La España que sí grita

La discusión territorial se convierte en una pelea de a ver quién consigue más atención

Miles de extremeños piden en una manifestación en Madrid un tren de calidad para su comunidad. SANTI BURGOS

“La España que no grita”. Así llamaba el presidente de la Junta de Extremadura, Fernández Vara, a su propia región en una entrevista con Pepa Bueno a principios de semana. La frase es exagerada (tal es el trabajo de los políticos), porque sí grita: hace justo seis meses se estaban manifestando miles de extremeños en Madrid por un “tren digno”. Igual que los valencianos lo hacían por un cambio en el sistema de financiación territorial, que les perjudica como a pocas autonomías. Son solo dos ejemplos, pero hay más por cada comunidad autónoma sin capacidad de veto en la actual configuración de ma...

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“La España que no grita”. Así llamaba el presidente de la Junta de Extremadura, Fernández Vara, a su propia región en una entrevista con Pepa Bueno a principios de semana. La frase es exagerada (tal es el trabajo de los políticos), porque sí grita: hace justo seis meses se estaban manifestando miles de extremeños en Madrid por un “tren digno”. Igual que los valencianos lo hacían por un cambio en el sistema de financiación territorial, que les perjudica como a pocas autonomías. Son solo dos ejemplos, pero hay más por cada comunidad autónoma sin capacidad de veto en la actual configuración de mayorías del Congreso de los Diputados.

En lugar de establecer mecanismos formales y equilibrados para que las autonomías tengan poder de decisión en Madrid, lo hemos fiado todo a quien obtiene los suficientes escaños para definir una coalición en una Cámara que no está diseñada para eso, relegando a un segundo plano a la que sí lo estaba, junto a otras posibilidades de ampliar el poder (y ojo: también la responsabilidad) de los territorios en la capital.

Ciertos aspectos de la desigualdad solo pueden ser abordados desde un prisma geográfico. Al fin y al cabo, nos distribuimos en el espacio de una manera determinada y superando accidentes concretos (clima, orografía, insularidad…). En España, esta manera es particularmente heterogénea. Por renta, pero también por densidad o perfil demográfico. Pero resulta que también lo es por lengua, por identidad, incluso por preferencia nacional.

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El problema llega cuando la articulación de los conflictos territoriales se fuerza en la misma arena en la que tiene lugar la lucha partidista. Entonces la probabilidad de que la dimensión identitaria domine es mayor, minimizando las otras cuestiones. Como consecuencia, la discusión territorial se convierte en una pelea de a ver quién consigue más atención. De a ver quién grita más fuerte. Pero sin soluciones a la vista. Normalmente, eso sí, tiene más pulmones quien cuenta con más adeptos a la causa identitaria. Que suele dar más escaños. El resto sigue esperando a disponer de un sistema que iguale un poco más las voces. @jorgegalindo

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