Cómo actuar si tu hijo se traga un medicamento por error

Es habitual recibir consultas de padres antes posibles intoxicaciones por vías tan peregrinas como las redes sociales o un comentario en un blog

Los niños pueden confundir los medicamentos con chucherías.getty

Estaba la otra tarde en consulta cuando sonó el teléfono, sonido de mal gusto porque interfiere en la conversación con los padres presentes al otro lado de la mesa y a mí se me va el hilo con facilidad, lo que me parece una falta de educación. En administración saben que me molestan las llamadas y si me pasan alguna es que realmente hace falta, así que pido perdón, pido el plácet a mis interlocutores y me dispongo a atender al nefasto y molesto timbre. En efecto, es una mamá que llama muy alterada y me pasan la llamada. Resulta que el peque de tres años se ha comido las pastillas anticonceptiv...

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Estaba la otra tarde en consulta cuando sonó el teléfono, sonido de mal gusto porque interfiere en la conversación con los padres presentes al otro lado de la mesa y a mí se me va el hilo con facilidad, lo que me parece una falta de educación. En administración saben que me molestan las llamadas y si me pasan alguna es que realmente hace falta, así que pido perdón, pido el plácet a mis interlocutores y me dispongo a atender al nefasto y molesto timbre. En efecto, es una mamá que llama muy alterada y me pasan la llamada. Resulta que el peque de tres años se ha comido las pastillas anticonceptivas de la madre, que, alarmada, ha pedido ayuda a su médico correspondiente, veamos:

—¿Cuántas? ¿Hace cuánto que se las tomó?

—No sé.

—Pues mira a ver cuántas faltan.

—Una, falta una, las otras las tiene en la mano y esparcidas por el suelo, estaba jugando con ellas.

—Bien, no hay problema, tu hijo tendrá la regla un día antes de lo previsto.

—Vete a la porra, Jesús, que estoy muy preocupada.

Evidentemente, le contesto así porque es una conocida y sabe de mis sornas. Con esta respuesta ya sabe que no hay que alarmarse, cuando me ven serio entonces sí que se alarman de verdad. Las aclaraciones y los agradecimientos de rigor ponen fin a la conversación y yo intento continuar con la consulta, mientras la mamá, que era la primera vez que venía, me mira mal.

Busca la opinión de un profesional sabiendo que estará al otro lado del teléfono, o llama a Emergencias o a Toxicología

Este descuido es real y frecuente, aunque anecdótico, puesto que no lleva a ningún desastre ni emergencia y todo acaba en un susto y algo que contar. Pero, ¿y si las pastillas fueran las de dormir de la abuela y como son azucaradas se hubiera tomado toda la caja? O las del corazón, o simplemente uno o dos paracetamoles de un gramo de esos que tenéis en el botiquín, adiós a su hígado irremediablemente.

Las pastillas son muy bonitas, de colores y formas de fantasía, no digamos ya si hablamos de jarabes o detergentes, cáusticos y corrosivos que guardamos debajo del fregadero a una altura ideal para un aventurero y explorador nato como el peque de dos años. Así que asumimos que hay que ponerlas en alto y fuera del alcance de los niños, lejos de su curiosidad, por seguridad y yo añadiría que por educación, para que no aprenda que los mayores se drogan, que las pastillas y pócimas lo solucionan todo. Desde pequeños ven que si a los mayores les duele la cabeza se toman algo, el abuelo en la comida se toma también un aperitivo con cuatro o cinco caramelos de diferentes colores y formas, así que ellos aprenden que si me he pillado un dedo y me duele voy a investigar en ese estante repleto cuál me gusta más, y no digamos ya el bolso de mamá donde puede haber de casi todo, un tesoro.

Esto está claro y no queda de más repetirlo una vez más, pero no quería hablar en este artículo solo de los descuidos y la falta de precaución con medicamentos que el pequeño explorador se encuentra. Y es que a veces, el pequeño Indiana Jones no es sino un bonachón que abre la boca sin preguntar ni interesarse por lo que está comiendo y es la mamá medio dormida, el papá que entendió mal la dosis o los abuelos que no recuerdan exactamente cuál de los dos jarabes había que darle los que cometen el error y provocan la intoxicación.

Es muy frecuente esta llamada también: nos hemos equivocado de dosis. ¿Qué hacemos? Aquí solo volveré a insistir en el peligro de ese paracetamol con sabor a fresa que todos tenéis en casa y que pensáis inocuo. Si la dosis es 10 veces superior a la necesaria, se puede producir una hepatitis fulminante, y es fácil. Si debe tomar 1 ml, con darle 10 ml pensando que es el inútil jarabe de los mocos, ya están la emergencia y el riesgo vital servidos.

Lo que sí hay que hacer y lo que no ante una posible intoxicación

El menor, el que investiga y explora lo que no debe por peligroso o los mayores que yerran la dosis o el producto son dos urgencias que alarman a los padres, pero ¿cómo reaccionamos?

Veamos, esta es la parte sobre la que quería insistir. Mi conocida, la que me interrumpe en la consulta, actúa correctamente: busca la opinión de un profesional sabiendo que estará al otro lado del teléfono, es su pediatra de confianza, graciosillo, pero de confianza, es su horario de consulta habitual y es un día de diario no festivo, así que con toda seguridad estará al otro lado de la línea. También, si está en España, podría haber llamado al aséptico 112 de Emergencias o al teléfono del Instituto Nacional de Toxicología, 91 562 04 20, las 24 horas del día, este ya para expertos o para los que leen las etiquetas de los productos tóxicos.

Los profesionales que nos manejamos en las redes sociales e incluso atendemos preguntas y cuestiones sobre la infancia en salud o crianza recibimos muy frecuentemente cuestiones de este tipo, pero esto no es razonable ni deseable. Puedes preguntar en una red social o en un blog la opinión de ese pediatra o psicólogo o lo que sea, sobre temas generales, pero jamás sobre una urgencia. No es raro recibir incluso en el correo electrónico de este periódico preguntas al hilo de algún tema de los que tratamos sobre errores de dosis o intercambio de productos por despiste. No cabe esperar que al otro lado de la red social o del correo de un medio de comunicación haya siempre alguien profesional que te conteste adecuadamente. Yo he recibido preguntas por las vías más peregrinas, como dejar la consulta en un comentario de un artículo en un blog, o en un muro de Facebook con la perdida de intimidad explícita, que ya hemos hablado de ella, o hasta en Instagram y no digamos en WhatsApp, con lo que la espera puede acarrear. ¿Poner el mensaje y esperar? ¿Poner el mensaje en 20 sitios? ¿Buscar en Google y al primero que sale le coloco la pregunta? ¿Qué hacer mientras llega la ansiada respuesta? ¿Y si la respuesta es un desatino?

Las redes sociales y su uso en salud y crianza son para aprender, para tener una base de conocimiento, para conocer qué hacer si en el peor de los casos surge la necesidad. En las redes puedes aprender resucitación cardiopulmonar ante una parada cardiaca, pero no se te ocurra ponerte a preguntar qué hacer si tienes al parado delante de ti. Puedes aprender cuáles son las dosis correctas de los medicamentos habituales y cuándo se deben usar para aliviar los síntomas menores de tus hijos, pero si ya ha habido un error, si ya estamos ante una emergencia, no nos paremos a preguntar al viento o a echar un mensaje en una botella al borde del acantilado. Utilicemos lo que hemos aprendido, el teléfono de nuestro médico o de su centro de salud, el 112 o el de emergencias de la mutua, si es el caso.

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