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Coordinado por Anna Argemí

Regenerar la vida urbana-rural en un contexto líquido

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En este nuevo siglo al que cada vez más personas le denominan el siglo “líquido”, donde las estructuras dejan de ser estables y resistentes para ser adaptativas y resilientes, capaces de adaptarse al cambio y no que el cambio se adapte a las estructuras predefinidas. De ahí viene el concepto líquido, un estado que mantiene cierta consistencia, pero altamente cambiante de forma, siendo capaz de adaptarse a cualquier forma o cambio de forma. Esto marca una era de grandes incertidumbres. Ya lo anunciaba el escritor Zygmunt Bauman en sus obras “Tiempos líquidos” o “Modernidad liquida”.

En esta nueva época líquida, hablamos de redes adaptativas en vez de estructuras rígidas o monolíticas. Es curioso observar que lo más parecido al funcionamiento de la naturaleza dentro de sus escalas son los modelos orgánicos y abiertos al cambio, muy diferente a los modelos diseñados por el ser humano, modelos rígidos y cerrados.

El avance en las comunicaciones, con factores clave como internet y las tecnologías digitales, ha propiciado este nuevo contexto líquido más parecido al modo de operar de la naturaleza con sus sistemas abiertos y adaptativos. Con esta nueva realidad basada en la hiperconexión, los cambios de gran escala suceden de forma más acelerada, con todas las oportunidades que se generan, pero también con todos los riesgos que pueden conllevar.

Algunas de las tendencias emergentes principales que definen parte del nuevo mapa del contexto líquido son:

Es un error pensar que la ausencia del ser humano en los entornos rurales es positivo para la regeneración de la propia naturaleza

El cambio del modelo de organización y del trabajo, pasando de un modelo de generación de valor centralizado y jerarquizado a un modelo distribuido y en red, donde las organizaciones generan impacto no tanto por su escala sino por su capacidad de alcance, por lo que estas nuevas organizaciones tienden a reducir de escala y formar parte de redes de colaboración o comunidades o ecosistemas colaborativos. De este modo al reducir las escalas, la flexibilidad es mayor. También en el entorno del trabajo, se incrementa en número la figura del trabajador autónomo o freelance. Con ello también toma relevancia el auge del trabajo a distancia y en consecuencia el surgimiento de un sector económico basado en “empresas o comunidades digitales” con alcance global y también el surgimiento de un sector social denominado “Nómadas digitales”, personas que pueden trabajar desde cualquier parte del mundo con solo tener un buen acceso a internet. En este contexto laboral de flexibilidad se conjuga perfectamente el concepto líquido. También sucede con este cambio de modelo de trabajo que el tiempo de trabajo y de ocio muchas veces tiende a mezclarse entre sí, rompiéndose la frontera entre la vida profesional y la vida personal.

Otra tendencia del contexto líquido es la de la sobre-población en las ciudades, al incrementarse la emigración de personas de entornos rurales a urbanos a lo largo del siglo XX y XXI. Esto supone grandes desafíos a la sostenibilidad de las ciudades, las cuales tienen como todo ecosistema un límite de capacidad para sostener unas condiciones adecuadas para la vida. Los modelos de ciudades actuales son modelos extractivos, volviéndose agujeros negros que absorben y concentran energía, talentos y recursos para mantener su insostenible modelo. También por ello, la gestión de las ciudades se vuelve más compleja, surgiendo fenómenos socio-económicos o problemas como la gentrificación propiciada por la turistificación en ciudades populares, generando sociedades menos igualitarias, es decir con más desigualdades sociales.

La despoblación rural, anteriormente anunciada, es un fenómeno socioeconómico que aumenta como consecuencia de la sobrepoblación en las ciudades. Ésta es otra de las tendencias destacables en el impacto de la sociedad y su ordenación territorial. Esto supone que cada vez existan más recursos e infraestructuras infrautilizadas en los entornos rurales con la migración de su población hacia las ciudades y en consecuencia el abandono de los entornos rurales y en consecuencia el abandono de una naturaleza domesticada que había creado un ecosistema que ahora sin el ser humano, puede paradójicamene, empeorarse.

Cabe destacar que estas tendencias suceden a la vez que el cambio climático es declarado como el gran desafío del siglo XXI por Naciones Unidas durante la pasada COP 21 celebrada en París y la implantación de los nuevos objetivos para el desarrollo sostenible por parte también de Naciones Unidas.

Reconectando los sistemas rural-urbano

En este contexto líquido y a la vez tan desafiante donde suceden grandes posibilidades como también grandes riesgos, es importante mantener una perspectiva sistémica que permita observar las relaciones de todos los cambios que van sucediendo y como estos influyen sobre todo en aspectos claves como los modelos de vida que requieren de unas condiciones adecuadas para el bienestar de las personas, familias y comunidades.

Como se anunciaba previamente, la despoblación rural es un desafío y a la vez una clave como gran oportunidad para contribuir a la mejora de los territorios desde una lógica distribuida, análoga a la lógica de los nuevos modelos de trabajo y los sistemas en red. Para ello será necesario proponer nuevos modelos de vida que generen atracción hacia los entornos rurales, contribuyendo al desarrollo regenerativo local-territorial y a la vez reducir la tendencia de centralización de las migraciones masivas a las ciudades, incluso contribuir a que el tamaño de las ciudades se reduzcan a una escala más humana y auto-sostenible, generando un modelo de desarrollo territorial más distribuido, creando una red, un tejido resiliente y armonizado con mayor número y diversidad de conexiones entre entornos rurales y entornos urbanos.

Para transformar este desafío rural-urbano en una oportunidad, hay que encontrar nuevas fórmulas con elementos, conceptos o herramientas que funcionen a modo de palanca de cambio con la lógica ganar-ganar. Es el momento de aprovechar las posibilidades del siglo XXI para crear nuevos puentes saludables entre lo urbano y lo rural que generen relaciones saludables y regenerativas para la vida en toda su amplitud.

Volver al entorno rural desde la voluntad no desde la necesidad.

Recientemente hablando con una amiga experta en el ámbito de la ecología y medio ambiente, me comentó que es un error pensar que la ausencia del ser humano en los entornos rurales, es positivo para la regeneración de la propia naturaleza. Su argumento consistente decía que la naturaleza ruralizada o domesticada por el ser humano durante siglos, es una naturaleza que con el tiempo ha ido adaptándose y adquiriendo un ecosistema natural, y que ahora con el acelerado abandono rural, creer que la naturaleza puede recuperar su ecología original es algo poco probable. Entonces, tanto el descuido como el abandono del entorno rural no solo es un problema social y económico para la sostenibilidad de los territorios, sino también es un problema ecológico y medioambiental.

La nueva recuperación de los entornos rurales no debería suceder como reacción a un estado de crisis y la necesidad económica de sobrevivir fuera de la compleja vida en las ciudades. Es preferible que esa vuelta a lo rural para ser sostenible en el tiempo suceda desde la voluntad de las personas. Es decir, que la persona que vuelve al entorno rural, lo haga de forma voluntaria y no por la necesidad obligada de salir de la ciudad para poder sobrevivir. Esto mismo sucede con el concepto de vivir en comunidad, no es saludable vivir en comunidad por necesidad sino por voluntad y deseo de querer vivir y construir ese modelo de vida colaborativo. En mi opinión, vivir en una comunidad próspera tiene muchas ventajas, y a la vez requiere de compromisos y responsabilidad, por ello parece que no todo el mundo esta preparado o es adecuado para vivir en comunidad. La verdadera regeneración de lo rural, lo urbano y sus relaciones, deben de emerger desde la voluntad del querer regenerar la vida, una actitud de creación y abundancia, diferente a la actitud de la necesidad y la supervivencia, que se asocia a la percepción limitada de la escasez.

¿Y si la cuestión ya no es vivir del campo, sino vivir en el campo? ¿y si la cuestión ya no es explotar la naturaleza, sino regenerar la naturaleza? Para responder estas preguntas, hay que explorar nuevos modelos de vida que sepan integrar las posibilidades del siglo XXI. En este sentido, la Generación Milenio, será la responsable y principal generación en el desarrollo de la economía de los próximos 20 años. La transformación está en marcha.

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