9 fotos

De ‘Las que tienen que servir’ a ‘Pieles’: 10 películas españolas que dieron al mundo lecciones de decoración

Excelentes películas que, además, nos han enseñado a embellecer nuestras casas

La carrera de José Aldudo como decorador no pasó de la mitad del siglo XX, pero su trabajo dejó joyas como esta película de Marco Ferreri y otros títulos como 'Recluta con niño' (1956). Reflejaba dos Españas: una burguesía de grandes pisos con techos altos, maderas caoba y porcelanas; y otra sociedad rural que llegaba a la capital en busca de una vida avanzada, y que traía consigo cerámicas de Talavera de la Reina, calderos de cobre para las paredes, tapetes de ganchillo, las primeras vajillas Duralex en la mesa y hules con motivos vegetales como símbolo de próxima modernidad. Era la austeridad como corriente estética junto con las primeras señales de la especulación inmobiliaria que terminaría siendo patología nacional.
En los años setenta en España había dos 'boom': el inmobiliario y el de la formica. Ambos se pueden ver en este filme de Pablo Berger, con dirección de arte de José Luis Terrón y Álvaro Cortázar. Muebles bicolor con acabados laminados, papeles geométricos y vegetales en las paredes, la recuperación del falso mármol sobre las paredes, la proliferación de las imitaciones de los apliques y lámparas metálicas –aparecen los primeros flexos– del danés Jo Hammerborg, los biombos pop de hierro y la masificación en nuestro país del teléfono Western Electric Type 500, que venía de triunfar en EE UU.
Elegir una sola película de Pedro Almodóvar ha sido todo un reto para quienes esto escriben, que se debatían entre el ático postmoderno de 'Mujeres al borde de un ataca de nervios', el dormitorio de Juan Echanove en 'La flor de mi secreto', el lujo pesadillesco de 'La mala educación' y 'La piel que habito' y un sinfín de opciones más. Si la seleccionada es 'Todo sobre mi madre' es porque pocas películas han reflejado mejor los interiores barceloneses en todo su esplendor de baldosas hidráulicas, forjados modernistas, escaleras decrépitas y vestigios del 'disseny'. Los aplausos, para Antxon Gómez, su director de arte.
Luis Argüello representa el paradigma de los decoradores de la auténtica españolidad de los años sesenta y setenta: 'Viridiana' (1970), 'Curro Jiménez' (1977) o 'Sangre y Arena' (1989). En 'La tía Tula' (1963) recoge mucho de esa nacionalidad castellana. El director Miguel Picazo escogió a Argüello para ambientar los escenarios de la novela de Miguel de Unamuno donde una poderosa actriz, Aurora Bautista, luchaba contra la represión sexual. Un hogar oscuro, que lanza un homenaje al tapete, al mueble toledano, al terciopelo en paredes y en tapicerías donde vivían la incipiente clase media española que también se permitía el lujo de incluir alguna vajilla francesa de Limoge.
La primera película de Eduardo Casanova, además de un guion mágico, encierra también uno de los interiorismos más sorprendentes del cine español contemporáneo. Idoia Esteban está al frente de estos escenarios donde se mezclan estéticas de Pedro Almodóvar o John Waters, aunque como dice la decoradora: “Nos fijamos en el arte de la películas de Roy Anderson, aunque también manejábamos fotos de interiores de otras décadas, cuando se utilizaban los mismos estampados en las colchas y en las cortinas, las telas de raso, los bandós –bandas de tela de encima de las cortinas–, los muebles de mimbre…”. Hay mucho también de Pierre et Gilles, de lo 'kitsch' contemporáneo, y de, según Esteban, de “Decorhardcore, una cuenta de Instagram que está llena de lo que se puede conocer como mal gusto en el interiorismo, con piezas muy extravagantes, excesivas y, a la vez, maravillosas”.
Al matrimonio protagonista de esta obra maestra de Carlos Saura la vanguardia arquitectónica les pone de los nervios. El escenario de 'La madriguera' es la famosa casa que el arquitecto Carvajal, acababa de construir para su familia en Somosaguas. Saura necesitaba una vivienda que reflejara la personalidad aséptica y pelín desquiciada de su protagonista, y el resultado cumple con creces cualquier expectativas. Vista desde nuestros días, 'La madriguera' no solo es una película estupenda, sino la realización del sueño húmedo de cualquier aficionado a la arquitectura: explorar los interiores de un edificio histórico antes de la llegada de sus primeros habitantes. Hay hormigón, geometría, brutalismo, muebles de diseño (Biosca, Poulsen, Eames, Saarinen) y un millón de detalles.
El cineasta que mejor retrató la claustrofobia de las clases acomodadas, Luis Buñuel, convierte el apacible interior burgués de un palacete mexicano en una jaula sin escapatoria. El salón donde están atrapados los personajes del filme es un protagonista más de la película. Al principio, es correcto, ordenado, elegante y civilizado. Poco a poco se convierte en el escenario de batalla salvaje. Y al final, el espectador acaba con un montón de ideas prácticas. ¿Cómo dormir en una habitación sin camas? ¿Cuántos usos se le pueden dar a una cómoda Biedermeier? ¿Qué butaquita elegirías para contemplar el fin del mundo? ¿Y para cometer un asesinato?
La casa que Alain Bainée imaginó en la película que consagró a Pablo Berger, 'Blancanieves', es un pastiche (en el buen sentido de la palabra) donde tiene cabida el casticismo, el estilo español, el modernismo, el historicismo victoriano e incluso el 'art déco', porque es tan desmesurada que recuerda a las alocadas mansiones de las estrellas del cine mudo. No sabemos si en España, tan contenida en materia decorativa, hubo interiores así de góticos, pero la apuesta vale la pena, porque 'Blancanieves' es una película en la que, literalmente, resulta imposible dejar de fijarse en todo. Y a veces está bien que nos recuerden lo excesivos que eran los interiores de principios del siglo XX. Se llevó el Goya, por supuesto.
La primera película de Kike Maíllo, 'Eva', una fábula de ciencia ficción sobre inteligencia artificial protagonizada por Daniel Brühl, es una distopía futurista. En la línea de 'Black Mirror', no imagina un porvenir de aspecto hipersofisticado, sino confortablemente retro y, por qué no, consistentemente 'hipster'. La mezcla de alta tecnología e interiores 'vintage' con referencias a los sesenta y los setenta no solo es una apuesta de futuro, sino también la constatación de buena parte de las claves decorativas de la era de Instagram: muebles reciclados, interiores industriales y detalles de artesanía. La directora artística, Laia Colet, recibió una merecida nominación al Goya por este trabajo.