Se negocian reglas, no el ‘Brexit’

El proceso será difícil, pero una salida de la UE dura perjudicará más a Londres que a la UE

Theresa May, el pasado 29 de marzo.A. BUCHANAN (AFP)

"Espero que nuestra reunión contribuya a iluminar las opiniones sobre los principales problemas a los que hace frente el país. Estamos en condiciones de abordarlos, no de manera apremiante, sino con un diseño amplio. Por favor, pregunten”. Así comenzó la conferencia de prensa en la que el general De Gaulle informó, en 1963, de que su Gobierno impondría un veto al ingreso del Reino Unido en la Comunidad Europea. De Gaulle respondió aquel día a 16 preguntas y uno no sabe si asombrarse más de la respetuosa manera con la que el intratable presidente encaraba una conferencia de prensa o del hecho d...

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"Espero que nuestra reunión contribuya a iluminar las opiniones sobre los principales problemas a los que hace frente el país. Estamos en condiciones de abordarlos, no de manera apremiante, sino con un diseño amplio. Por favor, pregunten”. Así comenzó la conferencia de prensa en la que el general De Gaulle informó, en 1963, de que su Gobierno impondría un veto al ingreso del Reino Unido en la Comunidad Europea. De Gaulle respondió aquel día a 16 preguntas y uno no sabe si asombrarse más de la respetuosa manera con la que el intratable presidente encaraba una conferencia de prensa o del hecho de que pretendiera aclarar (¡detalladamente!) la posición de su Gobierno.

Las razones que ofreció el presidente francés subyacen en las esgrimidas ahora por la primera ministra británica para justificar el Brexit. Gran Bretaña cree que es más importante en el mundo como aliada de EE UU que como miembro de una organización europea. Lástima, piensan algunos británicos, que, como socio de EE UU, Gran Bretaña no haya logrado ejercer ni la menor influencia en Washington desde su desastrosa participación en la elección de las playas para el desembarco de Normandía (basta leer las conversaciones entre Blair y Bush sobre Irak).

Es su decisión. Como dijo el presidente de la UE, Donald Tusk: “Les echaremos de menos. Muchas gracias por todo y adiós”. Efectivamente, les echaremos de menos (no hay nada más atractivo que un excéntrico inglés), pero menos de lo que ellos creen. La UE no tiene por qué hundirse por el abandono del Reino Unido, ni mucho menos. Las negociaciones serán difíciles, sin duda, pero un Brexit duro perjudicaría mucho más a Gran Bretaña que a la Unión. Y nada más patético que la amenaza británica de reducir la cooperación antiterrorista. Cuando en 1940 el horizonte de Europa se ensombreció, fue Winston Churchill quien se apresuró a lanzar la Unión Anglo-Francesa: “Desde ahora mismo”, dijo, “los británicos tendrán nacionalidad francesa y los franceses, la británica.”

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Quienes quieren una UE debilitada, amenazarán con mil males si no se transige con Londres. Pero la única catástrofe la provocaría olvidar que Europa no está negociando la salida de Gran Bretaña sino estableciendo las reglas por las que será posible abandonar la Unión, algo que no está definido. No se está creando un precedente, sino unos procedimientos “constitucionales” y eso no se puede banalizar. Mucho menos someterlo a las necesidades, incluso a la simple comodidad, del poder económico financiero internacional, radicado en Londres.

Los británicos han decidido abandonar la Unión. Así sea. Probablemente tienen razón quienes opinan que no todo debe someterse al voto directo. Desde luego, quienes no tienen razón son quienes pretenden que se ignore un voto emitido legalmente. El Brexit es una realidad jurídica desde que se disparó el artículo 50 del Tratado de la Unión. No hay marcha atrás. Pero lo mismo que no se puede ignorar el voto de la mayoría de los británicos, tampoco se debe ignorar que de lo que se trata para Europa es de fijar unos procedimientos de salida lo suficientemente disuasorios como para no animar nuevos experimentos. Tampoco debería haber marcha atrás.

Ya sabemos que el presidente del Gobierno español se considera a sí mismo un De Gaulle civil. Incluso, con un quepis, podría tener un cierto parecido físico. Aunque jamás ha aspirado a que sus reuniones con la prensa ayuden a esclarecer su posición sobre los grandes problemas del país, podría quedar la esperanza de que aprovechara esta ocasión para aceptar un debate de largo alcance en el Congreso sobre Europa, las condiciones que su Gobierno cree que debe cumplir el Brexit y el papel de España en esta nueva etapa. S’il vous plait, mon president.

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