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Las chicas que espantan a patadas las pesadillas de Boko Haram

Un grupo de chicas de un campo de refugiados de Chad se entrega al fútbol para dejar atrás el trauma de la violencia

Más de la mitad de las personas que buscaron refugio en el campo de Dar es-Salam (Chad) en los primeros meses de 2015 fueron mujeres y menores de edad que escapaban del infierno de Boko Haram. El programa Amis des Enfants, que goza del apoyo de Unicef, busca ofrecer alternativas recreativas para los más jóvenes. A través del dibujo, deportes y talleres de costuras, los monitores intentan que tanto los pequeños como los adolescentes superen el trauma de la violencia que ha azotado sus lugares de origen.Tiziana Trotta
Entre los gritos exultantes o de rabia por la ocasión perdida para marcar un gol, se escucha "Messi" y "Ronaldo". Para la mayoría de las jugadoras, sin embargo, se trata apenas de nombres que leen en las camisetas de algunos habitantes del campo de refugiados de Dar es-Salam (Chad). Muchas de entre ellas admiten que no les conocen y, en el mejor de los casos, hace al menos dos años que no ven un partido de fútbol profesional.Tiziana Trotta
No sabe quiénes son los hombres de Boko Haram, pero sí sabe lo que no son: buenos. "Matan a gente, les cortan el cuello y por su culpa otros se ahogan en el intento de huir", explica Saratu Yuhana. Y eso fue exactamente lo que pasó en su pueblo natal, Baga. Uno de sus hermanos, de 20 años, incrementó el número de las víctimas mortales de ese día. Como la enorme mayoría de la población del campo de refugiados de Dar es-Salam, Saratu nació en Nigeria, pero hace un año tuvo que escapar ante el ataque del grupo que se autodenomina como Estado Islámico en África occidental. Esta chica de 15 años chapurrea algo de francés aprendido en la escuela del campo, pero no se atreve a mantener una conversación en este idioma. "La vida en el campo es un poco difícil, sobre todo lo fue al principio. Nos falta comida, zapatos y jabón". Sin embargo, volver a Nigeria por el momento no es una opción. De lunes a jueves, pasa las tardes en el espacio de Amis des Enfants, donde aprende a coser y juega al fútbol.Tiziana Trotta
El animador del centro, que hoy actúa también como árbitro del encuentro de fútbol, le acoge diciendo: "¡Aquí viene la Cristiano Ronaldo de las chicas del campo de Dar es-Salam!". Haanatu Moussa ríe y esconde la cara detrás del pañuelo rojizo que le cubre la cabeza. Cuando juega a fútbol, su timidez desaparece del todo. Tiene 13 años y ya lleva dos en este lugar rodeado por arena. "Dos años y tres meses", aclara. Le gusta la escuela, sobre todo la biología y espera convertirse en enfermera para ayudar a las mujeres embarazadas. Lo decidió incluso antes de escapar de la isla de Baga Gabtchari. Allí vivía en una familia muy numerosa, pero ahora solo le queda un hermano. No sabe lo que pasó con los demás, si siguen allí, fueron secuestrados o les mataron. Solo vio una vez a los hombres de Boko Haram: tenían todo el rostro cubierto menos los ojos y llevaban un fusil en las manos. Fue la última vez que vio su pueblo. "No quiero volver a encontrarme con ellos nunca jamás", asegura. "No les olvidaré en toda mi vida: había diez personas tumbadas en el suelo delante de ellos y solo uno sobrevivió".Tiziana Trotta
La historia de Hadidja Issayacou, de 15 años, no es muy distinta a la de sus compañeras. Tuvo que escapar de Baga, en Nigeria, hace dos años junto a su madre, mientras que su padre llegó poco después. Hace solo dos días que volvió a ver a su hermana desde el día del ataque de Boko Haram. "Pensaba que había muerto, estoy muy contenta", cuenta. "Boko Haram ha cambiado completamente mi vida. En el campo de Dar es-Salam la comida escasea, la gente tiene que calmar el hambre comiendo lo que encuentra entre los arbustos". Coser y el fútbol son las actividades que ocupan todo su tiempo libre.Tiziana Trotta
"Cuando llegan al campo de Dar es-Salam, los niños están traumatizados por Boko Haram", cuenta Omar Martin, que trabaja como animador desde 2015. Juntos a sus otros tres compañeros, se ocupa de las necesidades de los jóvenes de cualquier edad. "Les damos consuelo, cantamos, dibujamos, saltamos, jugamos. Las niñas aprenden a coser. Es complicado trabajar con estos niños que han vivido situaciones muy duras, pero ahí vamos, poco a poco". Martin explica que durante el primer año del espacio de recreo se había puesto en marcha también un programa de apoyo psicológico, pero ahora ya no hace falta. "Basta con mirar los dibujos de los niños: antes solo dibujaban milicianos de Boko Haram con la cabeza cubierta disparando con los fusiles. Sé que hay algunos que han visto a sus padres muertos y no podrán olvidarlo hasta el final de sus vidas, pero estas actividades sirven para que se diviertan y tengan la cabeza ocupada. Es muy importante sobre todo para las niñas, que representan el grupo más expuesto a peligros".Tiziana Trotta
Sin falsa modestia, dice que sí, que juega bien. Hoy está malhumorada porque sus adversarias acaban de marcar un gol. Su equipo ha llegado a disponer de un penalty, pero no lo ha sabido aprovechar. Cuando llegó al campo de refugiados de Dar es-Salam hace poco más que dos años no conocía a nadie, pero ahora, gracias a la escuela y al deporte, se siente más adaptada. Abaka apenas tiene 14 años, pero la vida ya la ha enfrentado a retos muy duros. Recuerda con todo detalle ese 3 de enero en que los combatientes de Boko Haram irrumpieron en su pueblo, Baga (Nigeria), y su vida dio un vuelco. No entiende muy bien las motivaciones del grupo terrorista y se limita a calificarlo como "un grupo de gente mala que mata a personas". Sin ir más lejos, acabaron con la vida de algunos de sus familiares, mientras que otros siguen secuestrados por los milicianos. El funesto día del ataque a su pueblo se repitió una y otra vez en sus pesadillas. Incluso ahora, cuando escucha un ruido fuerte, cree que se trata de fusiles y se asusta. Ahora dice sentirse mucho mejor y el tiempo pasado en el campo de fútbol le ayuda a dejar de pensar en lo que ocurrió.Tiziana Trotta
Es la más alta de entre las jugadoras y "hace años" que practica el fútbol, pero no sabría decir cuántos, ha perdido la cuenta. Le parece que desde siempre. Originaria de Baga, tiene 17 años, de los cuales los dos últimos en el campo de refugiados de Dar es-Salam (Chad). El fútbol le hace feliz y no le importaría dedicarse exclusivamente a esto en el futuro. "No es un deporte para chicos. Hay chicas que lo hacen muy bien y son ganadoras", afirma tajante. Cuando está en la cancha lo da todo y esto hace que se olvide del terror provocado por Boko Haram.Tiziana Trotta
Han pasado dos años y dos meses desde que Minibina Sani, de 15 años, tuvo que dejar su pueblo natal en Nigeria, Doro, y casi otros tantos son los que lleva jugando a fútbol en el campo de refugiados de Dar es-Salam (Chad). Su padre, su abuelo y su hermano mayor murieron a manos del grupo terrorista Boko Haram. El deporte, dice, fue crucial en su vida para que pudiera tirar adelante. "Cuando estás jugando, solo ves la pelota, no hay espacio para pensar en ninguna otra cosa", cuenta. Está convencida de que el fútbol puede cambiar vidas y fantasea con participar en un torneo y disputar encuentros en el extranjero.Tiziana Trotta
Habsa Omar ya no volverá a jugar a fútbol. Ni a ir a la escuela, aunque la mochila azul siga colgando a su espalda. Hace unas tres semanas, esta chica nigeriana de 18 años se casó con otro habitante del campo de refugiados de Dar es-Salam (Chad) y su esposo le ha prohibido seguir adelante con los estudios y el deporte. Si su cónyuge la autorizara, le gustaría mucho volver a la cancha con sus amigas. "Antes de la boda sabía que habría tenido que renunciar a estas actividades, pero no es una elección que esté en mis manos", asegura. No sabe qué aspecto tienen los combatientes de Boko Haram, pero a veces sigue soñando con esos hombres "que gritan que Allah es grande y que matan sin razón". Tras el ataque de las milicias a su pueblo, Doro, pensó que iba a enloquecer y a veces se sentía desubicada. El fútbol, dice, le ayudó a superar el mal trago, pero por ahora vuelve a ser un sueño en el cajón.Tiziana Trotta