que exagerar.

En cambio, Huerta es escritor y ha publicado seis novelas, un libro de viajes, un cuento infantil y un relato ilustrado. Ya son bastantes más que los de algunos de sus antecesores. Además ha trabajado toda su vida para la empresa privada, pero no como consultor, directivo, alto cargo o ejecutivo. No. De periodista. Los que estamos en este oficio sabemos lo que significa eso. También lo saben nuestros familiares, que nos miran con cara de lástima, y los directores de banco, que lo hacen con desconfianza. Pero no. El problema es que no sabe de fútbol ni practica deporte.

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Sin embargo, la cuestión podría ser por qué el deporte debe estar gestionado junto con la cultura en la acción del Gobierno. Apliquemos esa frase tan cursi de nuestros políticos y miremos qué hacen con el deporte “los países de nuestro entorno”. En Francia está con el Ministerio de Juventud y en Portugal es una secretaría de Estado que depende de Educación. En Italia es un ministerio propio que aparece y desaparece, y desde hace unos días está en Educación. En Suecia depende del Ministerio de Salud Pública, en Eslovenia de Ciencia y en Alemania... del ministerio del Interior. Es decir, en ninguno está integrado con Cultura. Aquí sí.

Es loable que al deporte se le dé importancia política pero ¿no sería más lógico integrarlo en otro departamento? Educación sería lo suyo. O incluso una parte —atención Pedro Duque— en Universidades. En España existe un auténtico agujero negro —perdón por el símil espacial— en lo que se refiere al deporte universitario y por ende en los hábitos de vida posteriores de millones de españoles. ¿Alguien ha calculado cuántos estudiantes dejan de hacer deporte cuando entran en la Universidad? Mención aparte merece el fútbol. Aunque le llamen “el deporte rey”, en realidad es una industria que va por su cuenta. María Jesús Montero —sucesora de Montoro, tanto monta, monta tanto— no debería quitarle ojo.

Huerta se estrenará con un Mundial. Se va a hartar de ver partidos y hasta puede que acabe saltando y celebrando algo a mediados de julio. Ojalá. No entender de fútbol no es problema. Que pregunte a gente del mundo de la cultura, como Almudena Grandes, Joaquín Sabina o José Luis Garci. Ellos sí que saben.

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