Editorial

Muchas dudas sobre el déficit

El plan de Estabilidad comete el error de fiar el equilibrio presupuestario sólo al crecimiento

Luis de Guindos, ministro de Economía y CompetitividadBERNARDO PÉREZ

El plan de estabilidad 2017-2020, aprobado ayer por el Gobierno, contiene proyecciones muy aceptables, incluso prudentes, y otras que requieren más explicación porque son simplemente voluntaristas. Una vez que ha quedado atrás la recesión, puede asumirse fácilmente que la tasa de crecimiento económico de este año será del 2,7% (la previsión anterior era del 2,5%) y que hasta 2020 se conseguirán tasas medias del 2,5%. Muchos analistas aseguran incluso que será mayor. Tampoco hay por qué discutir que habrá una disminución significativa de las cifras de paro, hasta llegar al 11,2% en el último añ...

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El plan de estabilidad 2017-2020, aprobado ayer por el Gobierno, contiene proyecciones muy aceptables, incluso prudentes, y otras que requieren más explicación porque son simplemente voluntaristas. Una vez que ha quedado atrás la recesión, puede asumirse fácilmente que la tasa de crecimiento económico de este año será del 2,7% (la previsión anterior era del 2,5%) y que hasta 2020 se conseguirán tasas medias del 2,5%. Muchos analistas aseguran incluso que será mayor. Tampoco hay por qué discutir que habrá una disminución significativa de las cifras de paro, hasta llegar al 11,2% en el último año del plan (ahora está en el 18,75%), aunque es bien cierto que en el mercado laboral tan significativo como la creación de puestos de trabajo (500.000 por año) es la calidad del empleo creado. Y aquí las expectativas no son muy alentadoras.

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Más dudosa y, por qué no decirlo, preocupante es la proyección de las magnitudes de estabilidad financiera. El plan prevé que el déficit casi desaparezca en 2020 (0,5% del PIB), pero no se explica bien cómo. El Gobierno, autor del plan que debe recalar en Bruselas, insiste en la idea de que la tasa de crecimiento prácticamente bastará para conseguir el objetivo. Apenas hay medidas de ajuste —tienen un elevado coste político— y la previsión de ingresos está claramente sobrevalorada (al menos en 2017). La economía real no funciona así. Los ingresos presupuestarios han quedado sistemáticamente por debajo, año tras año, con casi todos los Gobiernos al menos durante los últimos 15 años.

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Aunque se deje a un lado el hecho preocupante de que España acepta tener ocho puntos menos de presión fiscal que la media comunitaria y otros ocho puntos menos en gasto público, queda en pie la evidencia de que solo con crecimiento no se va a cumplir el déficit (y, por tanto, la deuda). Sobre todo cuando se exige un recorte del déficit estructural. Esto es algo que probablemente subrayarán en Bruselas.

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