Columna

Por las malas

Un referéndum puede ser razonable, pero si se hace sin acuerdo, sin consenso interno y sin apoyo internacional, se abren caminos poco o mal transitados

Manifestación pro-independencia en Barcelona.ALBERT EGEA / REUTERS

Una mayoría amplia de catalanes (71%) está de acuerdo con que se convoque un referéndum sobre la independencia, aunque bastantes menos (48%) lo están “tanto si quiere como si no el Gobierno español”; la otra mitad se divide entre los que lo apoyan “solo si es acordado” y los que no lo quieren “en ningún caso”, además de los que prefieren no responder (6%). Son datos del Centre d’Estudis d’Opinió.

Hacer un referéndum puede ser razonable, pero es un hecho que, si se hace sin acuerdo, sin consenso interno y sin apoyo internacional, se abren caminos poco o mal transitados.

Es imposib...

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Una mayoría amplia de catalanes (71%) está de acuerdo con que se convoque un referéndum sobre la independencia, aunque bastantes menos (48%) lo están “tanto si quiere como si no el Gobierno español”; la otra mitad se divide entre los que lo apoyan “solo si es acordado” y los que no lo quieren “en ningún caso”, además de los que prefieren no responder (6%). Son datos del Centre d’Estudis d’Opinió.

Hacer un referéndum puede ser razonable, pero es un hecho que, si se hace sin acuerdo, sin consenso interno y sin apoyo internacional, se abren caminos poco o mal transitados.

Es imposible que Cataluña se reconozca en el más común, del que veremos un ejemplo en el referéndum del Kurdistán iraquí el próximo 25 de septiembre. Ya es atinar con las fechas. En esos días, hasta el primero de octubre, oiremos algunos disparates, pero pocos. Con todo, no será peor que los plebiscitos del este de Ucrania (2014), Transnistria (2006), Osetia del Sur (1992 y 2006), Nagorno-Karabaj (1991)… así hasta la secesión de Virginia, Texas y Tennessee en 1861.

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Por suerte, ha habido dos referendos de este tipo y que, no obstante, se desenvolvieron en paz y democracia. Uno en Australia Occidental en 1933, 28 años después de nacer la Federación de Australia; otro en las islas Feroe en 1946, 130 años después de caer bajo dominio danés; ambos anulados y no escuchados. Para obtener el asentimiento internacional, una secesión sin consenso tiene que originarse en un serio problema de derechos humanos o en algún conflicto relevante que pueda serenarse de esta forma. No era el caso y no hubo más.

En ambos procesos la derecha nacionalista ganó el plebiscito, pero su mayoría era frágil; en ambos se encontraron soluciones dentro del sistema. Las islas Feroe lograron el autogobierno, sus 35.000 votantes tienen siete partidos, tres independentistas. El separatismo australiano, que solo era económico, cejó tras la institución de un organismo autónomo —la Comisión de Fondos Federales— para velar por la “igualdad fiscal horizontal” entre los Estados. La tercera vía es estética y expresiva, pedir lo imposible sin más. Dicho con respeto para las emociones que se remueven.

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