Curar con las manos

El doctor Ponseti fue un médico que supo entender la curación como un arte generoso que se debía trasmitir para que fuera accesible a todos

El doctor Ignacio Ponseti, médico pionero de la ortopedia, fotografiado en la Universidad de Iowa (EE UU). AP PHOTO

La ciudad de Iowa, conocida por ser la meca de los talleres de escritura creativa desde 1936, tiene una historia paralela digna del mejor cuento de hadas. A esas tierras lejanas del medio Oeste estadounidense llegó en 1941 Ignacio Ponseti, un joven médico español hijo de un relojero. El muchacho, de raíces menorquinas, venía arrastrando la pena de la Guerra Civil que había vivido de primera mano en Barcelona mientras ejerció como médico ortopedista tratando a cientos de heridos.

En 1944 se convirtió en profesor del departamento de medicina ortopédica y allí empezó a evaluar las dolorosa...

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La ciudad de Iowa, conocida por ser la meca de los talleres de escritura creativa desde 1936, tiene una historia paralela digna del mejor cuento de hadas. A esas tierras lejanas del medio Oeste estadounidense llegó en 1941 Ignacio Ponseti, un joven médico español hijo de un relojero. El muchacho, de raíces menorquinas, venía arrastrando la pena de la Guerra Civil que había vivido de primera mano en Barcelona mientras ejerció como médico ortopedista tratando a cientos de heridos.

En 1944 se convirtió en profesor del departamento de medicina ortopédica y allí empezó a evaluar las dolorosas cirugías que se hacían a los pies deformes. El pie zambo, que también es conocido como pie equinovaro o pie bot, es una deformidad que afecta a uno de cada mil recién nacidos. Si tales deformidades en los pies no se corrigen, la vida de estos bebés será dura y miserable.

El doctor Ignacio Ponseti, que era observador y creativo, estudió a fondo la anatomía funcional del pie y llegó a la sabia conclusión de que la corrección manual de la deformidad era posible. Así, en 1948, pronto hará setenta años, inventó un método no quirúrgico efectivo y accesible para curar la deformidad del pie equinovaro a través de la aplicación meticulosa de diferentes yesos. No se necesitaba operar, porque el doctor Ponseti, gracias a su imaginación científica, a su creatividad y a sus conocimientos de anatomía, revolucionó la realidad de los bebés con pies deformes.

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Las enseñanzas de este método eficaz y sumamente económico ahora viajan por todo el mundo gracias a médicos como José Antonio Morcuende, otro español que vive en Iowa, que aprendió y se formó con el propio Ignacio Ponseti y que ha asumido la responsabilidad de compartir su legado. El doctor Ponseti fue un médico que supo entender la curación como un arte generoso que se debía trasmitir para que fuera accesible a todos. Los países del tercer mundo dependen de la creatividad de médicos como Ponseti, que con sus manos modelaron otra forma de entender la medicina ortopédica.

Ponseti fue feliz en Iowa, y se enamoró y casó con una hispanista española llamada Helena Percas, una valenciana también en el exilio. Ella fue pionera en los estudios literarios de la mujer y se doctoró en 1950 por la Universidad de Columbia bajo la tutela del también español Federico de Onís, con una tesis sobre poesía femenina argentina. Luego Helena Percas se hizo cervantista consolidando el campo del hispanismo en las lejanas tierras de Iowa. La medicina y la literatura siempre han hecho un gran maridaje.

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