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Relato de un parto en Sudán del Sur

En el país africano, el índice de muertes maternas por cada 100.000 nacimientos se estima en 789. En España es de cinco

Lydia Aron, embarazada de cinco meses y madre de seis hijos, se refresca la cara después de caminar varios kilómetros cargando leña hacia su aldea de Dangaji. El pueblo se encuentra muy cerca de la frontera con Sudán, por lo que debe convivir con más de 100.000 refugiados sudaneses. Se trata de un polvorín de numerosas etnias, culturas y religiones distintas que se disputan el agua, el ganado, el petróleo y, sobre todo, la ayuda humanitaria. Y esto provoca a menudo enfrentamientos que se llevan vidas por delante. Albert González Farran
Yane Sare, embarazada de nueve meses y madre de un hijo, va a buscar agua a una fuente de Dangaji. La cultura tradicional sursudanesa, sobre todo en las zonas rurales, impone que las mujeres dispuestas a ser casadas, muchas todavía menores de edad, sean vendidas de una familia a otra a cambio de un puñado de vacas. Una vez en matrimonio, ellas son las que asumen las tareas físicas más duras, incluso durante su embarazo.Albert González Farran
Yane Sare, embarazada de nueve meses y madre de un hijo, bombea agua de una fuente de Dangaji. Debido a la guerra civil que arrastra el país desde diciembre de 2013 y a una larga crisis humanitaria y económica, casi cuatro millones de personas han abandonado sus hogares y la mitad de ellas lo han hecho como refugiadas en países vecinos, principalmente Uganda y Sudán.Albert González Farran
Terke Eda, embarazada de cuatro meses y madre de un niño, lleva una bandeja con comida durante una tormenta de arena en Dangaji. Sudán del Sur, que ya ha pasado por una ola de hambruna, tiene seis millones de habitantes (la mitad de la población) sufre inseguridad alimentaria, según la ONU. Albert González Farran
Welge Konya, una anciana y partera tradicional del pueblo, llega alertada por uno de los hijos de Bai Wange (tumbada al suelo) que ya ha roto aguas en su cabaña de Dangaji. Como casi todas las parteras, Welge es analfabeta y no tiene formación médica, pero es la única opción de Bai para disponer de un poco de ayuda durante el parto. El 80% de ellos en Sudán del Sur están asistidos por estas parteras iletradas.Albert González Farran
Welge Konya se enfunda unos guantes de látex ya usados para atender el parto de Bai en su casa de Dangaji. Está de mal humor. Sabe que no va cobrar ni un céntimo por asistir a este parto. “Lo hago sólo para ayudar a mi comunidad”, dice. En Sudán del Sur, apenas hay 500 comadronas formadas para toda la población, cuando se necesitarían más de 25.000 para alcanzar el estándar de la OMS.Albert González Farran
Dos parteras del pueblo ayudan a Bai a dar los últimos empujones durante el parto en su cabaña de Dangaji. Según la OMS, una de cada 20 madres que sufren complicaciones muere por haber tenido que dar a luz en casa. La mayoría de estas complicaciones son por desangramientos que las parteras no saben cómo detener o por infecciones que ellas mismas han provocado.Albert González Farran
La anciana partera Welge Konya sostiene a un varón fuerte y sano que Bai acaba de dar a luz en su cabaña de Dangaji. Esta ha sido la séptima vez que Bai ha dado luz en su propia casa en manos de una partera local. “Y lo voy a seguir haciendo mientras pueda,” dice convencida. No tiene ningún miedo a tener los hijos en su propio hogar. “¿Dónde mejor si no?”, se pregunta, a la vez que niega que en la clínica del pueblo pueda tener mejor atención.Albert González Farran
Como parte de la tradición rural para obtener suerte y salud en el futuro, la partera Welge Konya entierra la placenta justo al lado de la cabaña de Bai en Dangaji. A la OMS, así como a los organismos oficiales del Sudán del Sur, les cuesta reconocer públicamente su apoyo a estas parteras, pues consideran que no tienen la formación médica suficiente para asistir partos. De hecho, la mayoría son analfabetas. Pero para las madres rurales del país, ellas son la única opción disponible. La inmensa mayoría de las muertes maternas del mundo ocurren en África. Un ranking de la OMS indica que los 20 países con mayor índice de mortalidad materna son todos africanos. Sierra Leona, República Centroafricana, Chad, Nigeria y Sudán del Sur ocupan los cinco primeros puestos de esta desprestigiada lista.Albert González Farran
Los pies de la anciana partera Welge Konya entierran la placenta de Bai justo al lado de su cabaña en Dangaji. El índice de mortalidad materna en varios países de África supera los 1.000 por cada 100.000 nacimientos, aunque los objetivos de la ONU para el 2030 prevén fijar el límite mundial en 70. Actualmente, en la Unión Europea es de apenas ocho. En España, cincoAlbert González Farran
Bai Wange amamanta por primera vez a su bebé recién nacido en su cabaña de Dangaji. Es un varón sano y fuerte que se va a llamar Albert. Ha tenido suerte porque el índice de mortalidad materna en el país es de los más altos del mundo. El gobierno sursudanés se ha comprometido a cumplir los casi imposibles Objetivos de Desarrollo Sostenible que, para el 2030, pretenden universalizar el acceso a la salud y erradicar el hambre y la pobreza. Sudán del Sur ya suspendió los Objetivos del Milenio en 2015.Albert González Farran
Tras su parto, Bai pasará unos días encerrada en su cabaña de Dangaji para reponer fuerzas. Como su marido no aparece, su anciana madre se hará cargo de las tareas domésticas mientras ella se recupera y queda a cargo de su bebé. Bai ya tiene siete hijos, mientras que el promedio de natalidad en el país es de cinco.Albert González Farran
Txata Male, una madre de tres hijos, amamanta a Talata, un bebé que nació hace solo cuatro días en su cabaña de Dangaji. Sudán del Sur presenta una escalofriante tasa de mortalidad infantil: casi uno de cada 10 niños muere antes de cumplir los cinco años. La mayoría de estas muertes se debe a la falta de una buena alimentación y a enfermedades respiratorias.Albert González Farran
Tathilia Butrus, embarazada de siete meses y madre de cinco hijos, descansa rodeada de algunos de ellos fuera de su cabaña en Dangaji. Se pueden contar por docenas la mujeres del pueblo que, pese a su estado avanzado de gestación, ponen en riesgo sus vidas asumiendo tareas muy duras que nadie hace por ellas.Albert González Farran