El acento

Le Pen, camino del Elíseo y Rajoy, a la oposición

Ciudadanos y Podemos quieren pactar un nuevo sistema electoral y, de hacerlo, han de evitar más distorsiones

El líder de Podemos, Pablo Iglesias, en la puerta del Congreso de los Diputados este miércoles.Balllesteros (EFE)

A menudo florece el debate del sistema electoral. En España ha venido servido por la victoria independentista en Cataluña y, sobre todo, por la actual propuesta que Podemos y Ciudadanos quieren consensuar para próximas elecciones. Parece extraño que dos partidos antagónicos estén dispuestos a ponerse de acuerdo, pero cuando el poder está en juego la política no se entretiene en pequeñeces. Si un nuevo sistema favorece una mayor representación en el Parlamento y facilita el camino hacia La Moncloa hay que explorarlo. Puede que de paso los electores perciban que la nueva fórmula es más justa, pu...

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A menudo florece el debate del sistema electoral. En España ha venido servido por la victoria independentista en Cataluña y, sobre todo, por la actual propuesta que Podemos y Ciudadanos quieren consensuar para próximas elecciones. Parece extraño que dos partidos antagónicos estén dispuestos a ponerse de acuerdo, pero cuando el poder está en juego la política no se entretiene en pequeñeces. Si un nuevo sistema favorece una mayor representación en el Parlamento y facilita el camino hacia La Moncloa hay que explorarlo. Puede que de paso los electores perciban que la nueva fórmula es más justa, pues hace tiempo que los distintos equilibrios en la mayoría de las democracias del mundo han roto la estricta igualdad del voto.

El sistema electoral es heredero de la historia política de cada país. En Francia rige el mayoritario a dos vueltas. El presidente socialista francés François Mitterrand lo cambió al proporcional en 1986 para que fuera más democrático (y parar de paso a la derecha y los liberales) y se encontró con la sorpresa de que el ultraderechista Frente Nacional se abría paso con 35 diputados. Francia recuperó inmediatamente el viejo sistema y así es como el partido de Le Pen logra millones de votos en cada cita electoral, pero en la segunda vuelta queda arrinconado cuando no eliminado. Todos votan contra él. La siempre ingobernable Italia, con un complejo mecanismo que premia a las mayorías y mezcla los sistemas mayoritario y proporcional, quiere ahora parar al Movimiento 5 Estrellas. ¿Solución? Se han aprobado nuevas reglas para perjudicar a Beppe Grillo.

El sistema español beneficia a los independentistas en Cataluña y perjudica, a escala nacional, a Ciudadanos y Podemos. Ahora que hay en España cuatro grandes partidos, la distorsión no es tan exagerada. Recuerden a la siempre castigada Izquierda Unida, que en 2008, con el 3,81% de los votos solo obtuvo un escaño mientras ERC, con un tercio de papeletas (1,14%), logró tres. Es el resultado de los equilibrios territoriales y de la regla d’Hondt, que favorece a las mayorías, a las provincias menos pobladas y a la concentración del voto. Con un sistema de circunscripción única, por ejemplo, como el que se aplica en las europeas, el PP de Rajoy habría obtenido 119 escaños (en vez de los 137 que posee), mientras que Ciudadanos y Podemos habrían sumado 123 (en vez de 103). Los independentistas, por su parte, han logrado en Cataluña mayoría absoluta (51,8% de los escaños) con el 47,5% de los votos.

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La modificación de las reglas debe hacerse en frío, con tiento, con intención de profundizar en la democracia y desterrando el interés partidista. Con un pequeño retoque y la doble vuelta francesa Mariano Rajoy habría tenido en España tantas opciones de gobernar como Marine Le Pen. Esta, por cierto, pocas veces critica unas reglas que tanto le perjudican. Sabe que si algún día el FN llega al Elíseo esas mismas reglas mantendrán lejos a sus rivales.

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