La vía multilateral

Lo bueno de incorporar muchas voces a una negociación es que los bandos se difuminan y los matices emergen

Presentación de la lista de candidaturas de Esquerra Republicana. Lluis Salvador, Carme Forcadell, Roger Torrent, Marta Rovira, Bernat Sole.© Massimiliano Minocri

Abandonar la unilateralidad o no hacerlo. Tal parece ser el pequeño gran conflicto interno del independentismo catalán estas semanas. En teoría, la pregunta es sencilla: ¿se está dispuesto a asumir los costes que vienen con una secesión no coordinada con el Estado? En la práctica, la respuesta es difícil: mientras el compromiso discursivo siempre ha sido el de ir a por todas, las decisiones de las últimas semanas indican más bien que no, que hay costes inasumibles. De ahí la salida tangente, un tanto extravagante, que han tomado algunos, como Marta Rovira, de culpar al Estado de su propia estr...

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Abandonar la unilateralidad o no hacerlo. Tal parece ser el pequeño gran conflicto interno del independentismo catalán estas semanas. En teoría, la pregunta es sencilla: ¿se está dispuesto a asumir los costes que vienen con una secesión no coordinada con el Estado? En la práctica, la respuesta es difícil: mientras el compromiso discursivo siempre ha sido el de ir a por todas, las decisiones de las últimas semanas indican más bien que no, que hay costes inasumibles. De ahí la salida tangente, un tanto extravagante, que han tomado algunos, como Marta Rovira, de culpar al Estado de su propia estrategia.

Aunque el independentismo es lógicamente el responsable político de los pasos que ha dado hasta ahora, sí hay que tener presente que la unilateralidad es más probable en un contexto de bipolaridad. En los últimos tiempos, el conflicto territorial español se ha resumido en una supuesta dicotomía entre Madrid y Barcelona. Esto no solo ha silenciado institucionalmente a la mitad de catalanes que no comparten el proyecto de secesión; también ha convertido en espectadores al resto de comunidades autónomas, todas ellas poderes constituidos, con voz y voto en el futuro de su país.

Al independentismo la bipolaridad le venía bien, pues le permitía construir su proyecto y su discurso en contraposición a una simplificación de su adversario. Incluso ahora, cuando la batalla se ha perdido, el reductio ad Matritum sigue resultando útil como argumento de campaña que, si no entre extraños, sí funcionará entre los propios.

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Pero quizás la pausa reflexiva provocada por los acontecimientos sea un momento propicio para abandonar no solo la estrategia unilateral, sino también el contexto bipolar. Lo bueno de incorporar muchas voces a una negociación es que los bandos se difuminan y los matices emergen. La pluralidad hace las cosas más confusas y difíciles al principio. Pero, además de inclusiva, es también eficaz a la hora de crear acuerdos duraderos. Esto, claro está, siempre que las partes interesadas busquen realmente una solución. Y ninguna de ellas pretenda vivir indefinidamente del conflicto.

@jorgegalindo

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